Dos años después de que Kosovo declarara su independencia, Serbia ha logrado frenar su reconocimiento internacional con su recurso ante la Corte de Justicia de la ONU. Paralelamente, trata de socavar la integridad del país manteniendo bajo su control, con desigual resultado, a los enclaves de mayoría serbia en Kosovo.
El 17 de febrero es el día grande de Kosovo. Corría el año 2008 cuando ese día proclamó su independencia poniendo fin a una situación de interinidad marcada por la resolución 1.244, que situaba, sobre el papel, el enclave bajo soberanía serbia pero lo mantenía bajo administración internacional.
Dos años después, y más allá de las celebraciones, el proceso de Kosovo hacia su independencia real está sumido en un impasse, en parte forzado por el constante torpedeo serbio, pero del que también son responsables los que lo tutelaron desde el principio -EEUU y la UE- y las autoridades de Pristina.
Serbia no ha ocultado nunca sus cartas. Amparándose en el sostén de Rusia y en el vértigo de algunas cancillerías europeas -caso de la española-, Belgrado logró desde un inicio limitar el número de países que iban reconociendo, con cuentagotas, al aún incipiente Estado.
65 son los países que hasta la fecha lo han reconocido -sus banderas adornaban ayer la principal avenida de la capital, Pristina-. Pero el proceso se vio frenado cuando la Corte Internacional de Justicia de la ONU admitió y abrió en noviembre audiencia sobre un recurso a esta declaración interpuesto por el Gobierno serbio. El ministro de Exteriores, Vuk Jeremic, alardeaba ayer explícitamente del éxito de la maniobra.
El veredicto se espera en los próximos meses y, aunque no tiene carácter vinculante, el titular kosovar de Exteriores, Skender Hyseni, reconoce que muchos países están pendientes del mismo. El dictamen puede ser decisivo para un país ya integrado en el FMI y en el BM pero que aspira a formar parte de las Naciones Unidas como miembro de pleno derecho. Pese a ello, Pristina ya ha advertido de que, pese a un eventual veredicto desfavorable, el proceso «no tiene marcha atrás». Belgrado insiste en poner el reloj a cero y forzar una nueva ronda negociadora tras el fracaso de los contactos en 2007.
La minoría serbia
Pero la batalla también se juega dentro de Kosovo, en los enclaves de mayoría serbia.
Belgrado ha conseguido hasta la fecha mantener bajo su control los enclaves fronterizos del norte, personalizados en Mitrovica, a donde la Administración kosovar no ha llegado.
No ocurre lo mismo en algunos de los enclaves serbios situados en el interior y rodeados de población de etnia albanesa.
El boicot serbio a las elecciones locales de noviembre, total en Mitrovica, registró fisuras en otros enclaves, en lo que Pristina ve como un inicio de la integración de la minoría serbia en las instituciones kosovares.
Con todo, el presidente de Kosovo, Fatmir Sejdiu, acusó ayer a Serbia de «impedir, inyectando cientos de millones de euros, que los ciudadanos serbios se integren en la vida social e institucional» de Kosovo.
No le faltará razón, pero la situación económica de Kosovo tampoco invita a ello. La ola de huelgas que tiene lugar actualmente presagia una «primavera caliente» en uno de los países más empobrecidos de Europa. Y, sin negar la que corresponde al Gobierno de Pristina, los tuteladores de Kosovo tienen una responsabilidad directa en esta situación. Por acción u omisión.
http://www.gara.net/paperezkoa/20100218/183581/es/Serbia-hostiga-Pristina-desde-dentro-desde-fuera