«Más que las iniciativas legislativas en el parlamento, la movilización en la calle». Ésta es la receta del veterano sindicalista francés y profesor de secundaria jubilado, Patrick Chopaut, para hacer frente a la ofensiva neoliberal que vive actualmente Europa. Desde su militancia en la Union Syndicale Solidaires, donde trabaja en cuestiones vinculadas al Estado Español […]
«Más que las iniciativas legislativas en el parlamento, la movilización en la calle». Ésta es la receta del veterano sindicalista francés y profesor de secundaria jubilado, Patrick Chopaut, para hacer frente a la ofensiva neoliberal que vive actualmente Europa. Desde su militancia en la Union Syndicale Solidaires, donde trabaja en cuestiones vinculadas al Estado Español y América Latina, Choupaut ha participado activamente en las protestas desarrolladas durante los últimos meses en Francia, centradas en la reforma de las pensiones.
Considera que el carácter «masivo» de la movilización llegó a ser una «sorpresa» para el movimiento sindical, «con unas cúpulas dirigentes que en muchos casos se vieron desbordadas por las bases obreras». En todo el ciclo de huelgas francés, Choupaut resalta dos elementos: la unidad de acción entre las organizaciones sociales y la presencia de jóvenes y estudiantes. Además, un fuerte sentido de la solidaridad impregnó todas las acciones.
El viejo continente vive una ola de reformas liberales y, salvo excepciones como Francia o Grecia, la izquierda parece desaparecida. ¿Cuál es la vía de actuación?
La mejor forma de presionar a los gobiernos es la movilización popular, más que los parlamentos. Hay que salir a la calle para defender conquistas populares que Sarkozy se ha empeñado en liquidar. Por ejemplo, la reforma de las pensiones se ha realizado siguiendo el dictado de la patronal. Por otro lado tenemos a la izquierda institucional -el partido socialista- que en la cuestión de las pensiones no plantea remedios muy diferentes a los de Sarkozy.
El último ciclo de movilizaciones ha convertido a Francia en referente para cualquier intento de reavivar la protesta en al calle. ¿Cuál es el balance?
Opino que muy positivo. Sobre todo porque, aunque en el último momento haya decaído la movilización, algo que también es normal, las huelgas han servido para preparar a la gente de cara a los nuevos combates que se avecinan. Es cierto que no hemos parado la reforma de las pensiones, pero también lo es que mucha gente ha conocido y asimilado conceptos como el de «huelga reconducible». Después de la reforma de las pensiones, Sarkozy y la patronal amenazan con un proyecto de destrucción del sistema de seguridad social y del Código del Trabajo.
¿A qué se refiere con la idea de «huelga reconducible»?
Se trata de una forma de huelga que inventaron en Francia los conductores ferroviarios en 1989 y que se generalizó a partir del año 1995. En síntesis, significa que las cúpulas sindicales tienen la obligación de indicar al gobierno que existe la posibilidad de que se organice un paro. Pero es la gente quien después decide, de manera asamblearia y sobre el terreno, si la huelga se realiza o no. Es decir, se «reconduce» la protesta, se prolonga o no en función de los intereses de cada momento. Este sistema ha permitido prolongar huelgas en varios sectores.
Esto remite a una tensión entre los dirigentes y las bases de las organizaciones sindicales.
Así es. De hecho, durante las últimas huelgas las bases no funcionaban del mismo modo que las cúpulas. En muchos lugares la gente tomó decisiones por sí misma. Y decidieron prolongar los paros. Ocurrió en las refinerías, en el sector ferroviario, la industria química, educación y hospitales, entre otros. Por ejemplo, en la CGT, el sindicato mayoritario en Francia, ha habido fuertes contradicciones entre la opinión del secretario general y la dirección, por una parte, y los militantes, por otra.
A pesar de estas contradicciones, uno de los elementos más positivos ha sido la unidad de acción.
Se consiguió articular un movimiento en el que figuraban ocho sindicatos de trabajadores y otros dos de estudiantes universitarios y de secundaria. Lo relevante es que esta unidad genera confianza, sobre todo en la gente que participa por primera vez en las luchas. Pero ya digo que ante una diversidad tan grande fue difícil mantenernos juntos.
¿Se auguraba un periodo de tantas movilizaciones?
Es curioso pero hace seis meses nadie pensaba que tanta gente podría salir a la calle en Francia. Lo que estalló en los meses de septiembre y octubre respondía a un malestar de fondo que fraguaba lentamente sin que pudiera visibilizarse. De esta experiencia hemos de extraer una lección. A veces los militantes pensamos que todo es muy difícil , pero nunca hay que desesperar.
¿Significa esto que la reforma de las pensiones impulsada por Sarkozy fue sólo el catalizador del descontento popular?
El tazón estaba lleno y la cuestión de las jubilaciones sólo contribuyó a desbordarlo. Actuó como detonante de las diez jornadas de protesta. La primera, en marzo, luego hubo otra en junio, pero la cosa empezó en serio el 7 de septiembre, cuando 1,5 millones de personas salieron a la calle. Y las luchas aumentaron progresivamente de tono hasta el 28 de octubre, fecha en la que se dio un ligero descenso. Lo más importante es que en dos jornadas salieron a la calle tres millones de personas. Esto no se veía en Francia desde hace muchos años.
¿Constituyó otra sorpresa la masiva participación de los estudiantes y los jóvenes?
En Francia hay una tradición de movilización estudiantil que se reproduce de manera cíclica. Y no sólo pienso en mayo del 68. Una de las primeras respuestas a la ocupación nazi la desencadenan los estudiantes. Además, otro elemento positivo de las últimas huelgas es la gran implicación de los jóvenes en las luchas contra la reforma de las pensiones. Demostraron ser conscientes que el incremento en la edad de jubilación disminuía sus posibilidades de encontrar un empleo.
Por último, ¿qué factores contribuyeron a mantener una lucha tan larga?
Algunos ya citados como la unidad de acción o las «huelgas reconducibles» con participación muy activa de las bases sindicales. A ello debemos sumar la aportación esencial de jóvenes y estudiantes conscientes. Pero también se dio un factor nuevo, la «huelga por delegación», en cuyas raíces había un sentido muy profundo de la solidaridad. Esto significa que, en las pequeñas empresas, con un patrón muy cercano y donde ejercer el derecho de huelga es muy difícil, los trabajadores entregaban dinero para apoyar a los huelguistas. Es decir, apoyaban el paro de manera indirecta o «por delegación».
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