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Puerto Rico

Se cae la cortina, hay que organizar la vanguardia

Fuentes: Rebelión

Carmelo Pérez Vega, declamador, maestro y actor, estuvo nueve horas agarrado de la antena en el techo de su casa mientras las corrientes de La Plata, que casi lo arrastran, anegaban su comunidad en Comerío. En otra parte del pueblo, su hermano, el poeta de la revolución socialista, William Pérez Vega, se cuestionaba, mientras especula […]

Carmelo Pérez Vega, declamador, maestro y actor, estuvo nueve horas agarrado de la antena en el techo de su casa mientras las corrientes de La Plata, que casi lo arrastran, anegaban su comunidad en Comerío. En otra parte del pueblo, su hermano, el poeta de la revolución socialista, William Pérez Vega, se cuestionaba, mientras especula que necesitaría un bote para poder cruzar la calle, cómo un pueblo de la montaña llegaba a inundarse de aquella manera. Buscaba echarle una mano a su otro hermano, Ángel Luis, pintor reconocido cuya obra casi completa se perdió al inundarse su casa también en Comerío.

Atacado el 20 de septiembre de 2017 por un huracán descomunal llamado María, trascurridos ocho días de otro con el nombre de Irma, que había dejado el país sin los servicios básicos de agua, luz y comunicaciones y el cierre de calles y avenidas, Puerto Rico sufrió de aguaceros interminables llegados a la cola de los demoledores vientos. En el Caribe de las generaciones recientes siempre supimos que el daño mayor de las temporadas de tormentas (junio a octubre), por más poderosos que fueran las perturbaciones, no es por el efecto directo de los vientos. Es su secuela durante los días postreros. Esto tiene que ver con la dependencia extrema de unas infraestructuras de alta tecnología en comunicaciones, transportación y energía diseñadas por quienes jamás conocieron la ferocidad de la naturaleza caribeña, y quizás responsables primarios de un calentamiento global que es causa última de que los fenómenos atmosféricos sean hoy en todas partes del planeta los más terribles de la historia.

Irma y María tumbaron los últimos hilachos de una cortina por décadas desplegada al interior del cristal de la «vitrina de la democracia». Esta «nueva» realidad puesta ahora al descubierto, dejó ver al mundo y a muchos ilusos e ilusas entre nosotrxs mismxs, la miseria del Puerto Rico de siempre. La Isla en tinieblas, calurosa en extremo y sin agua potable, mostró cuán impotentes son las frías estadísticas que reflejan niveles de pobreza extrema para cerca de la mitad de la población, mientras el equivalente de la otra mitad se ha exiliado en los Estados Unidos por iguales razones económicas, diagnóstico que ha sido la constante a lo largo de más de un siglo. La cortina estaba rasgada desde antes y dejaba entrever las realidades económicas del país, mientras el imperio sustituyó al gobierno electo por una cuadrilla de ladrones llamada Junta de Control Fiscal (al amparo de una ley del Congreso yanqui y a cuyos miembros los nombró el presidente de ese país extranjero) para tratar de cobrar una deuda multimillonaria contraída por los y las colonialistas. Mas los vientos echaron abajo los jirones que le quedaban a la cortina.

Tras los ataques de la naturaleza, las diferencias de clase se hicieron más luminosas en el pálpito de la oscuridad. El sonido ensordecedor y gases tóxicos que los generadores eléctricos emiten para tortura de una mayoría sin ese privilegio, quienes, además, han de soportar el calor postrero que dejó un fenómeno que arrancó de raíz miles de oxigenantes árboles, dan cuenta de que no todos «fuimos creados iguales», para mentís de ciertas letras muertas institucionales.

Por demasiado tiempo nuestro suelo isleño estuvo apagado, sin agua potable en los hogares, pues en cada vez más residencias si no hay luz no hay agua, escaseando todo, desde el agua de consumo y la comida hasta el combustible para mover el auto, mientras llegaba ayuda del exterior que los hampones dentro y fuera del gobierno se robaban para venderlas a sobre precio, con las fuerzas armadas de los Estados Unidos patrullando las calles con órdenes de matar a quienes violaran los toques de queda decretados por el gobernador colonial.

Un rubio presidente extranjero, desconocedor de nuestro idioma e idiosincrasia, vino a llenar un expediente de misericordia y terminó mofándose de nosotras y nosotros. Algunas personas exigimos al rubio lo que nos debe, lo acumulado solo durante el último medio siglo de saqueo económico, es decir, unos 500 billones de dólares, partida de la que podrían cobrar la supuesta deuda de unos 72 mil millones (contraída y malversada por lxs colonialistas inescrupulosxs que gobernaron durante el último siglo en representación de los intereses del gobierno de los Estados Unidos); con los $428 mil millones restantes reconstruiremos a Puerto Rico sin necesidad de ningún tipo de dádiva extranjera, que no sea proveniente del continente al que pertenecemos, América Latina, «ayudas» a las que sí tenemos derechos históricos.

Mientras tanto, con un reinado neoconservador con promesas incumplidas, las convocatorias de las izquierdas se limitan a cada vez menores audiencias, salvo en el caso de las luchas comunales y ambientales que tienen lugar en distintos lugares y épocas, como por ejemplo Peñuelas, Guayama, San Juan, Humacao y Aguadilla, en las que se producen continuos enfrentamientos con la Policía y el sistema judicial, como medio siglo antes lo fueron las luchas contra la explotación minera y el Servicio Militar Obligatorio, y más recientemente contra la marina de guerra de Estados Unidos en Vieques.

La inserción de enclaves económicos extranjeros durante el siglo anterior mantuvo la sociedad boricua en el vaivén de resortes ajenos, movida por intereses foráneos, lo que desarticuló también los ámbitos culturales y políticos aunténticamente puertorriqueños. Durante los años de la postguerra y la llamada guerra fría las izquierdas siguieron la política del browderismo de buscar alianzas con la burguesía, evitando así los enfrentamientos clasistas. Los movimientos populistas poli clasistas asumieron lenguajes proletarios, sembrando la confusión en el movimiento obrero. Ello constituye el germen del colonialismo de cuño social desplegado por Muñoz Marín y sus encubiertos seguidores pos modernos de principios del siglo XXI, ex socialistas del PSP boricua. Mientras aquel abrió fuego inmisericorde contra el nacionalismo albizuista, una avanzada vanguardista y revolucionaria que quedó grabada en el subconsciente colectivo, hoy algunxs «revolucionarixs» de barra y baraja, julinistas para más señas, pretenden asumir el liderazgo de los complejos procesos sociales. Gramsci igual lo advirtió desde prisión: el demagogo busca «servirse de las masas populares, de sus pasiones sabiamente exitadas y nutridas, para los propios fines particulares» (Cuaderno desde la cárcel).

Lo ocurrido no es solo un salto a la miseria (sobre todo la material, pero también la espiritual o moral), lo que durante todo el siglo pasado fue una realidad en Puerto Rico. Es también un desvelo de lo oculto, la realidad de desigualdades sociales abismales, nítidamente expuestas al mundo por los vientos de Irma y María; el trastoque de valores y distorsión de prioridades a lo largo de decenios; el robo diario de recursos destinados a infraestructuras, que descubrimos hoy que estaban pegadas con saliva. Por décadas organizaciones como la UTIER denunciaron el abandono de los sistemas eléctricos y de acueductos, cuyos mantenimientos eran privatizados con el propósito de debilitar los sindicatos, mientras las privatizadoras y los funcionarios públicos corruptos se robaban los fondos públicos en menoscabo de la calidad de las construcciones de infraestructura. Un alcalde muy pintoresco del este de Puerto Rico explicaba cuán listo era él para evitar que lo pillaran. «Si el asfalto que vas a tirar es de tres pulgadas, tíralo de dos -le decía el alcalde al contratista-. La diferencia la abonas a mi cuenta.»

Está en la orden del día:

  1. Miles de compatriotas se sumaron al desempleo y subempleo, que por medio siglo se ha acercado a casi un millón de personas, al ser destruídos sus lugares de trabajo. Congélese sus deudas y constrúyanse nuevas fuentes de empleo basadas en una economía que parta de nuestras materias primas actuales y potenciales.
  2. Decenas de miles de familias trabajadoras se quedaron sin viviendas y sin terrenos mientras los bancos han reposeído unas veinte mil, actualmente desocupadas. Rescatémolas.
  3. Unas mafias cobijadas por el gobierno se apoderan de las compras de las y los humildes. Denunciémoslos y arrinconémoslos con la fuerza de las masas.
  4. Palo Seco y otras plantas generatrices están siendo manipuladas por intereses que quieren privatizar la Autoridad de Energía Electrica. Actuémos en apoyo a los sindicatos que enfrentan al gobierno en este aspecto.
  5. América Latina, en particular Cuba y Venezuela, ofrecieron cuantiosas y esenciales ayudas que fueron rechazadas por el gobierno de los EEUU. Reclamémos lo que nos pertenece porque somos parte de este continente indomable.

Hay que organizar. Este es el momento de una convocatoria a las decenas de miles de mujeres y hombres y sus descendientes que durante el último medio siglo vieron crecer su conciencia social y nacional al confrontarse, por su posición objetiva en la sociedad de explotación, con las crudas realidades hoy absolutamente matizadas. Esa convocatoria a construir una vanguardia es la orden del día, una convocatoria clasista desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera, la única clase social cuyos intereses particulares se corresponden con los intereses generales del resto de las clases y sectores oprimidos. Los y las miles de valientes del día a día, cuyos compromisos de lucha social jamás los quiebran unos vientos de huracán, como los hermanos Pérez Vega, quedarán por siempre reconocidos y reconocidas en una sociedad libre y socialista.

Ángel M. Agosto, Escritor, periodista y activista sindical puertorriqueño.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.