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Costa Rica

Rónald Herrera Borges: el nazi bueno

Fuentes: Revista Amauta

Hay noticias que uno se espera y otras que no. La que apareció el martes 17 de abril, acerca de un policía de 26 años que exhibía orgulloso en su sitio de facebook banderas y tatuajes con esvásticas y mostraba armas de grueso calibre en entrenamientos, es una de esas que nos toman por sorpresa. […]

Hay noticias que uno se espera y otras que no. La que apareció el martes 17 de abril, acerca de un policía de 26 años que exhibía orgulloso en su sitio de facebook banderas y tatuajes con esvásticas y mostraba armas de grueso calibre en entrenamientos, es una de esas que nos toman por sorpresa. Y la sorpresa aumenta cuando el policía afirma que no actúa en solitario; que hay quienes comparten sus creencias entre sus compañeros de trabajo. Policías fascistas que abiertamente lo declaran en facebook.

El golpe de la noticia se da no solo porque revela el hecho grave, sino porque también es una discusión a la que no estamos acostumbrados. En el escenario público costarricense no son comunes las manifestaciones del fascismo abierto y declarado, aunque sí sean fácilmente visibles las que ocurren de forma solapada en el discurso cotidiano (en los chistes xenófobos), en ciertas columnas (como algunas de Jaime Gutiérrez Góngora), o en organizaciones sociales como Costa Rica Libre.

El discurso fascista costarricense utiliza su máscara de conservadurismo o patrioterismo, pero no se presenta de manera abierta y contundente, como sí lo ha hecho Rónald Herrera. Habría que decir entonces que, en realidad, el hecho fundamental de esta noticia no es que haya policías fascistas, sino que uno de ellos, siendo denunciado por el acontecimiento, saliera a la escena pública y lejos de pedir disculpas o refugiarse en alguna excusa, haya defendido de manera vehemente su ideología e incluso, haya salido moralmente airoso de lo que pudo ser un linchamiento público. Más extraño aún si tomamos en cuenta que éste es un momento donde la prensa costarricense se dedica comúnmente a linchamientos morales de figuras públicas.

Cuando se leen las notas periodísticas que hizo la empresa La Nación salta a la vista en primer lugar la cantidad de tinta destinada a este acontecimiento, que dadas las circunstancias actuales del país, podría calificarse como menor. Este periódico le dedicó durante el 17 y 18 de abril la apertura de la sección Sucesos y Judiciales, mientras que La Teja, durante esos mismos días, le dedicó la sección Nuestro tema, que abre el periódico en la página 2. En total, a Rónald Herrera Borges se le hicieron cuatro entrevistas diferentes y aparece retratado en 11 imágenes en esos dos días, una de las entrevistas se hizo por medio del chat de La Nación, donde Herrera departió sus opiniones con interesados lectores del periódico. En las opiniones de los reportajes destacan tres tendencias temáticas, la primera -y tal vez más importante- la indignación de Herrera por el despido que le aplicaran en el Ministerio de Seguridad luego de que el escándalo se destapara (sobre el rumbo que tomará su vida luego del despido afirma: «No voy a agachar la cabeza»); en segundo lugar se observa la férrea defensa de su ideología ligada a una personalidad autoritaria (consultado sobre si se cree superior a los demás dice: «Solo creo que nadie es superior a mí»); y por último, las evasivas respecto de los inevitables temas polémicos del fascismo (consultado sobre el asesinato de judíos responde: «Las cosas que se dieron, ya se dieron, eso ya fue hace muchos años y el hecho de que yo esté de acuerdo o no, es mi criterio»).

En los reportajes, fuera de las palabras e imágenes de Herrera que ocupan el primerísimo plano, aparecen otros entrevistados en recuadros y posiciones secundarias: Mario Zamora, Ministro de Seguridad, o Max Suarez, director de la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional, no reciben más que un par de líneas. A esto hay que agregar que al menos en dos de los reportajes, el de el 17 de abril en La Nación y el del el 18 en La Teja, la posición de los periodistas David Delgado y Jessica Rojas es de evidente simpatía por el personaje, Delgado se dedica a las descripciones físicas y a las justificaciones: su apodo, su explicaciones del acontecimiento, la cantidad de cigarros que fuma, las sonrisas del padre, sus opiniones contundentes. Así, evita profundizar en su ideología. Por su parte, Rojas entrevista a Herrera Borges en su casa en Desamparados, donde se presenta como padre de familia a quien le llegó «una fama repentina» -en palabras de la periodista- y cuya familia ha tenido que lidiar con el difícil acontecimiento del despido.

En suma, La Nación fabricó a un nazi bueno: padre de familia que vive en una casa humilde de un barrio popular, sabe defender sus creencias y ha sido despedido injustamente de su lugar de trabajo. No deja de ser macabro e hipócrita que los medios le traten como a un nazi bueno, siendo ellos quienes en primer lugar instigaron el escándalo que provocó el despido. Pero el problema va más allá, en lo referente al debate sobre el fascismo, no existe una impugnación clara, ni siquiera un debate mínimo que deje entrever alguna crítica a una ideología totalitaria que ha instigado el dolor y el sufrimiento de millones de personas el mundo. La sensación que queda en el ambiente es extraña; mientras se multiplican las impugnaciones de diversas figuras públicas, uno de los que parecería impugnable es visto como un buen tipo. Entre tanto, los grupos de extrema derecha se han apuntado tal vez la más grande victoria mediática de las últimas décadas. Si quisieran hacer un partido político, La Nación ya les fabricó, de gratis, su primer candidato a diputado.

Fuente: http://revista-amauta.org/2012/05/ronald-herrera-borges-el-nazi-bueno/