La prensa comentaba anoche que el próximo gobierno contará con quince miembros, entre los cuales figura ya el nombre del ex primer ministro Alain Juppé para ocupar la cartera de Defensa. Sarkozy se reposiciona, pero Fillon también.
Nicolas Sarkozy movió la primera pieza que redistribuye el juego de su futuro. El primer ministro François Fillon presentó ayer la renuncia en pleno de su gobierno, aceptada de inmediato por el presidente francés. La renovación del gabinete era esperada para principios de la semana, pero Sarkozy apuró el paso.
El presidente y su jefe de gobierno se entrevistaron dos veces el sábado y terminaron dándose un apretón de manos de despedida en la puerta del palacio presidencial. Es muy probable que este mismo domingo se vuelva a repetir la escena, pero al revés: Sarkozy recibirá a su nuevo primer ministro en la persona del mismo François Fillon.
En contra de lo que se especuló durante varias semanas, el vespertino Le Monde anunciaba anoche en su página de Internet que Fillon sería restituido en su puesto. El vespertino cita fuentes del partido presidencial, la UMP, muy cercanas a Nicolas Sarkozy. Con la reintegración de François Fillon a la cabeza del gabinete, el presidente apuesta por la carta de la continuidad en vez de la tantas veces evocada apertura hacia el centro. Ello hubiese conducido al nombramiento del actual ministro de Ecología, Jean-Louis Borloo, pero la hipótesis quedó descartada con el anticipo de Le Monde.
Nada hay más opuesto que Sarkozy y Fillon. Ambos forman una pareja desigual compuesta por un presidente hiperactivo y confrontativo y un primer ministro calmo, de perfil discreto, de hablar pasivo y de personalidad callada. La prensa comentaba anoche que el próximo gobierno contará con 15 miembros, entre los cuales figura ya el nombre del ex primer ministro Alain Juppé, el hombre que, en 1995, desencadenó el movimiento social más extenso y masivo que se haya producido en un país occidental. Juppé ocuparía en principio la cartera de Defensa. Entre los ministros llamados a no integrar el próximo gabinete figura el actual canciller, el socialista Bernard Kouchner, cuyo puesto vacante recaería en Jean-Louis Borloo.
No se sabe aún quién reemplazará al ministro más emblemático del mandato de Sarkozy, el titular de la cartera de Trabajo, Eric Woerth. Este ministro, que se encargó de defender y hacer aprobar la reforma provisional, lleva sobre sus espaldas la sombra cortante del escándalo L’Oréal, la megaenredadera político-fiscal que lo vincula con la heredera del fundador del imperio L’Oréal, Liliane Bettencourt. Woerth fue ministro de Presupuesto de Sarkozy y también el tesorero de su campaña presidencial y del partido UMP. Los tentáculos del caso L’Oréal lo atraparon con acusaciones de tratamiento de favor con Liliane Bettencourt, con colectas secretas de fondos para la campana de Sarkozy, colusión de intereses al haber hecho contratar a su esposa por la empresa que gestionaba la fortuna de Liliane Bettencourt y alguna que otra distracción al no haber visto, como ministro de Presupuesto, los hábiles montajes de la señora Bettencourt para evadir impuestos.
El guión del cambio de gobierno lleva escribiéndose seis meses y, sin la prolongada batalla social a que dio lugar la reforma provisional, tal vez la película se hubiera rodado antes. Una vez instalado el gabinete, la segunda fase de la estrategia presidencial empezará a plasmarse: la reconquista de la opinión con la mira puesta en la reelección de 2012. Nicolas Sarkozy arrastra un pasivo voluminoso de sondeos de opinión muy bajos, apenas 30 por ciento de opinión favorable, y una percepción altamente negativa del jefe del Estado.
Sin embargo, sus posibilidades de reelección están lejos de estar hipotecadas. Guerrero irrenunciable, de una habilidad de doble filo, artista inimitable ante los medios de comunicación, Sarkozy goza del vacío que los socialistas aún no llenaron. La batalla por la reforma de las jubilaciones resucitó a los socialistas y les dio un protagonismo social que no tenían. Pero sus eternas divisiones y la casi imposibilidad de respetar una disciplina de partido le hicieron perder al PS una oportunidad capital para captar al electorado descontento con Sarkozy y capitalizar la fuerza del movimiento social que, mes tras mes, se fue plasmando con las nueve huelgas y manifestaciones contra la reforma de la jubilación. Como dice una pieza de teatro que está hoy en cartelera en un teatro popular parisino, en el Partido Socialista hay muchas corrientes pero no hay luz.
El gobierno que salga en las próximas horas será un gabinete de combate electoral acoplado a la presidencia como una nave dirigida hacia el planeta urnas. Las personalidades oriundas del socialismo o del centroizquierda pasarán a otra vida. Los devaneos con la izquierda pertenecen al pasado: afuera entonces el socialista Kouchner y la secretaria de Estado para la Ciudad, Fadela Amara, ex presidenta de la asociación Ni putas ni sometidas.
Sarkozy II sale a gobernar y a ganar el corazón del electorado desencantado con el motor de su partido y sus aliados ideológicos. Ya es sabido, sólo se gana con los suyos, las diversiones y los pasatiempos son para los enemigos. Estos, al final, como los socialistas que se pasaron al campo de Sarkozy, terminan, debilitados. Si se confirma este domingo la continuidad de Fillon, la pareja gobernará con un ingrediente novedoso: frente a un Nicolas Sarkozy movedizo y polémico, el silencioso Fillon terminó por ganar el corazón de los electores conservadores.
Los sondeos lo ponen hoy en mejor posición que el mismo Sarkozy para llevarse las presidenciales de 2012. Pero a Nicolas Sarkozy no le asusta la adversidad. Dicen que, al contrario, se apoya en ella para avanzar.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-156839-2010-11-14.html