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La ONG Women’s Link Worldwide denuncia la situación de las refugiadas sirias en el puerto griego

Sobrevivir en el infierno de El Pireo

Fuentes: Rebelión

En el quinto año de conflicto, la guerra de Siria ha causado 4,8 millones de refugiados, según ACNUR, que han abandonado sus hogares y buscado puerto seguro en países vecinos. Sólo en el Líbano se hallan más de un millón de sirios. Los menores son los más afectados por este conflicto. Más de ocho millones […]

En el quinto año de conflicto, la guerra de Siria ha causado 4,8 millones de refugiados, según ACNUR, que han abandonado sus hogares y buscado puerto seguro en países vecinos. Sólo en el Líbano se hallan más de un millón de sirios. Los menores son los más afectados por este conflicto. Más de ocho millones de niños padecen las consecuencias del conflicto que se vive en Siria y una parte de Irak, de los que 2,4 millones son refugiados en Turquía, Líbano, Jordania, Irak, Egipto y otros países norteafricanos. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados destaca que la guerra de Siria supone la mayor «emergencia» humanitaria a la que actualmente ha de hacer frente.

En el puerto de una ciudad del sudoeste griego, El Pireo, ubicada en la periferia del Ática, la ONG Women’s Link Worldwide ha recogido testimonios entre el 29 de mayo y el 6 de junio de 2016 sobre sobre las circunstancias a las que se enfrentan mujeres y niños migrantes que entran en Europa. Anin, de 36 años y procedente de Alepo, es uno de las voces incluidas en el informe «Atrapadas en Europa ¿Dónde está la dignidad?». Está casada con un sirio que se halla en Alemania con dos de sus hijos, mientras ella se encuentra en el puerto de El Pireo, afectada de asma por las condiciones en las que malvive. «Nos fuimos de Turquía porque no me dejaban inscribir a los niños en la escuela, y ahora tampoco tenemos esa posibilidad», afirma. Sus hijos en Alemania ya están escolarizados. «Tuvieron que recoger basura para ayudarnos a sobrevivir en Turquía».

Además de la investigación en El Pireo, Women’s Link Worldwide realizó otro viaje exploratorio a Grecia y Turquía entre el 23 de abril y el 1 de mayo de 2016. En los dos casos la ONG ha certificado las «sistemáticas» violaciones de los derechos humanos y las «tremendas» condiciones que sufren las personas refugiadas, particularmente las mujeres y los niños. El documento «Atrapadas en Europa ¿Dónde está la dignidad?» aporta los relatos de doce mujeres que huyeron de la violencia en Siria y que a finales de mayo y primeros de junio se encontraban en el puerto de El Pireo, «atrapadas y sin los derechos más básicos». Uno de los testimonios recuerda que cada día el ejército griego reparte -en horario variable- macarrones, patatas y alguna naranja. «Algunas llevamos 40 días en este lugar y somos incapaces de seguir comiendo lo mismo; la escasez de una alimentación medianamente equilibrada, que no nos haga sentir como un rebaño de animales a quienes se tira cualquier cosa comestible es desesperante». Se limitan a ingerir alguna fruta. «El resto de la comida se queda donde la dejaron».

El Pireo es el mayor puerto marítimo de Grecia y figura entre los diez más destacados de Europa por tráfico comercial. En el momento de realizarse el informe, cerca de 1.300 personas de diferentes nacionalidades vivían ocupando un área de aparcamiento de vehículos y camiones en la zona portuaria. El número de refugiados aumentó significativamente por el cierre de la ruta de los Balcanes y el desalojo del campo de Idomeni a finales de mayo de 2016, así como por la entrada en vigor del acuerdo entre la UE y Turquía el pasado mes de marzo. El acuerdo establecía la expulsión al país otomano de los refugiados que llegaran a Grecia tras esa fecha. Además, el documento de Women’s Link Worldwide recuerda que la llegada masiva de refugiados a las islas de Lesbos y Kios desde las costas de Turquía, obligó a las autoridades helenas a llevar a cabo un improvisado traslado de miles de personas a la península. El Pireo se convirtió en un punto de tránsito. En el comienzo del verano, cuando tuvo lugar el trabajo de la ONG, el calor se tornaba insoportable en el interior de las tiendas de campaña del puerto.

Zahraa, de 35 años, vivía en Alepo y ha realizado la travesía sola con sus hijos. Su marido se quedó en Argelia. Ella padece migraña, anemia y osteoporosis. «Mis hijos están enfermos; el pequeño tiene una erupción cutánea en los genitales y cuando le llevé al médico del campo, me dijo que lo que tenía que hacer era lavarlo más; pero aquí no hay agua caliente», explica Zahraa sobre la experiencia en el puerto de El Pireo. «Es imposible cuidarlo en estas condiciones». Cuando le informó al doctor de que sufría asma, éste no le dio respuesta alguna. Otro de sus hijos no consigue hablar y su hermano se orina encima desde que partieron de Siria. Desde que salió de Alepo, la mujer intentó pasar inadvertida: «Si alguien me insulta o me dice algo, hago como si no lo hubiera escuchado». Viaja sola con cuatro menores, «sin nadie que me defienda; soy una mujer sin hombre y en este camino eso es complicado», explica.

Cuando llegaron al puerto, las personas refugiadas buscaron resguardo en una nave industrial de la llamada zona E1 de El Pireo. El espacio hizo de cobijo para centenares de familias, donde las ONG les asistieron con ropa y comida. Después de unos meses fueron obligados a abandonar la nave, de manera que ocuparon el área del aparcamiento divididos por nacionalidades. En cuanto al grupo de mujeres entrevistadas por Women’s Link Worldwide, sus tiendas de campaña se emplazaban (en el momento de publicarse el documento) debajo de un puente, en la zona menos visible de El Pireo. Se trata de un lugar sin letrinas ni acceso a agua potable, por ello las mujeres se organizaban para, en compañía, recoger agua o ir a asearse en el baño «mientras evitan las miradas de los hombres», apunta el informe de la ONG. Las mujeres disponen de cuatro duchas, de las que sólo sale agua fría y pueden estar bajo el agua seis minutos. Gracias a una organización de derechos humanos británica, podían acceder a dosis de jabón y champú que se terminaban a media mañana. Las letrinas portátiles, utilizadas por hombres y mujeres, se limpiaban dos o tres veces por semana. Algunas mujeres sirias preferían no utilizarlas.

De tanto en tanto, varias ONG podían entrar en el puerto para realizar un seguimiento del estado de las personas refugiadas. Se trata de visitas cortas. «A veces acude algún médico, pero no consigue transmitir tranquilidad a las mujeres pues no les garantiza el acceso a un hospital en caso de situación grave», destaca Women’s Link Worldwide. Tampoco administrarles el remedio que necesitan. «La falta de un protocolo común de actuación entre las organizaciones sociales que prestan servicios en El Pireo impide que se puedan abordar las graves violaciones cotidianas que se registran en el lugar», lamentan las redactoras del informe. Las ONG y las mujeres entrevistadas coinciden en que los casos de violencia -incluida la de tipo sexual- tienden a aumentar. Tanto en el puerto de El Pireo como en otras zonas de tránsito para las personas refugiadas, los procedimientos de petición de asilo son de acceso difícil. «En la práctica no funcionan», zanja el informe.

En la zona portuaria la petición de asilo ha de plantearse mediante videoconferencia. Para ello, se ha de contactar con una dirección que figura en una hoja informativa que sólo está escrita en griego. Según la lengua materna de la persona refugiada, la conexión tiene lugar a un día y hora específica. Las refugiadas sirias en el puerto de El Pireo han criticado esta fórmula, que hace casi imposible la iniciar el proceso de petición de asilo. De los testimonios de 12 mujeres sirias, con edades que oscilan entre 16 y 50 años, el documento de Women’s Link Worldwide extrae la siguiente conclusión: «La incertidumbre ha hecho que muchas estén consumidas físicamente, atormentadas por la duda de si fue una equivocación haber sacado a sus hijos de Siria, para evitar los efectos de la guerra, a cambio de una vida inhumana». Se da un punto de máxima desesperación, pero ellas no pierden los nervios. Cuidan de su familia al tiempo que muestran su decepción por el trato que les dispensa la Unión Europea. A la mayoría de estas mujeres se las ve físicamente muy delgadas: se privan de comida para alimentar a los vástagos. Cuando cuentan dolor del éxodo -la salida de Siria, o las humillaciones en Turquía y Europa- se emocionan y lloran.

Somod tiene 50 años y es viuda desde hace 15. Originaria de Alepo, ha viajado en grupo con cuatro de sus hijos, dos nietos y dos nueras embarazadas. Con habla pausada, describe la llegada al puerto de El Pireo: «nos dijeron que iban a darnos una caravana, y que dos ONG estaban registrando a los nuevos refugiados para informar a las autoridades y, así, empezar el trámite de las peticiones de asilo». ¿Qué ocurrió sin embargo a la llegada? Les impidieron la entrada con el argumento de que se clausuraría el recinto portuario en dos días. «Aun así, nos colamos», destaca. Los hombres lograron saltar la valla y por debajo abrieron paso a las mujeres. La policía practicó algunas detenciones pero, al comprobar que los migrantes no pensaban abandonar el lugar, les ofrecieron una tienda de campaña y mantas. Instaladas, están de acuerdo en que la principal dificultad es el miedo.

«Es cierto que físicamente podemos ser débiles, pero la coraza que nos hemos tenido que construir tras meses -algunas incluso años- huyendo de Siria, nos ha hecho fuertes y permitido seguir adelante». Aicha, de 24 años, con cuatro hijos y embarazada de tres meses (en el momento de publicarse el informe) consiguió abandonar Raqqa. Muestra los pies heridos por los cortes y las llagas. El médico le dijo, al chequear su embarazo, que el bebé estaba muerto. No le explicó cómo tenía que actuar. Al enfermar por la ingesta de un pollo caducado que le ofrecieron en el campamento del puerto, le practicaron una ecografía en el hospital. «Me dijeron que todo estaba bien». Es la rutina de las mujeres refugiadas, concluye el informe, «alejadas de los pensamientos de los turistas que llegan a Grecia para disfrutar de las bellas islas del Mar Egeo».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.