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Entrevista a Luis A. López Rojas, historiador, docente e investigador puertorriqueño

«Hemos recibido una educación para forjarnos como sujetos coloniales y esto debe ser subsanado»

Fuentes: Rebelión

Luis A. López Rojas (Humacao, Puerto Rico, 1961-) es historiador, docente e investigador en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Humacao. Es egresado del Bachillerato en Artes con concentración en Humanidades (Historia, Literatura y Arte) de la Universidad de Puerto Rico en Cayey (B.A., 1984). López Rojas obtuvo su grado de maestría en Historia de Puerto Rico y el Caribe (M.A., 1989) en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, donde además completó su doctorado (Ph.D., 1996). En la Universidad de Valladolid, España, también realizó estudios doctorales en Historia y Literatura Hispanoamericana (1992). Los temas de interés investigativo de López Rojas son, entre otros, los Estudios Puertorriqueños, los Estudios Caribeños y los Estudios Culturales. Luis ha respondido a todas nuestras preguntas. Todas sus respuestas son para compartirlas con todos vosotros.

– Wilkins Román Samot (WRS, en adelante) – ¿Es hora de exigir el fin del colonialismo y comenzar una conversación sobre reparaciones económicas en Puerto Rico y Estados Unidos? ¿Por qué?

– Luis A. López Rojas (LALR, en adelante) – La respuesta pasa por ubicar el colonialismo como lo que es: una anomalía, una carencia de derecho y una violación de los derechos humanos más elementales: la Libertad, la Igualdad, la capacidad de decidir. El mundo contemporáneo, aquél que inició en 1776 con la Independencia de las trece colonias y con la Revolución Francesa de 1789, es un mundo cimentado en los conceptos de participación ciudadana, y que esta pueda tener parte en la forja del gobierno soberano. Varias guerras mundiales se pelearon enarbolando esos principios. En el caso de Puerto Rico, esa ecuación no se ha cumplido. Hemos vivido una larga trayectoria bajo el colonialismo; de hecho, su vida como país, nación, es dentro de ese paradigma. Por lo cual, para su población, lo anormal es la Libertad. Somos sujetos coloniales. No podemos, como país ni como personas, concebir la existencia política y civil sin estar sometidos a otro país. Es decir, no entendemos la Libertad; la confundimos con ir a votar cada 4 años y consentir con el poder metropolitano en sus políticas. He ahí un caso especial digno de estudio para el análisis poscolonial. Nunca hemos dejado de ser una colonia. De hecho, nos aferramos a ese hecho, como sujetos, porque entendemos la vida dentro de ese prisma.

Me pregunta si es hora de exigir el fin del colonialismo. La respuesta pasa por nuestra voluntad de madurar como ciudadanos y como seres humanos, ya que reclamar igualdad y respeto es la ruta o espacio que toda persona requiere en su proceso normal de ser parte de un sistema político. Poder, tener voz y voto en un proceso donde el individuo como ciudadano pueda establecer con el poder una relación de legitimidad. En el caso particular de Puerto Rico, debe sopesarse si en el marco de su proceso político, la relación con Estados Unidos ha llegado a su máxima posibilidad económica, y si el paradigma necesario para construir diálogos entre sí todavía es posible. Que me parece que ya no es posible, dado el colonialismo representado en la Junta de Control, que es un regreso al coloniaje directo de principios del siglo XX.

Esto nos lleva a plantear que, luego de 126 años de la invasión, en la cual primero fuimos explotados por la economía cañera, luego por la industria manufacturera, electrónica, petroquímica y financiera, lo que posibilitó o generó cientos de millones de dólares en ganancias y alimentó la riqueza de grandes consorcios y potenció las riquezas de las grandes familias empresariales norteamericanas. Esto nos lleva a exigir o hace necesario una conversación, si no de compensación, por lo menos de inversión, pero esta vez con parámetros puertorriqueñistas. Entiéndase por esto, con fines de que esa inversión sirva como pieza en la construcción de una economía nacional. Con el objetivo de que esa economía se inserte con éxito en los mercados mundiales, de los cuales estamos ausentes por la falta de representatividad de nuestros intereses.

Por otro lado, si el coloniaje es indigno en su aspecto político, al negar libertades, en su aspecto económico es una atadura que impide desarrollar la economía para beneficio de los intereses puertorriqueños. Y esto es así porque el coloniaje está diseñado para beneficiar al poder metropolitano y no para potenciar la economía de la colonia. Y luego de 126 años de coloniaje norteamericano, Puerto Rico no es una potencia económica.

– WRS – ¿Qué relación, si alguna, hay entre la migración de los puertorriqueños a los Estados Unidos y las innumerables oportunidades desarrolladas por el Congreso de los Estados Unidos para que las corporaciones estadounidenses exploten a Puerto Rico?

– LALR – Puedo contestar esa pregunta, como historiador, señalando que fomentar y estructurar la migración ha sido parte de las estrategias y tácticas imperiales norteamericanas hacia Puerto Rico desde 1898. Primero, en 1900, miles de trabajadores de la caña fueron llevados a Hawái, Cuba y la República Dominicana, y en la década de 1910, otros miles de obreros más fueron llevados a zonas portuarias, ciudades fabriles y a los campos de cultivos de Arizona y Nuevo México. En la época post Guerra de la Primera Guerra Mundial y de la Segunda Guerra Mundial, miles más de puertorriqueños fueron llevados a Nueva York, Chicago, Hartford, Boston y Trenton, para engrosar las filas de aquella mano de obra barata que las fábricas norteamericanas necesitaban para producir productos baratos que inundasen al mundo con el sello “made in USA”. En estos últimos años, una nueva política de desarraigo ha venido estableciéndose, y obviamente ante el fracaso del Proyecto muñozista, de la corruptela gubernamental y la pésima administración estadista, unido al desastre de la infraestructura, los jóvenes buscan alternativas y se van. Quiero recalcar que la migración no se debe a fenómenos atmosféricos o telúricos, como muchos argumentan, porque un país como Japón tiene desafíos similares, pero ha construido y pensado el país para afrontar esta situación. Nosotros no lo hemos hecho.

El Congreso de Estados Unidos, juntamente con el gobierno local, ha preparado el terreno para que el país y la isla se conviertan en objeto de inversión de capital para grandes intereses hoteleros y de bienes raíces. Dentro de esta ecuación, nosotros, los puertorriqueños, estamos de más. Si antes, hace 7 años, eran unos pocos los que compraban en ciertos lugares privilegiados, hoy en día es visualmente abrumadora la cantidad de norteamericanos que compran terrenos y casas a unos precios exorbitantes. A esto se une el esfuerzo que están haciendo para reescribir leyes ambientales, para que las nuevas reglas satisfagan sus antojos tropicales. De este modo, poder así comprar islas, crear o comprar hoteles en zonas protegidas, privatizar playas y ríos sin ningún tipo de restricción.

– WRS – ¿Cuál debería ser el rol de la academia y la sociedad civil puertorriqueña dentro de los Estados Unidos y Puerto Rico en la descolonización de Puerto Rico, si alguno? ¿Qué deberían hacer?

– LALR – Nuestra academia fue estructurada desde su nacimiento para generar y producir empleados, obreros para la economía e industria norteamericana. En la década de 1920, cuando se crearon los departamentos de hispánicos e historia, se hicieron para compensar a la élite puertorriqueña. Lo cual nos lleva a la inevitable conclusión: la academia ha sido, no sé si utilizar la palabra cómplice o víctima de una concepción amañada, lo cual ha impedido que pueda ser generadora de verdaderas alternativas al modelo social que la ha amamantado. Pensemos en los departamentos de Pedagogía y Trabajo Social de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, como dos ejemplos de instancias en las cuales los profesionales que educan son vitales en el mantenimiento del orden. El departamento de Historia de Río Piedras, durante décadas, mantuvo una visión proceritista, documentalista y moralista de la disciplina. Era concebida como una disciplina para formar políticos.

Habría que pedirle más a la academia, y esto no significa que se desboque por lo popular, que es un poco también lo que ha pasado. Ahora existe la moda de aferrarse al reguetón como antípoda a la época anterior. La academia debe, ante todo, ser un espacio de análisis y de crítica, generador de nuevas ideas, tanto en la economía, en las ciencias como en lo social. Es una pieza vital de todo cambio; para ello tenemos que brindarle.

– WRS – ¿Cómo el Comisionado Residente de Puerto Rico en el Congreso de los Estados Unidos y los congresistas de origen puertorriqueño podrían ayudar a resolver los problemas económico-sociales creados por la explotación de los Estados Unidos en Puerto Rico?

– LALR – ¿Con qué poder? El Comisionado Residente no tiene poder de cabildeo, no representa ningún tipo de intercambio para los legisladores norteamericanos. Si ha habido una instancia de sumo patetismo en la política puertorriqueña, es esa figura del Comisionado Residente. Sin voto, solo en ciertas comisiones. Está presente, pero es una figura emblemática de la situación colonial con Estados Unidos; no tiene herramientas para poder negociar con senadores y representantes, solo el hecho de ofrecer la isla a los apetitos de inversiones representados por estos legisladores, a cambio de unas migajas que no representan derechos ni participación en igualdad en el sistema norteamericano.

– WRS – ¿Por qué los movimientos de estadidad no han sido capaces de confrontar al imperialismo estadounidense en Puerto Rico y los Estados Unidos? ¿Qué deberían hacer?

– LALR – Por sometimiento. Pedir la estadidad desde lo colonial ha sido un error. Y me refiero a lo colonial, desde la inferioridad. Aparte de la negativa de los Estados Unidos en contemplar esa posibilidad como alternativa política para Puerto Rico. Si ha habido algo que aprendí leyendo a los funcionarios norteamericanos que vinieron a Puerto Rico en 1898 a 1900 y realizaron informes para el Congreso de ese país, es que nunca hubo interés de Estados Unidos en anexar a Puerto Rico como un territorio conducente a la estadidad. Sin embargo, los intereses partidistas en Puerto Rico se aferraron a crear una ilusión para mantener su negocio de franquicia electoral, e inventaron el Partido Estadista. Desde 1898, a pesar de una larga trayectoria política, el anexionismo estadista no ha tenido una expresión del Congreso de Estados Unidos a los fines de siquiera encaminar a Puerto Rico hacia la territorialidad. Pero esto no significa que no fuese una franquicia exitosa; desde 1968, este país ha sido gobernado por el Partido Nuevo Progresista, como sabe, un partido pro-estadidad. Pero desde 1975 el Partido proclamó que la estadidad era para los pobres, que en puertorriqueño se entendía que era para obtener dinero, fondos, cupones federales, vivir, en otras palabras, de los contribuyentes y del gobierno norteamericano. Nunca, que yo recuerde, se hizo Por el PNP una prédica o campaña de educación sobre valores democráticos creados por la revolución de independencia de Estados Unidos. Nunca se planteó la estadidad como forma de desarrollar la economía del país, convirtiéndola en una isla capaz de estar por encima de Singapur y de China. Nunca se planteó que la estadidad fuese una manera de integrarnos con la comunidad negra. De hecho, nuestra mirada sobre la estadidad es fenotípica y socialmente blanca. Los líderes estadistas no fueron coherentes o eficientes en crear un bloque de apoyo con la comunidad negra ni la comunidad latina mexicana. Los líderes estadistas han demostrado alergia hacia esa posibilidad.

– WRS – ¿Qué ha hecho, si algo, la presidencia de los Estados Unidos y los dos partidos políticos dominantes dentro de los Estados Unidos, el demócrata y el republicano, para mitigar el desastre que ellos y los estadounidenses ayudaron a crear dentro de Puerto Rico?

– LALR – La ley PROMESA fue y es, desde la perspectiva norteamericana, una manera de restablecer el control total sobre el aparato estatal del Estado Libre Asociado. Aquella burbuja, experimento de gobernabilidad, en la cual se le cedió cierto grado de maniobra a la clase dirigente colonial, colapsó o se eliminó con la Ley PROMESA. El Congreso quiere imponer el coloniaje directo, administrar la finca tropical para que el negocio genere más ganancia para ellos. Ese es su interés: maximizar las ganancias. Aparte de esa ley, no ha habido ninguna política o plan para desarrollar a Puerto Rico. Estamos, digamos, en limbo o en tiempo muerto, en el cual no existe prioridad de parte de las autoridades norteamericanas para la implementación de un diseño de desarrollo.

– WRS – ¿Cuál sería la forma de que los puertorriqueños rompan con este ciclo de abuso del colonialismo estadounidense dentro de Puerto Rico? ¿Debería Puerto Rico y los puertorriqueños ser reparados económicamente por Estados Unidos?

– LALR – Reparar sería un paso importante y vital para encaminar una economía exitosa de una futura república puertorriqueña. El siglo de coloniaje valida esa reparación. Pero, antes hay que romper con el coloniaje. El desastre económico, la falta de coherencia del gobierno, la crisis social, la narcosociedad que vivimos ha demostrado que este país ha fracasado, y esto nos lleva a que gran parte de la sociedad ya vive defraudada de la misma. Y que, por lo tanto, las fisuras del coloniaje puedan ser reconocidas más fácilmente por gran parte de la población, cosa que no pasaba así en las décadas de 1950 a 1980, y esto lleva a la posibilidad de un cambio de paradigma. Ya llegamos al fondo, o nos quedamos en él, o se hace algo para cambiar al país.

– WRS – El economista francés Thomas Piketty considera que Francia debería reparar en más de 28 mil millones de dólares americanos a Haití. ¿En cuánto debería Estados Unidos reparar económicamente a Puerto Rico y a los puertorriqueños?

– LALR – Creo que la reparación debería concretarse en un plan a largo plazo de inversión, de asesoría en la conformación de pactos internacionales y de construcción de unas infraestructuras energéticas, pero en consultoría con las autoridades asignadas por el pueblo de Puerto Rico. Y señalo esto porque, por nuestra realidad geográfica, podemos ser autosuficientes energéticamente si utilizamos energía eólica y las corrientes marítimas. Y esto abarataría los costos de inversión, permitiendo una economía viable. No podemos permitir que intereses petroleros determinen cómo construir esa infraestructura, porque ese ha sido un error de la colonia.

Por otro lado, no hay dinero para compensar los más de cien años de explotación capitalista y los daños psicológicos hechos a nuestra sociedad. Pero, aun admitiendo esto, es decir, los daños psicológicos, por ejemplo, en nuestra autoestima, debemos encontrar la fuerza para construir una relación de igualdad y de mutuo respeto entre las dos naciones, y no ver a Estados Unidos como un obstáculo, sino como un aliado más en el proceso de crear un nuevo país.

– WRS – Muchos puertorriqueños viven en la diáspora, bien en Estados Unidos como fuera de los Estados Unidos. Otros puertorriqueños han sido y son partícipes del saqueo estadounidense dentro de Puerto Rico. Todos, los primeros y los segundos, son estadounidenses. ¿Por qué deben ser o no ser recompensados? ¿Son todos los puertorriqueños sujetos coloniales a los que se les ha robado su futuro en su propia tierra? ¿Se les debe devolver su futuro, estén donde estén, sean quienes sean?

– LALR – Toda relación colonial tiene sus áreas grises, por decirlo de alguna forma. Pero me remito a las discusiones que tuvieron los ingleses con los patriotas indios para crear una India independiente. Por 200 años de coloniaje se podía acusar a Inglaterra de ocasionar la muerte de miles de indios, de ocasionar pobreza y de explotar a la India. Se podía odiar a Inglaterra y con ella a todos aquellos sectores de indios (hindúes) que ayudaron y defendieron y vivieron manteniendo el orden inglés. Pero el liderato patriota indio decidió avanzar. Lo mismo hizo Mandela en Sudáfrica. Ahora, lo que no se puede permitir es que un orden colonial sea sustituido por un nuevo orden en el cual el poder se concentre en una élite que, a nombre de un patriotismo emergente, explote al resto de la población. Un nuevo país quiere la participación de todos, de aquellos en exilio, de aquellos que quieran volver y de aquellos que nunca se han ido. Y con el conjunto de todos, dar inicio a conversaciones para crear una sociedad en la cual todos tengamos espacio y roles que cumplir.

Nuestro sistema educativo debe ser una de las grandes prioridades, y aquí te contesto por qué: Todos hemos recibido una educación para forjarnos como sujetos coloniales, y esto debe ser subsanado. Tenemos que crear un sistema educativo para crear intelectuales, economistas, empresarios, científicos, maestros, ciudadanos que vean la vida desde la perspectiva de empoderamiento y desde el fomento de la creatividad, y esto tiene que cambiar. Nuestro sistema actual fomenta el hecho de crear trabajadores para sacarlos del país.

– WRS – Recientemente ha estado moviéndose un proyecto de Orden Ejecutiva para el reconocimiento de la soberanía de Puerto Rico por parte del Presidente de los Estados Unidos. ¿Qué le falta a ese proyecto de Orden Ejecutiva? ¿Qué defectos le ves a ese proyecto de Orden Ejecutiva? ¿Por qué los Estados Unidos merecen algo mejor? ¿Por qué Puerto Rico merece algo mejor?

– LALR – Acabo de asistir a una reunión virtual de los proponentes de esta orden. La intención es provocar una discusión, sacudir el árbol, para ver si los frutos caen. Esta estrategia parte de la premisa de que este tipo de iniciativa será escuchada por los republicanos, apostando a su visión conservadora y su visión fenotípica (racismo). Lo cual deja un sentido de indignación, ya que no hemos podido crear mecanismos de presión cívica para crear las bases de una solución al dilema de inferioridad política. De una cosa podemos estar seguros: la estadidad en este momento no está en la agenda del Congreso. Pero, tampoco lo está la independencia. Mi mirada como historiador me indica que no estamos en la agenda política norteamericana, ni somos un problema político. Podemos especular señalando que esto puede cambiar en la medida en que los republicanos entiendan que los demócratas pueden, en un futuro, convertir a Puerto Rico, Washington D.C., y a las Islas Vírgenes en estados de Estados Unidos, asegurando el control del Congreso y la presidencia por varias generaciones. Unido a esto, Puerto Rico y Santa Cruz pueden ser dos ejes estratégicos para la política energética de Estados Unidos al contar con refinerías de petróleo que pueden usarse para refinar el petróleo traído desde Guyana. Ese es un factor que puede mover la agenda republicana a tomar acciones para evitar daños a sus intereses, y que la visita reciente de Marco Rubio a Jamaica, República Dominicana, Trinidad y Guyana puede dar luz sobre la importancia de la zona caribeña a los planes expansionistas norteamericanos. ¿Cómo esto se traduce políticamente para Puerto Rico? Eso lo vamos a ver, no sé si a través de una orden ejecutiva que imponga la independencia o un reordenamiento económico del esquema colonial.

Precisamente, ahí radica gran parte del problema, que todo gira en torno a lo que le conviene a los norteamericanos y no está presente en la discusión lo que le conviene a los puertorriqueños. Una orden ejecutiva que imponga la independencia parte de la premisa de que seríamos una república para beneficio de Estados Unidos; ya como puede verse, existe un dilema que hay que resolver. Pero lo importante es entrar en diálogo con la metrópolis para afinar una transición en la cual la agenda del desarrollo y el capital puertorriqueño tenga voz y voto, lo cual ahora mismo, en las circunstancias actuales, no tiene.

No quiere decir que esa estrategia sea mala. Para mí, toda estrategia que provoque que Puerto Rico pueda ser discutido en el Congreso y que escape a los intereses de los agentes coloniales locales tiene sus méritos. Recordemos que tanto para el PNP como para el PPD, no cambiar nada es su objetivo; ambos viven de la colonia, sin olvidar que, junto a estos partidos, existe todo un arsenal de cabilderos y empresarios que viven del vampirismo gubernamental. Así que provocar un debate que llame la atención y que sirva como un empuje para mover del atolladero el estatus debe ser bien recibido. Ahora toca seguir moviendo esa estrategia, no dejar caer, y ver si podemos de alguna forma buscar poderes que nos permitan negociar de tú a tú con Estados Unidos, y luego con el mundo.

Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.