Casi en la mitad del collar de perlas volcánicas que son las Antillas Menores, la isla de San Vicente y su archipiélago de 31 “Granadinas” se erigen como un país clave en la integración del Caribe.
Aquí se alzó en 1769 Joseph Chattoyer al mando de los caribes negros, hijas e hijos de irreductibles arahuacos y africanos libertos, para defender su soberanía. Previo a la independencia gringa y la revolución haitiana, medio siglo antes de los procesos del sur, los europeos ya habían mordido el polvo por primera vez en esta isla de 345 km2 y habitantes dignos de ser llamados americanos. De aquí zarparon también a Honduras los 5 mil secuestrados por el Imperio Británico treinta años después, luego de ser asesinado Chattoyer. Esos 5 mil de identidad innegociable que se regaron por el caribe centroamericano con su mezcla indígena, africana y europea, hoy son llamados garífunas.
El Caribe Oriental ha sido la puerta en las asonadas de distintos imperios, tanto hacia Sudamérica como las Antillas Mayores y el istmo centroamericano. Determinado por la geopolítica, el crisol de países que lo forman ha ido construyendo en silencio y con paciencia asociaciones cohesionadas y activas. Buenos ejemplos son la Comunidad del Caribe (CARICOM), herencia de los angloparlantes que hoy comprende a casi todo el Caribe “no hispano”, y la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECS), que reúne a los países insulares que cierran América por el este. Los acuerdos en materia de tránsito de personas, comercio, intercambios culturales y diplomacia de bloque bien valen para tomar nota desde espacios como el inexistente Mercado Común Centroamericano, el invento llamado Alianza del Pacífico, o la desmembrada UNASUR.
Ralph Gonsalves, primer ministro de San Vicente y las Granadinas, se ha propuesto en lo que va de siglo conducir la mirada de sus 100 mil habitantes hacia Latinoamérica en un delicado equilibrio con los poderes imperiales, y apoyándose en la fuerza del primer arco de alianzas con sus vecinos. A pesar de ser de la Commonwealth (excolonias británicas que aún reconocen al rey como Jefe de Estado), también integró desde un primer momento el esfuerzo de soberanía energética PetroCaribe y su proyecto económico regional, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP).
Así, San Vicente y las Granadinas ha jugado un papel influyente en las valientes posiciones internacionales de CARICOM y OECS, destacando la condena a la Entidad Sionista (San Vicente además es parte de la demanda de Sudáfrica en la CIJ), su constante exigencia en la ONU del fin del bloqueo a Cuba y Venezuela, y la negativa a sumarse a los ataques diplomáticos contra esta última en la OEA. Hoy, el país es sede de las negociaciones entre Caracas y Guyana por el Esequibo, siendo defensor proactivo de la diplomacia de paz en uno de los lugares más favorables para aventuras militares de imperios decadentes que nada tienen que hacer en nuestros mares.
Al ritmo de la soka y el calypso, con el calor húmedo y cargado que anuncia tormenta y el volcán siempre dispuesto a volver a rugir, el “camarada Ralph” nos explica en palabras del gran Marcus Garvey el secreto de su fuerza: “Si quieren ir rápido, vayan solos. Si quieren ir lejos, vayan juntos. Pero si van juntos, terminarán yendo más rápido que si van solos.”
Fernando Bermúdez Kuminev y Roberto Bermúdez Pellegrin corresponsales del multimedio Muros y Resistencia
Tercer capítulo aquí: Espresso Americano: San Vicente y las Granadinas
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