. Es la hora de un segundo Manifesto de Ventotene [1] Lo sorprendente es que con la elección de Hollande, la Unión Europea parece devenir irreversible. Pero de inmediato nos preguntamos: ¿permanecerá Grecia en el euro? Sin saber responder, nos preparamos para sentir el batacazo, fuera del euro, como para alegrarnos si no ocurriese. Luego […]
. Es la hora de un segundo Manifesto de Ventotene [1]
Lo sorprendente es que con la elección de Hollande, la Unión Europea parece devenir irreversible. Pero de inmediato nos preguntamos: ¿permanecerá Grecia en el euro? Sin saber responder, nos preparamos para sentir el batacazo, fuera del euro, como para alegrarnos si no ocurriese. Luego están los Países Bajos: ¿permanecerán en la Unión tras las próximas elecciones o saldrán egoístamente y, como ya ha hecho Gran Bretaña, obstinadamente neoliberal? Tenemos fuertes sospechas. Sin embargo estas dos posibilidades nos preocupan menos tras las presidenciales francesas: Europa seguirá adelante. No porque en Camp David los 8 hayan decidido conjurarse conjugare, como dicen elegantemente, «rigor y crecimiento» (se trata igualmente de «sangre y lágrimas») sino porque probablemente la resistencia al proyecto bismarckiano de los patronos europeos comienza a ser irresistible. Nos parece efectivamente -lo repetimos- que con la elección de Hollande el actual rumbo catastrófico de la Unión está cambiando. Pero nos preguntamos si vale la pena la reaparición de una fuerza socialdemócrata (tanto en Francia como en Alemania) que confirme y refuerce el camino hacia Europa. Muchos compañeros lo ponen en duda. Este es el problema que tenemos que discutir.
El nudo está por desatarse. Si por un lado la mayoría parece desear la Unión y considera Europa su país, por otro el rechazo de Europa se propaga y refuerza, de forma populista y demagógica, por fuerzas estultas y violentas. Mi opinión es que hay que cortar el nudo y desplegarse ya, si todavía no se ha hecho, decididamente y sin reservas, en el terreno europeo – hoy el problema no es Europa si o Europa no, sino preguntarse ¿qué Europa? Solo a la luz de un programa económico, político y de una propuesta social y cultural realista se podrá responder a la cuestión de su la Unión europea, vale la pena. Por otra parte, la austeridad solo podrá superarse sobre la dimensión europea, se podrá dar una solución de la crisis sin masacrar a la gente y entonces, quizá, se podrá oponer una línea democrática, un 1848 de las «fuerzas de lo común» a la línea de Bismarck que Berlín está imponiendo (por decirlo con una metáfora histórica que alude al proceso de unificación alemana).
Probablemente la victoria de Hollande permite transitar este pasaje. Mejor, retomando la metáfora, reabre la posibilidad, si no de evitar absolutamente una realización bismarckiana de la unidad europea, de relativizarla, de reabrir las opciones sobre el sentido económico, político, social y cultural de la Unión -opciones que ni la construcción jurídica, administrativa y monetaria de los buenos tiempos antes de la crisis, ni la gestión «Merkozy» (Merkel + Sarkozy) del directorio europeo de la misma permitían. Es un resultado mínimo frente a los problemas que asaltan a los europeos – pero puede suponer un nuevo punto de partida. No nos hacemos ilusiones acerca de lo que Hollande y la socialdemocracia tengan en mente. Su «débil» reformismo (si bien no tan flácido como el de Blair y Schröder) es radical e incurable. Si la crisis no hubiese provocado el actual desastre social y económico, Hollande y la socialdemocracia jamás habrían renunciado al «extremismo de centro» que, a partir de los años setenta, siempre ha inclinado su espíritu (salvo los dos «maravillosos» años de Mitterrand… pero ¿no es una historia demasiado repetida para que sea verdad?).
¡Así que aprovechemos la ocasión! Es dentro de este marco que podemos reabrir una esperanza de lucha contra la crisis -esperanza «commoner» (como dicen los comunistas) o «albigese» (como hace quien trasforma un acrónimo, ALBA [2] , en una hipérbole heroica) – teniendo presente que solo se puede realmente afrontar en la dimensión de la Unión europea. Insistimos sobre este último punto. La lucha contra la crisis no puede darse a nivel global – es decir, con fuerza adecuada a este nivel. Si no existe la Unión Europea, no puede luchaarse contra la crisis porque la crisis ha sido provocada por el capitalismo financiero global para destruir la Unión.
Es sabido que, después de 1989, el proceso de globalización económica, reclamando un orden político y jurídico, fue investido por la voluntad imperial estadounidense y subordinado al orden norteamericano. Pero ha durado poco. Ya al iniciarse el siglo XXI esta unificación política se ha revelado ilusoria dado que más bien se han presentado en el horizonte global (definitivamente unificado) de forma dispersa cuatro o cinco protagonistas continentales en la escena mundial (EEUU, China, Brasil, India y… ¿Europa? EEUU está consumando y agotando su hegemonía imperial, el capitalismo mundial está muy preocupado por esta decadencia. Sucede que, si tras la IIª GM la potencia estadounidense favoreció el proceso de unificación europea en exclusiva función antisoviética, cuando Europa, después de 1989, comienza a constituirse independientemente, desarrollando una economía potente y un modelo social relativamente autónomo (es decir, no totalmente dominado por la lógica del beneficio -economía «social» de mercado), imponiendo su propia moneda y presentándose por tanto como competidor y alternativa a los EEUU en el mercado mundial, entonces los norteamericanos (y la clase financiera global) se ponen en contra de la unidad europea. Los EEUU consideran ilusoria una Europa políticamente y militarmente unida y prefieren de largo una zona de estabilidad estratégica extendida hasta Turquía y, eventualmente, Israel. Así, con furia y desprecio, banqueros, políticos y economistas anglosajones profetizan el fin de la Unión y de la moneda única. No es de extrañar, entonces, que se reabra sobre el terreno europeo la lucha de clases, entre la clase capitalista recompuesta a nivel global y las multitudes europeas: una lucha fría pero decisiva, suficiente para desencadenar la actual profundísima crisis económica y social (en Italia Marchionne es el símbolo extremo de esta provocación). Esta crisis, la actual, la que surge de la relativa solución de la precedente en 2008-2009, se construye y dirige contra la unión política de Europa. Azotada por esta crisis, Europa no encuentra, y no puede encontrar, soluciones o alternativas en el orden neoliberal. Los EEUU la aplastan -perdida la antigua hegemonía-, para no ser ellos mismos sobrepasados por nuevos antagonismos imperiales. Pero el Atlántico ya es tan profundo que incluso la socialdemocracia parece percibir la necesidad de cortar el cordón umbilical con Washington.
Paradójicamente se presenta una ocasión única de reabrir una lucha que tenga conjuntamente el proyecto de Unión Europea y una perspectiva de reconstrucción de políticas del común -en la educación, la vivienda, la sanidad y a favor de las formas de vida civil, en definitiva de un Welfare biopolítico. ¡Aprovechemos esta oportunidad! Luchemos por la renta de ciudadanía, mostrando que no es contradictoria con la lucha contra la desocupación que Hollande promete, ni contra el aumento del poder adquisitivo de los salarios, luchemos por la jubilación a los sesenta años y por una reforma radical de las instituciones bancarias, etc, etc…, integremos, en definitiva, contra el modelo neoliberal, lo que está recogido en el programa de Hollande. Pidamos finalmente la renegociación del Tratado Europeo posterior al de diciembre 2011 y afirmemos el apoyo a un pacto de responsabilidad, de governance y de crecimiento para salir de la crisis, etc…, solicitando un proceso de inversiones, ¡incluso si para ello son necesarios movimientos inflacionarios durante algún año! La inflación difunde las luchas multitudinarias, ataca la renta y pone fuera de juego las medidas y el orden capitalista de la crisis: la inflación es una buena arma para el proletariado que quiere destruir el poder de los patronos y reconstruir la democracia.
Muchos a menudo han visto con pesar sus convicciones europeístas. Su comprensión de que solo sobre una base continental europea era posible una política de grandes cambios sociales y la construcción de instituciones de lo común, era contrastada y debilitada por dos veces: por la fuerza del liberalismo angloamericano (al cual se adhería la aristocracia europea) y por la sospecha que fuertes sectores de la izquierda europea alimentaban sobre la historia y las dinámicas neoliberales de la construcción europea. Bien, ahora es posible aprovechar realmente la oportunidad para unir Europa y revolución social , para luchar eficazmente, en la crisis, contra el neoliberalismo. Hace tiempo venimos imaginando la posibilidad de un segundo Manifesto di Ventotene – un manifiesto en el que algunos antifascistas en los primeros años cuarenta articulaban una decidida convicción europeísta, una durísima polémica contra el fascismo y los Estados-nación y un programa de justicia y libertad que configuraba avanzados objetivos sociales.
Con la victoria de Hollande, el frente bismarckiano está, si no roto, profundamente debilitado. La política americana tiene abiertos muchos frentes para poder defender también en Europa su más extrema posición: aquí, por ahora, y nos deja la fuerza de los Le Pen y los delirios antieuropeos y antieuro de la extrema derecha. Aprovechemos la ocasión para adoptar una vieja táctica (perseguir el reformismo, atacándolo) para realizar una nueva estrategia de lo común sobre el espacio europeo. Hollande se ha expuesto mucho sobre el terreno del reformismo. Mélenchon y el Frente de Izquierda pueden desarrollar una presión eficaz, los griegos de Siryza con el optimismo de la razón se mueven sobre el mismo terreno. Pero solo las luchas de las multitudes proletarias, cada vez más fuertes, podrán subvertir las tendencias, hasta ahora irresistibles, que separan la constitución europea de la revolución social.
2. Por tanto, un programa de lo «común»
Por tanto, un programa para Europa. El debate está abierto también chez nous , sobre el programa de una «constitución de lo común» -para Europa. Dos proyectos -y una realidad- están aquí propuestos. Entre los proyectos el de la alianza «Unidos contra la crisis» y el de la constitución de un «Nuevo sujeto». En la situación italiana están directamente («Unidos contra la crisis» en la relación con el sindicato y con Sel [Sinistra Ecologica Libertà] ) o indirectamente (el «Nuevo sujeto» en su relación privilegiada con IdV [Italia de los Valores, de Antonio Di Pietro ] , y con las improbables vanguardias del «popolo viola» [3] ) subordinados a la «socialdemocracia parlamentaria». En consecuencia, estos dos proyectos son complementarios a la dinámica de la vieja izquierda, es decir la representación como lobby político. No es por tanto casual el hecho que, cuando el gran empuje producido por el referéndum sobre el agua (donde estas fuerzas fueron protagonistas) ha sido absorbido y frustrado por el régimen de los partidos, estos movimientos empiezan a ser anulados por fuerzas más radicales (como el movimiento 5 Stelle [4] que va a representar espacios ya ocupados por los referendarios), así que no podrán consolidarse si no se recalifican como movimientos extraparlamentarios que actúen sobre un terreno constituyente. Hay una realidad, por contra, que interpreta y construye instituciones de lo común -en Italia el ejemplo es el de los compañeros de las fuerzas sociales reunidos en la lucha contra el TAV. Esta realidad es también la de las luchas españolas promovidas por el 15M, por los griegos y por la entusiasta reapertura del «frente continental» a Francoforte – retomando modelos de los Occupy americanos y canadienses. Es, en definitiva, la de todos los sujetos que en esta fase promueven y viven la lucha de clases contra el capitalismo financiero. El programa que atraviesa esta «realidad» de lucha empuja a los movimientos a la contestación, mejor, más allá la propiedad privada, contra los mecanismos y las figuras de la explotación capitalista, en el nombre de la construcción de un programa de reapropiación «común» de cuanto el capital global (organizado por los bancos y por las potencias financieras, ya sean privadas o públicas) ha expropiado.
Se da, en particular, que el objeto de esta expropiación privada sea lo «público» -a partir de las instituciones del Welfare – y que el proyecto bismarckiano de construcción europea, gestado por la Merkel, represente una tendencia a la «patrimonialización» capitalista de la soberanía misma – esto es, a la afirmación del comando financiero directo como propulsor dinámico del modo capitalista, como organizador de la captación del plusvalor social y por tanto de las constituciones políticas. Como es sabido, en la actual fase del desarrollo capitalista, la explotación (esto es, la extracción de plusvalor) inviste las condiciones de la producción y de la reproducción de capital y se realiza a nivel social. Por tanto, la lucha de clase se desarrolla sobre este mismo terreno. Contra la propiedad privada, en particular, que, si antes era garantizada por la soberanía estatal y encuadrada en el dominio público, hoy tiene totalmente subordinado y absorbido lo «público». La propiedad privada, a través de los instrumentos financieros que actualmente la encarna, ha hecho funcional lo «público» (como comando administrativo, como potencia fiscal, etc…) a su propio desarrollo. Así que los proletarios, los precarios, los trabajadores y todos los que se emplean en la reproducción de la sociedad en los servicios sociales, harían bien en considerar objetivo de su lucha, la institución de lo común -y el de destruir el carácter sagrado y absoluto de la propiedad privada y configurar -reapropiándose – los bienes/mercancías producidos como «usos» de los ciudadanos, funciones comunes para la comunidad -la cual tendría entonces «acceso» no solo a su disfrute sino también a su gestión. En la democracia, el acceso, el uso y el disfrute libre de los bienes producidos socialmente (muchos están convencidos) pueden ser disfrutados -exactamente como sucede por los bienes/mercancías/instrumentos constituidos en red y por las estructuras cognitivas que organizan la cooperación social y la producen actualmente.
Dicho esto, estamos convencidos que las luchas por lo común no tienen resultados seguros y menos predeterminados. Mas, sabiendo esto, el objetivo de la lucha común por lo común tendría que ser claro y definitivo. Demasiadas veces hemos visto, también recientemente, fuerzas políticas nuevas, con resultados políticos inciertos, tomas decisiones inciertas, a veces oportunistas, frustrando así (a través de su gestión) también el objetivo. El ejemplo más evidente y doloroso es el ofrecido por Los Verdes alemanes que, en torno a las luchas por lo común, han echado a perder, junto a las características subversivas de su proyecto político, el original y fuerte espacio político desde el que se organizaba la lucha. Ninguno de nosotros puede olvidar que el verde Joschka Fischer fue el mejor colaborador de Schröder para someter al mercado global la fuerza de la clase obrera alemana, en llevar a la precariedad y la miseria a la fuerza de trabajo cognitiva en Alemania -condición necesaria para la deconstrucción del proyecto democrático y para la definición de un perfil bismarckiano de la Europa unida. Así, hoy, Los Verdes pueden aliarse con la socialdemocracia o con las fuerzas de derecha -en Alemania lo hacen, en Francia lo han intentado con menor fortuna, y hoy es una tendencia madura.
Quizá es por esto que, compartiendo el horror suscitado en Guido Viale por la palabra «benecomunisti» [5] , la prefiero, provisionalmente, a toda alternativa que dé de lado o subsidiariamente a la referencia al comunismo. Y creo también, para no jugar con la palabra – fingiendo arrogantemente al señalar los objetivos realistas -que conceptos como clase obrera, obrero masa, obrero social, multitud difícilmente pueden ser considerados funciones o ilusiones dialécticas para quien ha participado (como Viale) en las luchas de Mirafiori ’60-’70 o en Génova 2001, a no ser que nos remitamos a Asor Rosa [6] y continuar pensando que aquellas luchas fueron producto de una vulgar y revoltosa «segunda sociedad».
Estamos por tanto en un pasaje crucial. El segundo Manifesto di Ventotene es un manifiesto por la Europa común, por la conexión de las luchas por la construcción de la Unión Europea y por lo común. Una lucha llevada con «amore dell’umanità», como eficazmente decían y hacían nuestros mayores, y desterrando el «pesimismo de la razón» (¡qué pasión triste!)… que algunos todavía se atreven reclamar, ¿desde qué púlpito, con qué derecho?
Notas:
[1] http:/
[2] http:/
[3] http:/
[4] El Movimiento 5 Stelle es un movimiento de ciudadanos libres por una Italia cinco estrellas (Agua, Medioambiente, Transportes, Conectividad, Desarrollo) vinculado a Beppe Grillo
[5] http:/
[6] http:/
Traducido por nemoniente.
Fuente original: http:/
Fuente de la traducción: https://n-1.cc/pg/blog/read/1326081/retomemos-el-debate-sobre-europa-tras-las-elecciones-francesas