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Se extienden por Gran Bretaña las huelgas espontáneas

Fuentes: El Militante / Socialist Appeal

En la última semana de enero de 2009, comenzó una lucha en la refinería de Lindsey en Lincolnshire. Rápidamente las huelgas se extendieron a Grangemouth en Escocia, Wilton en Cleveland y por todo el país. El viernes 30 de enero, 3.000 trabajadores abandonaron el trabajo en 11 fábricas. El lunes 2 de febrero, miles más […]

En la última semana de enero de 2009, comenzó una lucha en la refinería de Lindsey en Lincolnshire. Rápidamente las huelgas se extendieron a Grangemouth en Escocia, Wilton en Cleveland y por todo el país. El viernes 30 de enero, 3.000 trabajadores abandonaron el trabajo en 11 fábricas. El lunes 2 de febrero, miles más se unieron a la lucha. Los trabajadores de Sellafield, la planta de reprocesamiento nuclear de Cumbria, de la central eléctrica de Didcot, Longannet, Staythorpe, Milford Haven, Selvy, Warrington y Aberthaw dejaron de trabajar. El titular de The Times era: «Una nueva era de malestar industrial». Es un movimiento coordinado, bien organizado, no oficial y totalmente ilegal con las leyes antisindicales británicas.

El movimiento forma parte de una oleada de protesta que ha recorrido Europa desde finales de 2008. Grecia se ha visto convulsionada por las luchas de los estudiantes de secundaria y una cadena de huelgas generales. Ha habido disturbios y manifestaciones en casi todos los países de Europa del Este, en Letonia, Ucrania y Hungría, por nombrar sólo tres países donde en 2009 ha explotado la rabia de los trabajadores. En Islandia, el gobierno ha tenido que dimitir. En Francia el 29 de enero millones participaron en una huelga general contra los recortes y las medidas de austeridad.

Las bases de este ambiente de furia es la creciente conciencia de las consecuencias de la crisis actual y el impacto que tendrán en los empleos y condiciones de vida de la clase trabajadora corriente. En Gran Bretaña la situación no es diferente. Como hemos señalado en otras partes, esta conciencia necesariamente al principio se desarrolla de una manera desigual.

En las noticias hemos podido ver la lucha con imágenes de trabajadores con pancartas en las que se podía leer: «Los empleos británicos para los trabajadores británicos». Esta es la misma frase utilizada por Gordon Brown en 2007, robada del fascista BNP. En su momento condenamos esta consigna por ser racista, y sigue siéndolo. No apoyamos que los trabajadores lleven este tipo de pancartas. Nosotros defendemos la unidad de todos los trabajadores contra los golpes y maniobras de los empresarios.

La mayoría de los trabajadores en huelga son conscientes de que su enemigo es el empresario, IREM en el caso de la refinería de Lindsey. Después de todo, es contra quién están en huelga. The Times (30/1/09) citaba a un huelguista: «La disputa no es contra los trabajadores extranjeros, sino contra las empresas extranjeras que discriminan la mano de obra británica (…) Es una lucha por el empleo. Es una lucha por el derecho a trabajar en nuestro propio país. En absoluto es una idea racista».

Pero también es cierto que el BNP y otros grupos fascistas están arrastrándose en los márgenes de esta lucha. Pero hay que decir que no han conseguido entrar, en algunos lugares les han expulsado de los piquetes. Los fascistas nunca han sido amigos del movimiento obrero.

Gordon Brown ha denunciado la lucha de los trabajadores. Con eso lo que hace es repudiar su propia consigna racista: «Los empleos británicos para los trabajadores británicos no sólo es divisivo. Simplemente no es permisible bajo las leyes de la Unión Europea, que compromete a todos los estados miembros al ‘libre movimiento de mano de obra'».

¿Eso significa que la lucha de los trabajadores es inútil y equivocada? En absoluto. La situación en Lindsey, una situación que se repite por todo el país, es que el trabajo de construcción de estos lugares se subcontrata fuera. Lindsey es propiedad de la norteamericana Total, que contrata el trabajo de ingeniería a Jacobs, que a su vez contrata a IREM, que emplea mano de obra italiana y portuguesa. La razón no es muy difícil de ver. Los salarios medios mensuales en el sector de la construcción británico son de 2.160 libras; en Italia son de 1.386 libras y en Portugal 614 libras mensuales. Estos trabajadores extranjeros son alojados en hostales flotantes amarrados en el Mar del Norte, un sistema calificado de «estilo soviético».

Los trabajadores británicos luchan por el mantenimiento de los salarios y las condiciones laborales en la industria. Aunque no apoyemos la consigna: «los empleos británicos para los trabajadores británicos», sí apoyamos su lucha. Los trabajadores británicos en la práctica son excluidos del empleo mediante el mecanismo de la subcontratación. IREM traerá un equipo completo para hacer el trabajo. Las vacantes de empleo no se anunciarán en Gran Bretaña. En la búsqueda incansable por bajar los salarios, los trabajadores británicos efectivamente son discriminados por IREM. Si eso no es ilegal debería de serlo.

Existe una ofensiva de la clase dominante contra los trabajadores a través de las instituciones de la Unión Europea. El Tribunal de Justicia europeo ha emitido una serie de sentencias hostiles respecto a la interpretación de la aplicación de la directiva que regula las condiciones laborales de los trabajadores en el extranjero, limitándola lo máximo posible, y esta ofensiva tiene implicaciones importantes para todos los trabajadores dentro de la UE. Básicamente, el tribunal ha dado luz verde a los empresarios para que viajen por el mercado laboral europeo y así intentar reducir los niveles de vida por todo el continente.

Mediante el pantano de los subcontratos esperan desviar la responsabilidad de las empresas, pretenden dividirnos para controlarnos. Nuestra respuesta debe ser la lucha por el mantenimiento de los niveles de vida luchando por el derecho al trabajo de todos los trabajadores, británicos o extranjeros.

Una de las ironías de la situación es que las represivas leyes antisindicales tories se han mantenido durante todos los años de Nuevo Laborismo. En consecuencia, esta lucha es ilegal y Brown no pueden apelar a la naturaleza cautelosa de los dirigentes sindicales para que encarrilen el movimiento.

Por su parte, las cúpulas sindicales están furiosas con el Nuevo Laborismo por su supina aceptación de la ofensiva de los empresarios de la UE. Los sindicatos llevan años planteando los peligros de esta directiva laboral de la UE y llegaron a un acuerdo con el gobierno en 2007, en Warwick, para legislar la defensa de las condiciones laborales. Desgraciadamente, el Nuevo Laborismo estaba demasiado ocupado engordando a los empresarios.

Paul Kenny, secretario general del sindicato GMB, comenta: «Comprensiblemente, los trabajadores británicos están furiosos porque son excluidos de los empleos simplemente por ser británicos. El gobierno laborista es consciente de esta cuestión y había prometido solucionarla, pero no ha cumplido su promesa».

La lucha de los trabajadores realmente está dirigida contra los empresarios que utilizan el truco de las subcontratas para eludir los acuerdos colectivos que los sindicatos británicos han defendido durante décadas para mantener los niveles en la industria de la construcción. Los trabajadores que están participando en una lucha justa deben ser apoyados. Pero sólo ganarán si el movimiento se basa en el principio de la unidad de la clase obrera.