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Perú

Salvajismo en acción

Fuentes: Rebelión

En uno de sus poemas en prosa César Vallejo le atribuye a un hombre decir: «El momento más grave de mi vida, no ha llegado todavía». Pues bien, podríamos asegurar que al Perú, tampoco le ha llegado aún el momento más grave de su vida. Pero se acerca, sin duda en un mar de confrontación […]

En uno de sus poemas en prosa César Vallejo le atribuye a un hombre decir: «El momento más grave de mi vida, no ha llegado todavía».

Pues bien, podríamos asegurar que al Perú, tampoco le ha llegado aún el momento más grave de su vida. Pero se acerca, sin duda en un mar de confrontación y violencia que el pasado jueves 25, dejó en la capital una dolorosa secuela de destrucción y de muerte.

La violencia finalmente explotó en el Mercado Mayorista de La Parada, actualmente en litigio como consecuencia de una política municipal que busca desplazarlo para eliminar Mafias y reubicar a los verdaderos comerciantes en un centro más apropiado en Santa Anita; y luego se extendió hacia Gamarra, el Jirón Comercial por excelencia en el que se registraron incalculables daños materiales.

Los hechos dejaron como secuela 2 personas fallecidas, una treintena de heridos y numerosos detenidos. Fue ése el corolario de acciones que la opinión pública ha calificado como brutales, considerándolas la expresión desenfrenada de turbas delictivas sin control.

Momento habrá para hacer un balance más detenido de los hechos, pero se puede adelantar un conjunto de ideas que permitirán ordenar un balance global de lo ocurrido.

El país vive hoy un clima de inestabilidad y de violencia alentado artificialmente, que bien puede ser la antesala de enfrentamientos mayores. Ocurre, sin embargo que este escenario no ha caído del cielo. Ha sido -y es- construido por fuerzas oscuras empeñadas en demostrar que el país necesita «mano fuerte», es decir, una dictadura que «ponga orden» y que acabe de una vez para siempre con el desgobierno social.

Esta no es una teoría nueva. En la región fue usada para justificar los golpes asesinos de Pinochet y de Videla. Y para instaurar a la sombra de los mismos, modelos económicos neo liberales orientados a sobre explotar a las grandes mayorías descargando sobre los hombros de los trabajadores los efectos de la crisis de descomposición del capitalismo dependiente que tiene sometidas a nuestras naciones.

En el Perú, la teoría fue enarbolada en el pasado para dar sustento político al golpe neo nazi de Alberto Fujimori el 5 de abril de 1992 que permitió la implementación del denominado «Plan verde», un esquema de dominación militar que colocara a nuestro país sin resistencia alguna bajo la égida del Fondo Monetario y el Banco Mundial pero que, al mismo tiempo, permitiera desplegar una ofensiva brutal contra los trabajadores a fin de aniquilar cualquier resistencia a este ese esquema de dominación.

Para tal efecto, resultaba indispensable valerse de dos políticas complementarias: fascistizar a la fuerza armada separándola del pueblo a partir de un abismo sangriento; y desacreditar la lucha por el cambio social mostrando una imagen monstruosa del socialismo y vinculando sus símbolos con la destrucción y la muerte. Para eso, «Sendero Luminoso» cayó como anillo al dedo.

Hay quienes aseguran que los hechos de violencia ocurridos en nuestra capital recientemente, no tienen precedente. Y no es así.

Los vimos por primera vez el 10 de septiembre de 1971, con motivo de una huelga de maestros, que no fue ni bien conducida ni bien atendida.

Como se recuerda, los acontecimientos de aquella fecha ocurrieron bajo el gobierno del general Juan Velasco, y se produjeron muy pocos días después que visitara el Perú Salvador Allende, el líder de la Unidad Popular entonces Presidente de Chile. Los manifestantes de esas hordas, al tiempo de demandar «atención a los maestros» rechazaban también la presencia del mandatario chileno, y acusaban al gobierno de «traición» por haberlo invitado y recibido.

Por segunda vez, esos hechos sucedieron el 5 de febrero de 1975, con motivo de una huelga policial que dejó desguarnecida la ciudad. Turbas delictivas invadieron calles y avenidas desatando un odio desenfrenado contra el gobierno de entonces y causando ingentes daños a la vida, a la industria y al comercio. Los ataques más brutales se descargaron en esa circunstancia contra las oficinas del SINAMOS, el diario Correo, el Centro Cívico de Lima y otras dependencias. Los periodistas y obreros gráficos del diario Expreso y la Guardia Obrera de la CGTP impidieron en esa circunstancia, la destrucción de sus locales institucionales y salvaron vidas de dirigentes sindicales y trabajadores.

En su momento se demostró que en ambas acciones -la de 1971 y la de 1975- estuvo la aviesa mano de los Comandos de Acción del APRA que actuaron con temeraria agresividad y odio desenfrenado contra todo lo que oliera a transformaciones revolucionarias o avances sociales. Innumerables fotos publicadas acreditaron que los grupos operativos usaron indumentaria convenida, se desplazaron en motocicletas y portaron bidones de gasolina con los que atizaron el fuego por doquier. Las innumerables fotos permitieron identificar a numerosos integrantes de esos Comandos que luego «pasaron a la clandestinidad» para no ser aprendidos, y después se beneficiaron con el fin de las investigaciones y el corte de los juicios.

Esos Comandos ¿actuaron solos? Sin duda que no. Se valieron de bandas delictivas organizadas a las que proporcionaron armas, víveres, ropa y dinero. Y a ellas les permitieron impunemente saquear los centros comerciales y robar a manos llenas todo lo que tuvieran al paso. Las cámaras de televisión de entonces -que no estaban manejadas por las mafias que hoy las controlan- trasmitieron tomas en las que se veía a los delincuentes robar refrigeradoras, cocinas, televisores y otros objetos de los almacenes situados en Lima Cuadrada y otros lugares de la ciudad.

¿Podría entonces establecerse un símil entre estas acciones y los recientes hechos. Por cierto que sí. También hubo grupos operativos especialmente adiestrados para la acción, bandas delictivas, saqueo, pillaje, y violencia por doquier. Es posible que esta vez -¿Ud lo cree?- estos Comandos no hayan tenido participación activa. Pero, en todo caso, tienen lo que se llama «los derechos de autor» en la materia.

Por lo demás, lo sucedido el jueves pasado se inscribe en dos escenarios también complementarios; una ofensiva desplegada contra la alcaldesa de Lima, Susana Villarán, a la que buscan revocar a cualquier precio; y una campaña sorda destinada a debilitar al extremo al gobierno del Presidente Humala, descalificándolo como mandatario. Tras ambos propósitos se suma por cierto el fujimorismo mafioso y la cúpula corrupta del Partido Aprista liderada por Alan García, que se desvive por volver al Poder de cualquier modo.

Si el movimiento popular no percibe esos fenómenos y no los valora en su real dimensión, y si no toma conciencia de los graves peligros que se ciernen hoy contra el país, bien podríamos decir entonces que el momento más grave para el Perú, podría llegar muy pronto.

No se ha tratado, esta vez como en nombre de la Mafia lo prometiera el ex congresista Trelles Montero: «La inteligencia en acción». Ha sido, en esta oportunidad, el salvajismo en acción, el que ha asomado en el horizonte.

Suele decirse: el golpe avisa. Y es verdad. Avisa.

Gustavo Espinoza M. del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.