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Abandono de las armas del IRA

Tiempo de esperanza

Fuentes: Rebelión

Tras muchos días de especulaciones, de lecturas interesadas, el Ejército Republicano Irlandés (IRA) ha hecho público su comunicado. Un movimiento esperado por todas las partes, independientemente de su posicionamiento público o de sus declaraciones de cara a los medios de comunicación. Independientemente de las interpretaciones aceleradas y coyunturales, lo cierto es que la agenda política […]

Tras muchos días de especulaciones, de lecturas interesadas, el Ejército Republicano Irlandés (IRA) ha hecho público su comunicado. Un movimiento esperado por todas las partes, independientemente de su posicionamiento público o de sus declaraciones de cara a los medios de comunicación.

Independientemente de las interpretaciones aceleradas y coyunturales, lo cierto es que la agenda política irlandesa, y más concretamente el proceso de paz irlandés, parece depender en buena medida de las posiciones públicas del movimiento republicano, y sobre todo de los pronunciamientos del IRA.

Si nos atenemos al guión preestablecido, en los próximos días asistiremos a una retahíla de declaraciones en la línea marcada. Por un lado, desde el unionismo se nos manifestará su oposición a estos movimientos, bajo la excusa de que «no es suficiente, de la necesidad de más hechos y menos palabras». Los gobiernos de Londres y Dublín manifestarán que lo anunciado está en la línea de lo esperado. Y finalmente desde el movimiento republicano anunciarán «este paso, como algo histórico y sin precedentes».

Y todos tienen razón, lo que refuerza la capacidad culinaria de este proceso. Desde las cocinas se llevan años fraguando y cocinando la salida de este conflicto, y la mayoría de los ingredientes parecen necesitar tiempo para dar el sentido final al plato del gusto de todos los «comensales».

Por partes, tras este comunicado, tras las primeras interpretaciones coyunturales y sobre todo, tras las noticias que inundarán los medios de comunicación, hay dos cosas que sobresalen sobre ello. Por un lado, el protagonismo central de las actitudes del IRA y del movimiento republicano, y tras una lectura más sosegada, la constatación de que el IRA al tiempo que abre las puertas de sus arsenales está abriendo las puertas del proceso y un futuro de paz y prosperidad para el conjunto de la isla.

Las declaraciones en el pasado de un dirigente del unionismo son un claro reflejo de la realidad que se avecina. En 1994, el entonces líder del UUP. Lord Molyneaux, exclamó sin rubor que el alto el fuego del IRA era la mayor desestabilización desde al época de la partición. Y en esa línea se han venido manifestando las clases dirigentes unionistas, en ocasiones «defendiendo» el proceso de paz, sobre todo fruto de la presión externa, pero en el fondo conscientes de que el cambio que se avecina es el fin de su política de exclusión y de veto.

Obstáculos

No es tan sólo la posición del unionismo la que puede obstaculizar la buena marcha del proceso de paz en Irlanda. El gobierno de Londres también tiene su buena parte de responsabilidad. Los compromisos firmados en torno al Acuerdo de Viernes Santo de «obligado cumplimiento» para todas las partes, y parece que desde Gran Bretaña se tiende a olvidar sus compromisos. La desmilitarización, las agendas de derechos humanos y de igualdad, la reforma policial… son temas que quedan en un segundo plano ante las actitudes del movimiento republicano, y eso no era lo pactado.

Paralelamente la existencia de otros condicionantes pueden poner en tela de juicio la buena marcha del proceso. Ya lo hemos visto ene ocasiones «delicadas» con la filtración de noticias interesadas o de movimientos conspirativos. Todo el aparato que se junta en torno a las denominadas fuerzas segurócratas son un obstáculo a tener muy en cuenta. En su momento, los funcionarios de prisiones, los conocidos como «espías» y un largo número de «asalariados» del aparato de seguridad británico se vieron abocados a una situación que económicamente no les era muy ventajosa, de ahí sus movimientos en contra del proceso.

Todavía el nuevo rostro policial no es del agrado de la mayoría de la población nacionalista, que ha visto en los últimos treinta años cómo esta fuerza ha colaborado, asistido y participado directamente contra los nacionalistas, en muchas ocasiones en clara convivencia con los paramilitares lealistas.

Tampoco la postura unionista ayudará a desbloquear la situación. Convencidos de que su postura de chantaje y excusas les permite mantener esa posición de exclusividad, la mayoría de la clase dirigente unionista no está por la labor de avanzar en la senda iniciada. Aquí es donde se hace más necesaria la apuesta firme de los gobiernos de Londres y Dublín, para hacer entrar en razón a los dirigentes de la comunidad unionista, y que éstos comprendan que ese es el camino para la paz y la libertad de Irlanda y de sus habitantes.

El camino

Las cartas están sobre la mesa, queda poco margen para la especulación. La lectura interesada, ajena a los mensajes entrelíneas, es algo que conviene rechazar de plano. Las partes necesitan tiempo, pero sobre todo la población irlandesa necesita esperanza por parte de sus dirigentes. El IRA y el conjunto del movimiento republicano ha movido ficha, una vez más. Ahora es el turno de los demás actores de este escenario. Cualquier movimiento en falso o cualquier rechazo no expresará más que la impotencia y la reticencia ante el cambio que se aproxima, una transformación social y política que tarde o temprano envolverá a la isla en su conjunto.

El primer paso se ha dado, la postura dl DUP, rechazando cualquier acercamiento a una situación de normalidad no nos hace sino perpetuar las condiciones que produjeron el conflicto. El futuro está en torno al diálogo, al compromiso y al acuerdo entre las partes. Las palabras de un dirigente del Sinn Féin recogen estas ideas cuando manifiesta que «el futuro de Irlanda debe basarse en la igualdad, en la inclusividad y el respeto mutuo». De ahí que se vea claramente que la injusticia, el prejuicio y la intolerancia (racista, sexista o política) esté condenada al fracaso. Las diferencias y divisiones sólo se superarán a través del diálogo y del reconocimiento de la otra parte.

No obstante, cualquier intento por imponer «una victoria» o una humillación pública no hará sino alargar el conflicto. El presentar estos pasos republicano como una señal de derrota es un grave error. Tal vez por eso conviene recordar el discurso que Patrick Pearse realizó hace ahora noventa años ante la tumba del histórico militante feniano Jeremiah O´Donovan Rossa: «la vida brota la muerte; y de las tumbas de los hombres y mujeres patriotas brotan naciones vivas. Los sedientos defensores de este Reino han trabajado a conciencia, tanto en secreto como a la luz del día. Creen haber pacificado Irlanda. Creen haber comprado a la mitad de nosotros y haber intimidado a la otra mitad. Creen haber previsto todo, creen tenerlo todo bien atado. ¡Qué necios! ¡Ay, qué necios! Nos han dejado a nuestros muertos fenianos, y mientras Irlanda guarde estas tumbas, Irlanda sin libertad nunca estará en paz».