Desde hace 36 horas, Francia se ofrece a sí misma uno de los grandes clásicos de su psicodrama nacional. Decenas de miles de jóvenes magrebíes abuchearon copiosamente el himno patrio La Marsellesa en el estadio de Francia durante un partido amistoso contra Túnez la noche del martes. Nicolas Sarkozy cogió una pataleta y decidió ayer […]
Desde hace 36 horas, Francia se ofrece a sí misma uno de los grandes clásicos de su psicodrama nacional. Decenas de miles de jóvenes magrebíes abuchearon copiosamente el himno patrio La Marsellesa en el estadio de Francia durante un partido amistoso contra Túnez la noche del martes. Nicolas Sarkozy cogió una pataleta y decidió ayer imponer sanciones, en medio de una melée generalizada de la clase política.
Anteanoche, el secretario de Estado de Deportes, Bernard Laporte, y otras personalidades se encontraban en el palco de honor. En las gradas, 60.000 espectadores, muchos de ellos jóvenes franceses de origen magrebí vecinos de la periferia norte de la capital. Con las dos banderas de Francia y de Túnez desplegadas, una cantante de r&b muy popular en Francia y algo hortera, Lââm (de origen franco-tunecino), entonó La Marsellesa a capela. Horror y escarnio: en medio del cachondeo generalizado del público, la pitada fue estruendosa.
Difícil decir si lo que pitaban los jóvenes era el himno nacional y lo que representa, al presidente Nicolas Sarkozy, que estaba por llegar; al seleccionador nacional, Raymond Domenech -que va de derrota en derrota-, o incluso a la cantante Lââm, juzgada en medios del hip hop underground como traidora a las esencias mismas del movimiento.Sin distancias, la clase política francesa, como suele ser costumbre, se tomó el problema como algo gravísimo y hasta imperdonable. Inmediatamente, el personaje más en primera línea, el propio Laporte, saltó al ruedo nacional. Juzgó «escandaloso» lo ocurrido y propuso de ahora en adelante «deslocalizar estos partidos».
«Estupidez profunda»
Por deslocalizar, dijo, se entiende llevárselos lejos de las periferias parisinas y de su población mestiza, a regiones de la Francia profunda, para encontrar lo que calificó de «un público sano». «Los 30.000 tunecinos que son de la periferia de París, si el partido se celebra en Carcasona o Biarritz, pues no irán», dijo el miembro del Gobierno Sarkozy.
Lo del «público sano» ya trae cola. Un miembro de la directiva del Partido Socialista, Malek Boutih, cargó con fuerza y algo de paternalismo contra Laporte: «Sus declaraciones no tienen ningún sentido y son la prueba de una estupidez profunda». En esa línea, se situó también la secretaria del Partido Comunista Francés, Marie-George Buffet, para quien lo importante es comprender «el porqué de ese malestar de ciertas personas en nuestra sociedad».
Sarkozy pudo salvar las apariencias. Seguía el partido a distancia y se quedó «escandalizado» por lo ocurrido. Ayer, despertó como una flor y convocó una reunión urgente. Decisión: a partir de ahora, hizo saber Sarko, todo abucheo a La Marsellesa conllevará la anulación del partido y la suspensión de todos los amistosos con la selección implicada en el incidente.
En paralelo, la ministra de Interior, Michèle Alliot Marie, ordenó investigar las grabaciones de video del estadio de Francia, para procesar a los silbadores por «ultraje al himno nacional». Todo ese ajetreo gubernamental tiene algo de aspaviento: en 2003, el propio Sarkozy -entonces ministro de Interior- había creado la figura delictiva del «ultraje».
Por otro lado, en cuanto a la anulación de partidos en caso de pitada, el presidente de la Federación, Jean-Pierre Escalettes, recordó que eso conlleva una evacuación del público. Y, de alguna manera, pese a acatar la decisión de Sarkozy sobre el papel, advirtió: «Yo no echaría a la calle así como si nada a 50.000 personas».
La vía de castigar sin partido a la gente no parece la manera más apropiada para intentar, como dijo Marie-Georges Buffet, «comprender el porqué de ese malestar» ante el himno por parte de los jóvenes franceses de origen magrebí. Un himno que, por otra parte, sigue siendo, sin lugar a dudas, el más ciudadano y revolucionario de Europa, y grita «¡A las armas, ciudadanos» invitándolos a hacer frente a la tiranía.
Sarkozy ha integrado en su Gobierno a símbolos de las llamadas «minorías visibles», con personajes como Fadela Amara, Rama Yade o Rachida Dati. Lo ocurrido en el estadio de Francia vuelve a demostrar que, no por poner adornos, ha aprobado Sarkozy su asignatura pendiente. La integración real de la gente, la lucha contra la discriminación social de los inmigrantes africanos y magrebíes, y una auténtica unión de la ciudadanía en torno a los símbolos nacionales antes adorados son la última de sus prioriades.
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