Es sí importante tener en cuenta que, a diferencia de la generalidad de los demás países latinoamericanos en que hay muchos políticos y sindicalistas multimillonarios, en Chile las colusiones entre empresarios y políticos son muy desproporcionadamente favorables a los primeros. Y otra diferencia relevante que hace mucho menos percibida la corrupción de nuestra sociedad –tanto hacia nosotros mismos como al resto del mundo- es su carácter estructural, sofisticado y que se produce fundamentalmente en el comportamiento de sus elites y a espaldas de la población. Pero, en definitiva, esto la hace todavía más grave que en el resto de América Latina.