El título del artículo hace referencia a dos aspectos, no puede defraudar porque se convertiría en una nueva versión de la socialdemocracia griega y europea y con ello sellaría su defunción, pero tampoco puede defraudar porque llevaría a la decepción y la desmoralización a los votantes que han depositado su esperanza en ella y a […]
El título del artículo hace referencia a dos aspectos, no puede defraudar porque se convertiría en una nueva versión de la socialdemocracia griega y europea y con ello sellaría su defunción, pero tampoco puede defraudar porque llevaría a la decepción y la desmoralización a los votantes que han depositado su esperanza en ella y a la izquierda europea. En este sentido la responsabilidad histórica que pesa sobre Syriza es de la misma magnitud que las dificultades a las que se enfrenta.
No han existido gobiernos de partidos a la izquierda de la socialdemocracia en la Europa capitalista con voluntad de hacer cumplir el programa con el que fueron elegidos. La de Syriza es, por tanto, una experiencia inédita en Europa que se desarrolla en condiciones muy desfavorables. La socialdemocracia siempre ha alegado las dificultades de superar los obstáculos impuestos por las clases dominantes cuando sus programas han chocado con esas limitaciones. El resultado ha sido un deslizamiento continuo de la socialdemocracia hacia la derecha con la aceptación de la visión neoliberal.
Hay una experiencia aleccionadora de esa actitud en Francia con Mitterrand y dos más recientes en España y la propia Grecia. El ejemplo del gobierno Mitterrand, con la inclusión de ministros comunistas, formado con la victoria electoral de 1981 es uno de los más claros al respecto. En sus primeros meses de gobierno aplicó un programa de reformas sociales progresistas y una política de nacionalización de grandes empresas y bancos, tal y como había prometido en su programa electoral, esto desencadenó rápidamente las resistencias de los poderes fácticos económicos – ejemplarizada en la masiva fuga de capitales, la huelga de inversiones, el alza de precios y los ataques especulativos internacionales – que llevaron a la paralización de la economía y, finalmente, a que el gobierno socialista diese un giro total para revertir las reformas aplicadas y aplicar políticas monetarias duras y de reducción del Estado de Bienestar.
Entre los casos más recientes tenemos, primero, el ejemplo en el desarrollo de la crisis en Grecia. En noviembre de 2011 Papandreu, como primer ministro socialista, tomó la inesperada decisión de someter a un referéndum las condiciones del nuevo plan de rescate para Grecia, y el nuevo paquete de medidas de austeridad que llevaba asociado. Se trató de un tímido intento de oposición de los socialistas griegos a las imposiciones de la troika, como en la situación actual, la troika amenazó con bloquear la ayuda de 8.000 millones de euros que Grecia necesitaba (ahora son 7.200 los bloqueados) si se celebraba el referéndum y desplegó toda una campaña de presiones que consiguieron que Papandreu se retractará de su propuesta y aceptase las condiciones que le imponían. El resultado político tardó en expresarse, su derrota política dio lugar primero a un gobierno de coalición con los conservadores y, finalmente, tras el desgaste de éste, al actual gobierno de Syriza. El PASOK es hoy un partido prácticamente marginal.
El segundo caso reciente, en el seno de la actual crisis económica, fue el de la claudicación del gobierno Zapatero en mayo de 2010 antes las presiones de Bruselas para que girase 180 grados hacia políticas neoliberales de austeridad, lo que llevó al inicio de la política de recortes de derechos y prestaciones que luego, tras su derrota electoral, continuaría con más intensidad el PP. En este caso, el PSOE ha sido castigado electoralmente, pero a partir de las recientes elecciones municipales y regionales puede volver a recuperar parte del poder local perdido.
Las claudicaciones en los tres casos fueron rápidas y sin apenas resistencias, construyendo para su justificación un discurso de resignación e impotencia ante los dictados de las clases dominantes nacionales y europeas. Syriza no ha reaccionado de la misma manera ante una situación tan difícil o más que las tres mencionadas. Es cierto que ha cedido terreno y ha renunciado o aplazado promesas de su programa electoral como la supresión del impuesto inmobiliario, la subida del salario mínimo, la mejora a las pensiones más bajas o la congelación del programa de privatizaciones. Sin embargo estas cesiones han sido consideradas insuficientes por las «instituciones» (antigua troika) que desde hace exactamente un año no han liberado ni un euro de los 7.200 millones que quedan pendientes del segundo rescate. El objetivo de las «instituciones» es que Syriza ceda en sus líneas rojas (IVA, reforma laboral y pensiones) mediante una política de asfixia económica que le lleve a claudicar.
La situación económica de Grecia es extrema. Se ha visto obligada a pedir un reagrupamiento y aplazamiento de sus obligaciones de devolución al FMI hasta final del mes de junio, sino hubiese sido por esa posibilidad Grecia ya habría entrado en suspensión de pagos. Pero el problema simplemente se ha aplazado en unas semanas, cuando tendrá que devolver 1.600 millones al FMI (ya ha devuelto 17.000 millones por vencimiento de la deuda en el último año). El gobierno se ha visto obligado a utilizar los fondos de reservas locales para hacer frente a sus gastos corrientes, y la fuga de capitales desde principios de año ronda los 30.000 millones lo que supone un 15% de su PIB.
La postura rígida de las «instituciones», y la necesidad de Syriza de evitar traspasar sus líneas rojas – con fuertes tensiones en su seno por las cesiones realizadas hasta ahora – si no quiere sufrir una derrota estratégica y entrar en la senda de claudicaciones de la socialdemocracia y, por tanto, poner final a su proyecto, llevan a un escenario de ruptura casi inevitable. Ambas partes están apurando hasta el máximo la situación para evitar la ruptura, en sendos casos hay motivos de temor a ese punto por las consecuencias imprevistas que se desencadenarían. Del lado de las clases dirigentes europeas están las incógnitas políticas sobre el porvenir del proyecto europeo, con una amenazante Gran Bretaña apostando por un referéndum en 2017, y con el impulso que supondría a las posturas euroescépticas crecientes en el continente, pero también las incógnitas económicas sobre la casi segura situación de impagos que se produciría por parte de Grecia y sus efectos financieros que podría llevar a una situación de inestabilidad y a una nueva recesión a Europa. Del lado del gobierno griego están los efectos económicos, seguramente brutales en un primer momento, de la salida del euro y las incógnitas sobre su capacidad para reponerse, así como la gestión de una probable crisis social interna.
Estos temores son los que han evitado hasta el momento llegar a un punto de ruptura, pero éste se encuentra cada vez más cerca. Puede que si se mantiene la situación en las próximas semanas, Syriza se vea obligada a convocar al pueblo griego a manifestar su voluntad bien a través de un referéndum, bien a través de unas nuevas elecciones. El aislamiento de Syriza entre los gobiernos europeos es total y solo puede acudir al respaldo del pueblo griego para tomar decisiones trascendentales.
Nota
Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog: http://miradacrtica.blogspot.com/
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