Los rectores de Toulon y Caen recurren a la Policía, como les sugirió el Gobierno
La Policía francesa ha entrado en acción. En los campus, algunos rectores de universidades afectadas por una huelga que entra ya en su cuarto mes consecutivo han cedido a la discreta invitación lanzada la semana pasada por el primer ministro, François Fillon, y han solicitado la intervención de las fuerzas del orden.
Las universidades de Toulon y de Caen se han convertido en las primeras donde son los agentes quienes abren y cierran las puertas. Otras podrían seguir ese régimen policial.
Más de 20 universidades de toda Francia entran estos días en su decimoquinta semana de huelga contra los proyectos de reforma del presidente francés, Nicolas Sarkozy, en una protesta que ha puesto los nervios de punta al Gobierno y amenaza con impedir los exámenes de fin de curso e invalidar todo un semestre.
El movimiento se caracteriza por su imagen moderada y simpática. Así, en París, los numerosos turistas que se agolpan en la Plaza de la Sorbona esta primavera se llevan una sorpresa. Profesores y alumnos no están dentro, trabajando silenciosamente en las aulas, sino delante de la fachada. Con banderolas, carteles y megáfonos, los profesores huelguistas dispensan cursos a los alumnos sentadosen el suelo.
Si usted acarició en algún momento la idea de cursar estudios en la magna institución parisina, éste es el momento. No necesitará trámites ni selectividad: los cursos hors les murs (en la calle), con picnic y caceroladas, son la norma desde que el 22 de enero pasado la coordinadora nacional de universidades (CNU) votara la huelga.
El conflicto es como un nuevo Mayo del 68 a la medida del presidente
Harina de otro costal es entrar en la Sorbona. Aunque en ella todavía no hay policías, los vigilantes jurados contratados por el rectorado de la universidad controlan la entrada para dejar pasar sólo a los estudiantes, administrativos y profesores.
Democracia directa
Público asistió el jueves a la asamblea general celebrada por unos 700 profesores y estudiantes en un ambiente ecléctico y con los muros del hermoso anfiteatro Richelieu engalanados con pintadas contestatarias contra Sarkozy.
La asamblea fue un vibrante momento de democracia directa, de confrontación de ideas, con una mesa que veló escrupulosamente por que todos incluidos dos catedráticos progubernamentales y antihuelguistas pudieran hablar y presentar sus mociones.
Nada que ver con el sombrío panorama pintado recientemente por el primer ministro, François Fillon. En unas declaraciones, aseguró que «la pequeña minoría que bloquea las universidades» y «usa la violencia es culpable de arruinar el futuro de la mayoría de los estudiantes».
Retomó un discurso ya escuchado en otros campos las ocupaciones de fábricas para intentar acreditar la idea de que los huelguistas son «sólo unos cuantos extremistas» que impiden el trabajo de todos y la celebración de losexámenes.
La invitación lanzada a recurrir a las fuerzas del orden fue escuchada por los presidentes de la universidad de Caen y de Toulon. Se aceleran las intervenciones policiales, mientras que durante las 14 semanas precedentes sólo se produjeron alrededor de 25, todas muy puntuales.
Durante la asamblea general de la Sorbona, el encargado de responder a Fillon en cuanto al supuesto futuro «arruinado» de los alumnos, fue Julien, un estudiante de Historia. «Puestos a estar angustiados, prefiero angustiarme por el futuro de todos nosotros que por unos exámenes que quizá se celebren o quizá no», subrayó el joven.
«Nuestro problema es la incertidumbre absoluta sobre nuestro futuro. Éstos (el Gobierno) están destrozando nuestra educación; nosotros luchamos por ella. Nos quedan sólo dos semanas más de huelga. Os propongo que aguantemos», dijo. Una salva de aplausos que hizo temblar los muros puso fin a la intervención del estudiante.
Una situación terrible para Nicolas Sarkozy. Un conflicto universitario es un sapo que, tarde o temprano, todo presidente de este país levantisco tiene que tragarse. Pero en el caso de Sarkozy, la situación tiene su inri.
En abril de 2007, cuando el presidente se consideraba aún un hombre providencial para Francia, había prometido nada más y nada menos: «¡Ésta vez sí, de verdad, vamos a liquidar Mayo del 68!» En lugar de esa anunciada liquidación, Sarkozy se encuentra ahora con un nuevo Mayo del 68 hecho a su medida.
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