Syriza puede convertirse en una fuerza de contestación antineoliberal y anticapitalista, aunque por desgracia esta coalición también puede ser la base de un gobierno que aplique una política social-liberal. No existe una tercera solución. Tras la caída del gobierno de coalición entre Nueva Democracia y el Pasok (Movimiento Socialista Panhelénico) -a pesar de los esfuerzos […]
Syriza puede convertirse en una fuerza de contestación antineoliberal y anticapitalista, aunque por desgracia esta coalición también puede ser la base de un gobierno que aplique una política social-liberal. No existe una tercera solución.
Tras la caída del gobierno de coalición entre Nueva Democracia y el Pasok (Movimiento Socialista Panhelénico) -a pesar de los esfuerzos coordinados del capital y de las instituciones de la eurozona por apuntalar al gobierno de Samaras y a pesar de la propaganda que vaticina el hundimiento de la economía griega-, la perspectiva de las elecciones ha abierto una posibilidad histórica para Syriza y para el conjunto de la izquierda griega e internacional. Es la primera vez desde el periodo de la ocupación durante la Segunda Guerra Mundial -periodo en que la izquierda comunista tradicional tuvo la oportunidad de asumir el poder gubernamental en Grecia y en Europa- que la izquierda radical puede acceder al gobierno sola o en coalición. Es también la primera vez desde el comienzo de la crisis económica internacional en 2007-2008 que un país sometido a la supervisión de instancias internacionales (la Troika) tendrá la oportunidad de aupar a un gobierno de izquierda.
El éxito o el fracaso de esta experiencia tendrá enormes consecuencias políticas, ideológicas, morales y psicológicas para los diversos componentes de la izquierda que se sitúan «a la izquierda de la socialdemocracia», y esto determinará el éxito o el fracaso inmediato en este periodo de lo que se ha calificado de «guerra de posiciones» o de «vía democrática al socialismo», según las distintas maneras de enfocar esta situación. O bien la izquierda abre una vía de ruptura decisiva con el capital -muy distinta de una simple «gestión humanitaria» de la crisis capitalista- y emprende una transición al socialismo, en cuyo caso adquiriría un peso moral suficiente para echar por la borda la famosa fórmula de que «hoy por hoy no podemos avanzar hacia el socialismo; esta perspectiva pertenece a un futuro muy lejano». O bien la izquierda (Syriza) no se convertirá en una fuerza socialdemócrata clásica, sino en una gestora social-liberal, una correa de transmisión de las políticas variables del Banco Central Europeo (BCE) o de EE UU, en un gobierno que mantenga buenas relaciones con Merkel, Schäuble, Juncker y compañía.
La única alternativa creíble al liberalismo puro y duro no consiste en restaurar un keynesianismo clásico o edulcorado, sino que pasa por poner el acento en una perspectiva anticapitalista que abra la vía hacia el socialismo como única estrategia de salida de la larga crisis capitalista estructural sobre la base de un programa transitorio. Desde este punto de vista, estamos de acuerdo con la afirmación de que Syriza «no puede convertirse en una socialdemocracia», como declaran a menudo los líderes de la coalición de la izquierda radical. Con un añadido importante: Syriza puede convertirse, o bien en una fuerza antineoliberal y anticapitalista -mediante la construcción de un frente de izquierda, de abajo arriba-, pero también puede abrir la vía a un gobierno de gestión social-liberal.
El programa inmediato
Si se confirma la perspectiva de una ruptura, lo que adquirirá actualidad y una gran importancia táctica será la cuestión de un programa gubernamental inmediato (los «cien primeros días»), acompañado de un apoyo popular y social de naturaleza dinámica. Este programa debe marcar un retorno a la postura fuerte y enérgica expresada por Syriza durante el periodo 2008-2012 o incluso en ciertos momentos de 2012-2014, como la larga ocupación de la ERT (la radiotelevisión pública griega clausurada por Samaras en junio de 2013) o la resistencia en los bosques de Skouries (región en que el gobierno había adjudicado a un grupo canadiense la licencia para explotar una mina de oro, provocando una resistencia amplia y decidida por parte de la población). El programa expuesto en la Feria Internacional de Salónica en septiembre de 2014 puede servir de «vehículo» para extender nuestra influencia, pero es insuficiente.
Los puntos programáticos presentados en aquella ocasión se refieren a lo que es estrictamente necesario para la gestión y la resolución de una crisis humanitaria aguda, pero hay que poner el acento en medidas que modifiquen notablemente el equilibrio de fuerzas entre las clases y reflejen la potencial hegemonía de las masas trabajadoras en el seno de Syriza. Se trata de medidas como el retorno al salario mínimo de 751 euros, la reintroducción de los convenios colectivos, la exención fiscal de los ingresos anuales inferiores a 12 000 euros, la abolición de la ENFIA (impuesto sobre la propiedad del suelo, incluidas las superficies no habitadas), la reintroducción de las 14 pagas para los jubilados y el aumento a 700 euros de la pensión mínima. A esto se añaden los gastos para los sectores de la educación y la sanidad y las inversiones para el empleo público.
Sin embargo, la financiación de estas medidas no se ha concretado suficientemente, salvo con respecto a las fuentes señaladas en Salónica, a saber, el cese temporal del pago de la deuda o un cambio del sistema tributario con respecto al capital, a los banqueros, a los armadores y a los grandes terratenientes. Para un gobierno de izquierda no es posible ni deseable -en la medida en que no se trata de un gobierno de «salvación nacional»- satisfacer todas estas necesidades como si acabáramos de salir de una guerra social que ha durado cinco años y como si lo que ha sucedido fuera el fruto de un malentendido. Por tanto, hemos de clarificar qué significa la «abolición» unilateral e innegociable de los memorandos en términos de leyes que se apliquen punto por punto: leyes relativas a los salarios, las pensiones, la seguridad social y el derecho al trabajo, sobre el control de la banca, la renacionalización de los sectores privatizados y la eliminación del TAIPED, es decir, el fondo para el desarrollo de la propiedad pública, creado por Samaras para vender a cambio de nada los bienes públicos. Se trata asimismo de poner fin a los despidos y al desmantelamiento de sectores públicos (educación, sanidad, etc.) y de asegurar unas condiciones de vida dignas a los parados que dejen de percibir el subsidio, a los ciudadanos excluidos de la seguridad social y a los inmigrantes. Finalmente, es preciso restablecer el derecho de manifestación y retirar del espacio público a las fuerzas especiales de la policía. Al mismo tiempo habrá que lanzar una campaña y adoptar medidas concretas contra el fascismo y el racismo. A medio plazo habrá que abolir todas las leyes y reglamentos derivados de la adopción de los memorandos, lo que afectará a 400 leyes y miles de decretos y ordenanzas.
El programa de conjunto
Conviene recordar que Syriza no solo accederá al poder gubernamental ni desarrollará su programa político sobre la base de lo que manifestó Alexis Tsipras en la feria internacional de Salónica de 2014. Syriza tiene un programa que habrá que desarrollar y que se adoptó en el congreso de julio de 2013. Dicho programa establece claramente los instrumentos políticos y económicos para avanzar hacia una redistribución social y una reconstrucción productiva que responda a las necesidades de la sociedad. Esto implica un control público y la propiedad de la banca, la suspensión de la privatización de empresas públicas que desempeñen una función estratégica, así como la adopción de medidas encaminadas a responder a las presiones y al chantaje del capital, de la troika y de los acreedores.
Estas medidas no dejaron de ser válidas tras la feria de Salónica, donde se puso de manifiesto el programa mínimo de aplicación inmediata, pero no el conjunto de nuestro programa de gobierno aplicable a corto y medio plazo. Uno de los objetivos principales sigue siendo la supresión de lo esencial de la deuda, que por lo demás es imposible de pagar, en vez de medidas a medias como una restructuración (con ampliación de los plazos de devolución), una renegociación de los tipos de interés o siquiera una estricta moratoria. Es imposible desarrollar una política favorable a las masas populares y trabajadoras si continúa la pesadilla de la deuda y de su reembolso o el objetivo de un presupuesto equilibrado acorde con las exigencias de los mecanismos europeos de estabilidad.
Para terminar, las relaciones con las demás fuerzas de izquierda tras las elecciones, las iniciativas a escala regional y local con los aliados y la movilización popular son condiciones absolutamente necesarias para la supervivencia de un gobierno de izquierda, un gobierno que tenga a Syriza como columna vertebral. Necesarias también para iniciar un proceso de derribo del sistema y no simplemente para «frenar» la «restructuración capitalista» que tiene lugar en Grecia y en Europa desde hace años. La victoria puede ser nuestra.
Dimitris Belladis es miembro independiente de la Plataforma de Izquierda de Syriza y candidato en las elecciones parlamentarias del próximo 25 de enero.
Traducción de Viento Sur
Fuente original: http://alencontre.org/