Toda Europa está acostumbrada a ver con regularidad huelgas que paralizan por completo Francia, y parecen huelgas generales. La causa es la importancia de la compañía nacional de trenes, la SNCF, y el poderío en ella del sindicato progresista Confederación General del Trabajo (CGT). Ese sindicato tiene una larga tradición de lucha, que remonta a […]
Toda Europa está acostumbrada a ver con regularidad huelgas que paralizan por completo Francia, y parecen huelgas generales. La causa es la importancia de la compañía nacional de trenes, la SNCF, y el poderío en ella del sindicato progresista Confederación General del Trabajo (CGT). Ese sindicato tiene una larga tradición de lucha, que remonta a la huelga insurreccional contra los nazis, en 1944. También tiene un peculiar número uno: Didier Le Reste, secretario general de la CGT-ferroviarios.
Le Reste es un revisor, a punto de jubilarse, que reúne dos características que le hacen único. Por un lado, representa el sindicalismo a la antigua, el que enraíza su fuerza en la organización y la disciplina como en los mejores tiempos del modelo social francés, del que el estatuto de los ferroviarios es, precisamente, locomotora. Por otro, Le Reste es el único sindicalista que puede jactarse de haber derrotado ya a Nicolas Sarkozy. En otoño de 2007, cuando el actual presidente era un hombre triunfante seguro de poder romper con todo, se partió el espinazo contra la huelga inteligentemente organizada por este tipo bajito y simpático.
Hoy los ferroviarios CGT están en huelga, pese a que ya salvaron sus envidiables pensiones propias. Le Reste, número uno de esa fuerza, explica las claves de aquella victoria, cómo los ferroviarios en huelga jugaron con las ambigüedades de Sarkozy, con su dualidad entre platós de televisión y los bastidores.
¿Diría usted que el movimiento se amplifica y está cerca de la victoria?
Hay cada vez más gente en la calle, y cada vez más paros en empresas privadas y públicas. La protesta se instala, para una larga duración, y los sondeos dicen que en torno a un 70% de la población está contra la Reforma Sarkozy, y que en torno a un 60% desea que el movimiento prosiga. Los sindicatos tenemos la responsabilidad de conducir el movimiento. Respecto a la victoria, déjeme decir que a cada día, su afán, o que cada día sale el sol, se vea o no (A chaque jour suffit sa peine). No voy a hacer de hombre del tiempo de la meteorología social. La partida va a ser dura y difícil porque tenemos enfrente un Gobierno reaccionario, revanchista e intransigente. Febril. Con el jefe de Estado, tiene tendencia a responder con represión, en vez de avenirse a razones y escuchar a la opinión pública mayoritaria que está diciendo que hay que parar esta reforma, porque es injusta socialmente, ineficaz económicamente y brutal en como es conducida. Su salida es abrir negociaciones sobre el futuro de las jubilaciones. Que busquen otras fuentes de financiación para las pensiones, en vez de castigar siempre el bolsillo de los asalariados.
Esta huelga es diferente de otras anteriores de Francia. Los ferroviarios y el sector público no son punteros ¿Es una sorpresa para usted, o lo ha organizado?
En Francia, menos del 10% de los asalariados están afiliados a un sindicato y paradójicamente aquí los sindicatos sabemos llevar adelante movimientos de la amplitud que estamos viendo. En este movimiento hay una agregación de problemas, de ahí su fuerza y el apoyo de la opinión. La gente está diciendo: ¡Basta! No aceptan que la edad legal de jubilación tenga que subir de 60 a 62 años, y la edad de jubilación con el 100% de 65 a 67. Algo que luego han puesto en paralelo con los escándalos de este verano, cuando el Caso Bettencourt puso sobre el tapete la connivencia del poder con las fuerzas del dinero. En paralelo con los cinco millones de franceses excluidos del trabajo, y con los siete millones de franceses bajo el nivel de pobreza.
Sí, pero había que organizar esa cólera en forma de inteligencia colectiva, coordinarla ¿Es lo que hace la intersindical?
Sí
Vemos por ejemplo que, frente a las cargas de la policía contra los piquetes que bloquean depósitos de carburante, la respuesta no es violenta, sino ir a buscar otros depósitos que bloquear y amplificar el movimiento a camioneros ¿Es decisión de la intersindical?
Absolutamente, sí.
¿La intersindical está en una lógica de organizar una resistencia?
Eso es. Desde la llegada de Sarkozy al poder estamos en una lógica de resistencia y de conquista. Las dos. En el movimiento actual, los sindicatos con toda su diversidad, saben que Sarkozy no es el último que fomentará golpes bajos y buscará crear condiciones de caos. O sea que no caemos en esa trampa. Ya en 2007, cuando Sarkozy intentó ‘reformar’ en quince días los regímenes especiales de jubilación, especialmente el de los ferroviarios, él esperaba que fuéramos con orejeras hacia la huelga ilimitada, es decir hacia un muro. No le hicimos ese regalo. Estamos razonando un movimiento pacífico que permite poner la respuesta social a la altura del ataque que sufrimos. El Gobierno tiene tendencia a reprimir a jóvenes y a trabajadores que bloquean, y eso lleva a la radicalización. Pero la opinión ve el juego, ve que es la única respuesta del poder a millones de manifestantes y a sondeos que le son desfavorables. Por eso la situación actual ya es contraproductiva para Sarkozy. Independientemente de la salida de este conflicto social. La mayoría conservadora ya tiene un problema político que va a durar.
¿Qué le inspira el comportamiento de la juventud en este conflicto?
Hay algo que es poco conocido. Cuando se dice juventud en Francia, hay que pensar una cosa. La mitad de los bachilleres y los universitarios trabaja para financiar sus estudios. Los estudiantes también son trabajadores, y también cotizan para su jubilación. O sea que no es nada anormal, e incluso es algo muy sano, que se interesen por su futuro. El Gobierno les dice que esta reforma les toca, porque sería para garantizar sus propias pensiones por reparto solidario. Es una falsedad. O sea que los jóvenes tienen toda la razón de entrar en el movimiento. Lo mejor es que lo hagan en el marco de sus propias organizaciones sindicales de estudiantes. Y hay convergencias entre nuestros sindicatos y los suyos. Nosotros no les decimos lo que tienen que hacer, pero sí tenemos muy estudiado el proyecto Sarkozy, y les podemos detallar lo que esconde en el fondo.
Los ferroviarios hacen huelga a un nivel menor que en otras ocasiones ¿Cómo lo explica?
Lo cierto es que la cuestión del poder adquisitivo y de los días de huelga ya descontados pesa, pesa sobre todos los movimientos. Pero sobre todo tenga en cuenta que no es lo mismo que una huelga ‘milimetrada’, de un sólo día. Esas dan tasas de participación en la compañía ferroviaria del orden del 80%. Cuando son largas y reconducibles, es normal bajar a entre el 20% y el 40% de participación. Los ferroviarios han entrado en un movimiento interprofesional. Prefieren mirar qué hacen los camaradas de la electricidad, la química, correos, transporte… Lo que estamos haciendo en la SNCF es que tenemos ciertos servicios que, por ejemplo, han decidido parar parcialmente, o sólo ciertos días de la semana. Otros, por ejemplo los talleres de mantenimiento y los servicios administrativos, decidieron cesar la huelga, para volver a arrancar el lunes. Construimos la acción para que dure.
Es decir que si hace falta más semanas y semanas de huelga, quedan reservas.
Sí, claro. Mire lo que pasó el viernes. Los ferroviarios salieron de las estaciones y de sus talleres para ir a manifestar con otros asalariados, y a repartir pasquines en centros comerciales. Son solidarios con otros empleados, especialmente con los empleados precarios, que no tienen la posibilidad real de expresarse con huelgas.
En otoño de 2007, la huelga dura de los ferroviarios paró el recorte de sus pensiones, en el fondo, a cambio de una victoria aparente, en superficie ¿Cuál fue la clave de ese éxito?
Sí, fue un buen ejemplo. Sarkozy, candidato en campaña, martilleó con los ferroviarios de la CGT. ¡Conseguía que nos abuchearan en sus mítines! Siempre dijo que, si tomaba el poder, se ocuparía de nosotros. Al llegar al poder, enseguida lanzó dos supuestas grandes reformas que nos estaban destinadas. La primera, el servicio mínimo en los transportes públicos. Quería un servicio completo a las horas punta, y requisición de personal. No coló, porque organizamos 80 manifestaciones en todo el país y nos explicamos. Luego, exigió recortar nuestros regímenes especiales de jubilación en quince días por decreto. Lanzamos la batalla, de forma decidida, pero inteligente. Y al cabo de diez días de huelga obtuvimos que todo se transformara en una negociación tripartita sindicatos-gobierno-patronal. En trenes, negociamos durante 18 meses. Al término, hay una reforma, pero no es la reforma que quería Sarkozy. El Senado acaba de reconocer en un informe que lo que obtuvimos es más de lo que cedimos. Algunos parlamentarios conservadores están muy enfadados, y se estiman engañados por Sarkozy.
¿A qué edad se jubilan ustedes, los ferroviarios franceses?
Sigue existiendo nuestro régimen especial. Un maquinista puede jubilarse a los 50 años, y a los 52 puede aspirar al 100% de su pensión de base. Un agente puede irse con el 100% a los 57. Y, por otra parte, obtuvimos compensaciones que mejoran el cálculo de la pensión. No ganamos en todo, pero sí en varios puntos. Por ejemplo perdimos en que ahora la revalorización anual de las pensiones de los ferroviarios se hace sobre el coste de la vida, y no sobre los salarios de los activos. Eso no es bueno.
¿Sería posible una salida ahora como la que existió en 2007 -victoria aparente para Sarkozy en los platós, y reforma de fondo negociada e interesante, entre bastidores para ustedes?
Esa imagen es correcta. El primer logro de nuestra huelga de otoño de 2007, fue zapear a Sarkozy de la televisión. Se abstuvo de salir. La estrategia de este Gobierno es ante todo las apariencias. Y cuando se mira en detalle, hay una gran diferencia entre esas apariencias y la realidad.
¿Cuál sería una reforma de pensiones justa, eficaz y útil para usted en el contexto económico mundial?
En nuestro país, el objetivo es garantizar el futuro de las pensiones por solidaridad entre las generaciones, el régimen que nació con el Consejo Nacional de la Resistencia, algo que Sarkozy intenta romper. Hay que tener en cuenta la clave demográfica: 13 millones de jubilados hoy, unos 18 millones en 2020, y un horizonte en el que, efectivamente, puede haber 1,2 activos por jubilado. Por lo tanto se plantea la cuestión de financiar las pensiones. La reforma Sarkozy quiere exigir el 85% de ese esfuerzo a los asalariados–21.000 millones de euros por año– , fundamentalmente por la vía de endurecer las condiciones de acceso a la pensión, y que por lo tanto baje su nivel. ¡Es injusto! Después, es además ineficaz, porque se habla ya de nuevos déficits y nuevas ‘reformas’ en 2018. Esta reforma no es la buena, no es democrática y no ha sido negociada. Nosotros dijimos al Gobierno que había que negociar. Pero prefirió no hacerlo, para dejar fuera completamente a los que son los tres grandes ausentes de esta reforma: la política salarial, la política de empleo, y la contribución del capital a la solidaridad. Cojamos la política de empleo. En Francia, sólo el 38,5% de la gente entre 55 y 64 años de edad tienen trabajo, y la gente empieza a trabajar más tarde que en la mayoría de países de Europa. Eso quiere decir que sólo hay cotizaciones realmente masivas entre 30 y 55 años de edad. Hace falta otra política de empleo. Si se crea un millón de puestos de trabajo, automáticamente hay 5.000 millones de euros de protección social suplementaria por año. Contribución del capital: El Tribunal de Cuentas ha dicho que si se somete a cotización todas las rentas que hoy escapan, automáticamente habría 10.000 millones suplementarios por año. Exoneraciones de cotizaciones de la patronal cuesta 32.000 millones al año, es decir la totalidad del déficit de pensiones previsto el año que viene. La CGT dice que hay que revisar todo eso, someter la riqueza financiera a la misma presión fiscal que el trabajo. Y, además, es necesario integrar en la base de cálculo de las cotizaciones el incremento de la productividad. Hay muchas posibilidades. Pero el Gobierno no quiere negociar. Quiere pasar por la fuerza, con su propuesta liberal.
Las supuestas reformas de pensiones con esos mismo parámetros de Sarkozy florecen por toda Europa como champiñones. ¿Qué aconsejaría a los movimientos sociales de otros países?
Es cierto que es un enfoque europeo. Sobre todo porque son los mercados financieros, vía las agencias de notación, quienes empujan a los Estados a reformar los regímenes sociales, sobre todo las pensiones. La reforma actual de Francia no es para garantizar las pensiones públicas, es para enviar señales a la finanza. Por eso yo lo que sugeriría a mis camaradas sindicalistas europeos, por ejemplo españoles, es anticipar. Imponer negociaciones que abran el debate, no sobre las únicas propuestas de la patronal y del Gobierno, sino también sobre nuestras propuestas. Los sistemas actuales no son buenos, porque empobrecen a los jubilados. Los Gobiernos van a acelerar con propuestas malas, reaccionarias e injustas a causa de la crisis del capitalismo. Van a intentar pasar por la fuerza con la matraca, como en Francia. La responsabilidad está en el campo del movimiento social.
Si es un problema de modelo ¿las pensiones justificarían una revuelta de tipo insurreccional?
Mire: Cada 10 de mayo, los ferroviarios CGT vamos con los militares al Arco del Triunfo de París a conmemorar la huelga insurreccional de 1944, decisiva para liberar París de los nazis. Los ferroviarios se declararon en huelga y cogieron las armas. Hoy tenemos un movimiento social importante de fondo, que ya plantea un problema político al poder. Pero no vamos a caer en las trampas que nos tienden. En las manifestaciones ya somos vigilantes respecto a ciertos provocadores gamberros, que estarían siendo pagados para infiltrar las marchas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.