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A 20 años de la caída del muro

Revolución en la RDA

Fuentes: Marx 21 - Die Linke

Once de septiembre de 1989. Hungría abre sus fronteras con Austria. En tres días, 15.000 ciudadanos de Alemania del Este huyen hacia Occidente. En Praga y Varsovia, miles de refugiados ocupan la embajada de la RDA y fuerzan su salida. Son sobre todo trabajadores jóvenes, a quienes el «Estado de los trabajadores y los campesinos» […]

Once de septiembre de 1989. Hungría abre sus fronteras con Austria. En tres días, 15.000 ciudadanos de Alemania del Este huyen hacia Occidente. En Praga y Varsovia, miles de refugiados ocupan la embajada de la RDA y fuerzan su salida. Son sobre todo trabajadores jóvenes, a quienes el «Estado de los trabajadores y los campesinos» de la RDA no ofrece ninguna oportunidad.

El movimiento por la emigración aterroriza al régimen del SED (el partido único de Alemania del Este). La alambrada de espino y el muro se hacen invisibles. Cada alemán del Este tiene parientes, conocidos y amigos que abandonan el país. La dirección del partido reacciona con mentiras y desprecio. Los diarios del Estado informan sobre supuestos secuestros. El gobernador, Erich Honecker, anuncia que él no debe «ni una sola lágrima» a los exiliados. Cada vez más personas anhelan la libertad. A principios de septiembre participan unas 1.000 personas en la manifestación de los lunes en Leipzig; a finales de mes, unas 8.000. Junto a la exigencia «queremos salir», cada vez más manifestantes repiten la testaruda consigna de «nos quedamos aquí» y exigen la legalización del nuevo grupo de oposición «Nuevo Foro».

En la dirección del partido, asedian los recuerdos del levantamiento obrero de junio del 53, cuando el gobierno solamente pudo ser salvado por los tanques soviéticos. Los dirigentes del SED reaccionaron a este movimiento con represión, y mandaron acabar con las protestas por medio de la violencia. A principios de octubre, se enfrentan manifestantes contra la policía en batallas callejeras en Dresde y otras ciudades. Al mismo tiempo, la Stasi alerta del ambiente efervescente en las empresas. Se producen luchas obreras aisladas y espontáneas en el sur de la RDA: en Altenberg, 600 mineros organizan una marcha por la reapertura del tráfico fronterizo con Checoslovaquia.

Cuando el 7 de octubre -día festivo en la RDA- se producen protestas en 18 ciudades, los soldados y policías atajan con porras y detenciones masivas a manifestantes y otras personas, indiscriminadamente. En Plauen, una ciudad con 80.000 habitantes cerca de la frontera con Baviera, la policía se ve superada por la dimensión de la protesta: 15.000 personas -movilizadas por medio de unas pocas octavillas y el boca a boca- se dirigen al centro de la ciudad, sin saber exactamente lo que les espera. Ni siquiera el agua a presión lanzada desde automóviles de bomberos puede detenerlos. Marchan por el centro de la ciudad y se despiden de nuevo hasta el siguiente sábado. Su manifestación es la primera que no logran aplastar las fuerzas del orden. En los días posteriores, el cuerpo voluntario de bomberos juzga como inadecuado el uso de sus automóviles. En algunas tiendas, los policías no son atendidos.

Tras esta semana de violencia, se celebra el 9 de octubre la siguiente manifestación de los lunes en Leipzig. La ciudad se encuentra sitiada. De ahí surgió la chispa de las protestas. Justo ahí pretendía ahogarlas el SED. En los medios de comunicación y en las empresas se alerta de la entrada del Ejército. Los hospitales preparan reservas de sangre, por si son necesarias. Pero la gente no se deja asustar. Por la tarde marchan 80.000 personas por la ciudad y desafían a las fuerzas represoras. Los soldados, igual que en los días previos, se niegan a cumplir órdenes. La dirección del partido se ve obligada a dar marcha atrás y no usar la violencia contra los manifestantes. El movimiento celebra su primera gran victoria sobre el régimen del SED.

Tras el avance en Leipzig, nada puede detener al movimiento. En pequeñas ciudades, la policía todavía logra aplastar las protestas. Pero desde el sur se extienden las manifestaciones. En las ciudades grandes, cientos de miles de personas participan en las protestas. A principios de noviembre, sólo en Berlín y en Leipzig salen a la calle un millón de personas. Después de varias décadas de represión, las manifestaciones masivas logran acabar con la sensación de impotencia de la gente. «Nosotros somos el pueblo» se convierte en el eslogan de un movimiento que quiere transformar la sociedad desde la base. En todas partes, las y los activistas organizan debates. Sólo entre el 30 de octubre y el 5 de noviembre, la Stasi registra 230 «actos políticos con casi 300.000 participantes».

Hasta enero de 1990 se registran 250 iniciativas diferentes. Se forman comités de trabajo contra la violencia de la Stasi. Se ocupan edificios, se inauguran galerías y bares, las y los estudiantes fundan representaciones independientes, grupos de mujeres inauguran cafés y presos reclaman participación en la administración carcelera. En las empresas, los trabajadores y trabajadoras exigen una mejora en las condiciones de trabajo. En un taller de electrónica de Berlín, un periódico mural alcanza una extensión de varios centenares de metros. En algunas casernas, los recluidos eligen consejos de soldados.

La presión en las calles obliga al SED a hacer concesiones. La televisión estatal comienza a informar sobre las manifestaciones. El jefe de Estado y de partido, Honecker, es retirado del cargo el 18 de octubre. Pero la gente desconfía también del nuevo gobierno y exige libertad de movimiento, bajo el eslogan «¡el Muro ha de caer!».

La noche del 9 de noviembre, el funcionario de la SED Günter Schabowski anuncia la prevista apertura de las fronteras, en una conferencia de prensa internacional. A la pregunta de los periodistas sobre a partir de cuándo ha de tener validez la nueva legislación, Schabowski responde: «Que yo sepa… con efecto inmediato».

Con esa afirmación, acelera lo que ya es en cualquier caso inevitable. Decenas de miles de personas se reúnen en los puestos fronterizos de Berlín y empujan literalmente el muro que los separa de Occidente. Con la caída del Muro, el SED pierde su control sobre la población. Revelaciones sobre los dirigentes del SED salen a la luz. Sus intentos de legitimar el aparato estatal y aplazar las reformas caldean más aún el ambiente. A principios de diciembre, manifestantes en Erfurt y otras localidades asaltan las centrales de la Stasi. El aparato represivo del SED es derrocado.

En esos días, el poder está en las calles. Pero se trata también de conquistar el poder en las empresas. En las manifestaciones se exige: «SED: fuera de las empresas». El 3 de diciembre, se retira toda la dirección del partido. El mismo día, representantes del Nuevo Foro -el único grupo de resistencia con influencia- se encuentran para discutir cómo plantear las crecientes demandas de huelga general. Ya en la semana anterior se había producido una huelga general de dos horas en Checoslovaquia, seguida con gran atención en la RDA. En muchas empresas, se discute ahora por qué no hacer lo mismo. Se forman así los primeros grupos de trabajadores del Nuevo Foro.

El encuentro del Nuevo Foro se entera de una nueva convocatoria de huelga, cuando uno de sus dirigentes se presenta con retraso. Jochen Tschiche informa de una manifestación en Magdeburg con 100.000 participantes, en la que todos querían que le dijera cómo había de seguir la historia. En la empresa de maquinaria pesada «Ernst Thälmann», 12.000 trabajadores se habían declarado en huelga y le preguntaban a Tschiche qué reivindicaciones proponía. Tschiche redirige la pregunta al Nuevo Foro: «¿Qué reivindicaciones debía decirles que exhibieran?».

Un movimiento de protesta hubiera sido el siguiente paso para activar a mayores capas de la población. De haberse lanzado a la huelga los y las trabajadoras en las grandes fábricas del sur de Berlín, entonces el gobierno no tendría nada que hacer. El lema «Nuevo Foro al poder» podría haberse hecho realidad. Pero el grupo de oposición se niega a derrocar al SED y construir un contrapoder. Dirigentes del Nuevo Foro rechazan la reivindicación como «precipitada» y abogan en su lugar por una «mesa redonda» con los representantes del viejo régimen. Su objetivo común: salvar la RDA. Los grupos de derechos civiles abogan por una «tercera vía», una RDA independiente. Con ello quedan cada vez más fuera de juego. La mayor parte del movimiento se ha radicalizado. No quieren negociaciones con las antiguas élites. Quieren el derrocamiento de todo el aparato de poder del SED.

Las primeras semanas de 1990, el movimiento alcanza de nuevo un punto álgido. En docenas de empresas, los trabajadores abandonan su trabajo en protesta contra la amenaza de mantenimiento del poder del SED. En Berlín, un grupo de manifestantes asalta la base de la Stasi gritando «abajo con el SED» y exigen la retirada del nuevo jefe de gobierno, Hans Modrow. Entre la espada y la pared, éste invita a los grupos de derechos civiles a entrar en un gobierno de transición. Dichos grupos aceptan la invitación, con tal de evitar la caída del régimen.

Muchos en el Nuevo Foro critican el nuevo curso del gobierno. Y muchos activistas no disponen de las estructuras necesarias para llevar a cabo una dirección alternativa. Así se genera un vacío de poder, que Helmut Kohl sabe aprovechar en los siguientes meses.

Olaf Klenke y Win Windisch militan en la red anticapitalista Marx21, que trabaja dentro del partido Die Linke.

http://www.enlucha.org/?q=node/1763