Traducido por Megachip. Revisado para Rebelión por Gorka Larrabeiti
Pido disculpas por el uso del inglés, pero la tentación del juego de palabras es fuerte. Sweep significa «quitar de en medio o barrer», SWIFT está por Society for Worldwide International Financial Transactions, que quiere decir Sociedad para las Transacciones Financieras Internacionales.
El día 11 de febrero de 2010, el Parlamento Europeo eliminó un acuerdo con los Estados Unidos y la Unión Europea, que en esencia permitía a los servicios secretos estadounidenses controlar todos los flujos financieros mundiales, con «fines de lucha contra el terrorismo internacional». A ver si nos entendemos, los Estados Unidos llevan controlando esos flujos, con o sin autorización europea, desde el 11 de septiembre de 2001, basándose en los servidores de los que disponían en el interior de su territorio. No se sabe muy bien el uso que han hecho de ello.
Es más no se sabe nada. Pero no es difícil comprender que esos datos son muy sensibles y pueden servir para controlar no sólo la honradez del comportamiento de uno u otro banco, sino, por ejemplo, las decisiones de uno u otro gobierno. Y aquí la cosa se pone más densa y llena de incógnitas. También porque no solo pone en tela de juicio la soberanía de los enemigos, sino también la de los amigos aliados.
¿Qué ha sucedido? Que Washington exageró. Para hacer que SWIFT respondiera mejor a sus necesidades (en estos tiempos de crisis en que se trabaja duro para eliminar los trillones de dólares falsos producidos por la Federal Reserve), trasladó parte de sus funciones a algunos servidores de Holanda y Suiza. Y a partir de ese momento, según la legislación europea, tenía que pedir permiso.
Fue entonces cuando se abrió la falla.
Y es que, además, el Consejo de Ministros de la Unión Europea, cuyos líderes, como bien se sabe, anteponen los intereses americanos los del resto del planeta, Europa incluida, aprobó a toda prisa, un día antes de la entrada en vigencia del Tratado de Lisboa, un acuerdo que le concedía a los Estados Unidos, la plena libertad de administración de esos datos.
¿Por qué un día antes? Porque el Tratado de Lisboa, que entraba en vigencia el 1 de diciembre de 2009, prevé que el Parlamento tenga, por primera vez, el poder de «co-decisión» en el tema. Es decir, sin su consenso, no se pueden tomar decisiones.
La zorrería de los ministros de Economía no le ha gustó al Parlamento, así como tampoco a un sector de líderes europeos de peso. Resultado: la semana pasada la Comisión Jurídica del Parlamento votó un rechazo a la medida con 29 votos contra 23. Y el jueves día 11 la Asamblea la rechazó con 378 votos en contra, 196 favorables, 31 abstenciones.
Una derrota que le duele a Washington, que había insistido hasta el final y que con amenazas había intentado que Europa diera el brazo a torcer. Hillary Clinton intervino con el Presidente del Parlamento, para avisar de serias reacciones diplomáticas americanas. «Si el Parlamento rompiera el acuerdo – añadió el embajador estadounidense en Bruselas, William Kennard – no estoy seguro de que las agencias de Washington seguirían discutiendo sobre este tema con los altos cargos europeos». O sea: ya no lucharemos contra el terrorismo junto a vosotros. El consejero para la Seguridad Nacional, James Jones, se dirigió directamente al Parlamento pidiendo la salvaguardia del acuerdo.
Había quedado claro que el partido ya estaba perdido antes de comenzar, cuando se vio que hasta el Partido Popular, con sus 265 votos, liderado por el alemán Werner Langer, se había pronunciado contra, seguido por Viviane Reding, la Comisaria europea de Justicia y por la ministra alemana de Justicia, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger. Hasta la BKA, agencia federal de la policía alemana, había publicado un documento que sostenía que el acceso a esos datos era «inútil» en la batalla contra el terrorismo internacional.
En otras palabras: muy pocos en Europa creen que los Estados Unidos usen esos datos (que seguramente son preciosos) con ese objetivo. Por lo tanto, es mejor no dárselos.
Así el Parlamento Europeo hizo un ademán de soberanía, que dice mucho del pésimo estado de las relaciones interatlánticas. Naturalmente no todos los motivos son tan nobles.
Los conservadores europeos dijeron no a EEUU para defender el secreto de las transferencias bancarias de sus electores, mucho más que para defender la soberanía europea o el derecho de los ciudadanos europeos a no ser vigilados por el Gran Hermano.
Por el momento, el acuerdo está cancelado.
Pero es cierto que tanto Washington como muchos de los gobiernos amigos de Estados Unidos volverán a la carga para conseguir que los distintos grupos parlamentarios den su brazo a torcer. Lo que se está en juego es la información de los 15 millones de transacciones financieras que tienen lugar cada día entre los 8000 bancos e institutos financieros del planeta.