El problema fundamental a que se enfrentan todos los partidos políticos de Irlanda del Norte no es el restablecimiento de las instituciones sino qué hacer con una entidad política fallida, encerrada sin poder hacer nada en el Reino Unido.
La recién nombrada líder del Sinn Féin en Irlanda del Norte, Michelle O’Neill, se enfrenta a una tarea desalentadora cuando comienza a guiar a su partido durante un período de incertidumbre en los seis condados.
A pesar de ser una mujer de considerable experiencia política y capacidad como ministra saliente de Salud en la Asamblea de Stormont, se enfrenta a varios retos difíciles. No sólo tiene un breve período preparatorio antes de conducir al partido a las elecciones del 2 de marzo, sino que se enfrentará inmediatamente después con unas negociaciones, que deben ser fructíferas, con el Partido Unionista Democrático (DUP) sobre el establecimiento de un Ejecutivo, y esa puede ser la parte fácil.
El problema fundamental a que se enfrentan todos los partidos políticos de Irlanda del Norte no es el restablecimiento de las instituciones sino qué hacer con una entidad política fallida, encerrada sin poder hacer nada en el Reino Unido.
Aunque puede haber un pequeño grado de deslizamiento electoral para ambos partidos principales, el Sinn Féin y el DUP probablemente seguirán siendo los dos grupos más grandes de la Asamblea. Gracias a la limitada capacidad de la oposición de Stormont, sin mencionar la ausencia de una alternativa visible más allá de esa institución, los anteriores socios de la coalición surgirán como los únicos candidatos para la oficina ejecutiva.
Cualquiera que sea el resultado electoral, es indudable que hay una gran brecha a ser superada si se va a formar un Ejecutivo en las semanas posteriores a las elecciones de comienzos de marzo. Sinn Féin ha sido criticado por sus propios partidarios por su inepto y a menudo contradictorio manejo de los primeros días del escándalo de los Incentivos de Energía Renovable (RHI), también conocido como el escándalo de «dinero por ceniza», que se centra en un fracasado plan de incentivos de energía renovable que le costará al erario público casi 500 millones de libras esterlinas (cerca de 1,8 billones de pesos colombianos). El partido se mostró reacio a derribar a la Asamblea y se sintió enojado cuando se vio obligado a hacerlo y así desencadenar una elección. Michelle O’Neill se verá obligada, por lo tanto, a recoger algunas concesiones notorias del DUP antes de volver a entrar en la coalición.
La líder del DUP, Arlene Foster, por el contrario, prácticamente ha apostado su reputación en actuar duro con el Sinn Féin, al mismo tiempo que rechaza cualquier responsabilidad por el fiasco de RHI. Esto indica la probabilidad de un estancamiento, seguido por el gobierno directo de Londres, durante al menos unos meses.
Hubo un tiempo en un pasado no muy lejano, cuando Londres y Dublín habrían reaccionado con cierta alarma ante la perspectiva de romper las relaciones entre los partidos políticos de Irlanda del Norte. Ya no. En pocas palabras, prácticamente no hay perspectivas de que esta ruptura en la Asamblea conduzca a una actividad armada generalizada y, en todo caso, los gobiernos irlandés y británico están ahora luchando con lo que ambos consideran una cuestión mucho más importante: Brexit.
Por lo tanto, los beligerantes políticos del Norte pasarán a un segundo plano hasta que Theresa May encuentre tiempo para enviar a alguien a forzar un acuerdo.
Sin duda, algún arreglo se alcanzará tarde o temprano. Ambas partes son muy conscientes de lo que puede suceder cuando las instituciones políticas locales se congelan. Sin las estructuras presentadas por la existencia de una administración descentralizada y la plataforma pública que esto ofrece, los partidos electorales tienden a estancarse y hasta marchitarse. Sinn Féin y el DUP son muy conscientes de lo que le sucedió al Partido Unionista del Ulster y al SDLP como resultado del prolongado período de gobierno directo durante los años ochenta.
Sin embargo, ambas partes están atrapadas. Stormont, tal como está ahora constituido, les permite ejercer cierta influencia pero no concede ningún poder real. La reciente sentencia de la Corte Suprema de Gran Bretaña en relación con el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, es decir, Brexit, dejó esto muy claro cuando «declaró por unanimidad que las administraciones descentralizadas no tienen que ser consultadas y no tienen derecho a vetar el Artículo 50…». Podría haber añadido que, privada como está de autoridad fiscal y política, esto se aplica a todos los demás asuntos de importancia que se presenten a la Asamblea.
Lo que empeora las cosas es el hecho de que quienes han administrado los seis condados en los últimos diez años no tienen un plan concreto para mejorar la situación. Por el contrario, se han encontrado en la posición poco envidiable de tener que gestionar sus responsabilidades dentro de los parámetros dictados por los gobiernos de Londres.
La pobreza de su respuesta a esto ha sido evidenciada por iniciativas débiles tales como la propuesta de reducir el impuesto a las corporaciones y los llamados del primer y diputado primer ministro a las transnacionales extranjeras para venir y explotar la economía de bajos salarios del Norte.
Por otra parte, ahora parece que la ausencia de un control significativo sobre la economía puede haber jugado un papel significativo en el escándalo de RHI. Aproximadamente el 45 por ciento de esta subvención se asignó a la industria avícola. Un observador imparcial podría ser perdonado por pensar que se trataba, de hecho, de una subvención encubierta para una industria de baja tecnología que, sin apoyo, podría haber sido fácilmente socavada por la competencia desde el extranjero.
Curiosamente, la asignación del esquema a los avicultores fue reportada por el boletín desde agosto de 2014, un hecho que puede requerir respuestas de la entonces ministra de Agricultura, Michelle O’Neill.
Cualquiera que sea la conclusión que eventualmente se extraiga de las investigaciones sobre este asunto, expone debilidades inherentes en las estructuras políticas y económicas de Stormont. La entidad política del Norte es una región periférica del Reino Unido, encerrada en la órbita política y económica de Londres. Incapaz de trazar su propio rumbo, Irlanda del Norte se ve reducida a operar una política económica oportunista, regulada y contaminada a través de la práctica mezquina de la política sectaria.
Por lo tanto, mientras la Asamblea y el Ejecutivo puedan eventualmente ser restaurados, seguirán soplando y soplando y haciendo poco para mejorar la deprimente porción de la clase obrera de la región.
Al igual que con tantos otros estados fracasados por su pasado colonial y el capitalismo contemporáneo, el Norte necesita una estrategia transformadora. Esto requiere franqueza, honestidad y una voluntad de contemplar opciones que no complacerán a todos. El estado norteño, tal como está ahora constituido, es un fracaso y tiene que ser reemplazado. Que tal cambio ocurrirá ya no está en duda. La caída de Brexit, el desencanto escocés con Londres y los cambios demográficos son algunos de los factores que lo garantizan.
Simplemente esperar que los eventos tomen su curso, sin embargo, no es una opción en el volátil escenario político que es Irlanda del Norte. El único enfoque responsable es asegurarse de que el cambio ocurra bajo las mejores condiciones posibles y con el máximo apoyo de la clase obrera. Para ello será necesario introducir un programa que demuestre (incluso si no puede ser implementado de inmediato) un camino claro y razonable hacia una sociedad nueva y mejor. Hay que dar prioridad a las cuestiones centrales que afectan negativamente a las comunidades de la clase obrera y encontrar soluciones a corto, mediano y largo plazo.
No toma mucho tiempo enumerar las áreas problemáticas que formarían la base de un programa transformador. Al igual que en la República, hay una crisis de alquiler de vivienda y destechados en el Norte que sólo puede ser abordada por una estrategia integral de vivienda pública. La privatización progresiva del Servicio Nacional de Salud tiene que ser detenida y revertida. Los derechos de los trabajadores deben definirse, afirmarse y defenderse. Debe darse prioridad al cuidado adecuado de los ancianos. Y la mayor mancha de todas, los bancos de alimentos ubicuos en la Irlanda del Norte del siglo XXI, debe ser abordada y que dejen de ser necesarios para siempre.
Para implementar tal estrategia será necesario construir un movimiento alrededor de las fuerzas progresistas e identificar una metodología para enfrentar la situación. Seamos honestos: esto no será fácil, pero la alternativa es no hacer nada y tolerar el fracaso existente, mientras esperamos que la situación empeore inevitablemente.
Como socialistas, sin embargo, creemos que podemos tener éxito en este esfuerzo, porque siempre ejercemos el «optimismo de la voluntad», incluso en el norte de Irlanda.
Fuente: Socialist Voice
Traducción de David Moreno