El autor, profesor de la UNED, explica cómo en la precampaña electoral Nicolás Sarkozy recurre al populismo con, entre otros, el discurso de mano dura contra los ‘extranjeros’.
Nicolás Sarkozy, para revertir la situación de desventaja que las encuestas le dan respecto del candidato socialista, François Hollande, y habida cuenta de la heterogeneidad ideológica del electorado que necesita para vencer en los comicios de la próxima primavera -que va desde el centro hasta la extrema derecha-, ha optado por un artificio tan pragmático como recurrido: el populismo.
Un populismo que se construye desde dos constantes: la construcción de «enemigos comunes» hacia los que dirigir una programación política y la contradicción como razón de ser. Al respecto, la única manera de conciliar posiciones ideológicas tan diferentes pasa por vaciarlas de contenido. Sólo así se entiende la referencia explícita de Sarkozy el pasado 15-F, cuando alegaba la necesidad de superar categorías extemporáneas de izquierda/derecha en detrimento de otras más adecuadas como fortaleza/debilidad.
El líder del UMP se presenta en esta campaña tras el lema «Trabajo, responsabilidad y autoridad» como un «hombre de Estado», comprometido con la salida de la crisis a base de austeridad, sacrificio y reformas estructurales. Un hombre de cambio cuando, empero, el inmovilismo frente a la crisis ha caracterizado casi toda una legislatura donde, hoy en día, el desempleo roza el máximo histórico desde 1999, del 10%, y la expectativa de crecimiento apenas llega al 0.5%.
En el ideario del «candidato a presidente» y no al revés, como ironizaba Hollande, mercado y sociedad civil encuentran una suerte desigual. De ganar Sarkozy, se aumentará un 2% el gravamen sobre depósitos financieros y entrará en vigor un derivado de «Tasa Tobin» que afectará a las transacciones financieras con un 0.1% sobre las operaciones bursátiles. Ello generará, aproximadamente, 1.000 millones de euros; cantidad similar a la prevista para ayudar a la industria francesa por medio de la creación de un banco ad hoc.
Sin embargo, también tras las elecciones, está previsto el incremento del IVA del 19.6% al 21.2%, lo que supondrá un ingreso de unos 13.000 millones de euros equivalentes al propósito de Sarkozy de exonerar de cotizaciones sociales a las empresas de más de 250 trabajadores. También, será revisada la jornada laboral de 35 horas, entendida como el mal de la productividad francesa por parte de los sectores más conservadores, y que de prosperar contribuirá, muy probablemente, a más trabajo por menos salario.
En el disparadero de Sarkozy hay dos colectivos claramente identificados e íntimamente relacionados para con sus intereses de rédito electoral: los desempleados y los extranjeros. Ambos, a su vez, están relacionados con el viejo recurso populista de De Gaulle, el referéndum, y con la propuesta de Sarkozy de que sea la sociedad francesa quién decida sobre sus designios.
Respecto de los primeros, supone trasladar la responsabilidad de la crisis también a la sociedad civil, haciéndola partícipe mediante un nuevo recorte de derechos sociales, en un proceso de deconstrucción de fondo de uno de los pilares del Estado de Bienestar corporativo francés. Ello pasa tanto por reducir las prestaciones cuantitativas como por la posibilidad de que sean aceptados trabajos con condiciones laborales extra-convenio colectivo.
Lo anterior conectaría con el hecho de que la fraternité francesa contribuya a hacer de los extranjeros un «enemigo» en la medida que representan un colectivo con ciertos derechos y garantías que por las exigencias de la crisis necesitan ser revisados.
Así, el actual presidente francés ha manifestado su propósito, entre otras cuestiones, de flexibilizar y agilizar los trámites de expulsión de los «sin papeles» aparte de recrudecer la política migratoria, reducir el derecho de asilo y controlar los matrimonios mixtos.
De este modo, el populismo de Sarkozy además de instrumentalizar a según qué colectivos para con sus intereses en juego, construye un andamiaje político-electoral con importantes contrariedades de fondo, en las que aquellos que fueron causa de enriquecimiento para los beneficiarios previos a la crisis, hoy son quienes sufren con mayor impacto sus consecuencias.
La suerte está echada y todavía está por ver si los pronósticos que dan vencedor a Hollande terminan cumpliéndose. Como antecedente similar no olvidemos, por ejemplo, la disputa electoral de 2004 entre Kerry y Bush Jr., en la que este último, contra todo pronóstico, y con una campaña igualmente anclada en el populismo, terminó por imponerse.
Fuente: www.diagonalperiodico.net/Sarkozy-o-el-populismo-como-unica.html