En un clima tumultuoso, este sábado tendrá lugar otra manifestación nacional convocada por los sindicatos. Camioneros, refinerías y estudiantes le cambiaron el tono a una batalla que el gobierno de Sarkozy parecía tener ganada.
Dos actores fundamentales de la economía se sumaron a la protesta derivada de la reforma del sistema de pensiones: los transportistas y las refinerías. El clima social se tornó tumultuoso con la ocupación de la escena por los estudiantes del bachillerato, el bloqueo de las doce refinerías del país, la perspectiva del desabastecimiento y, a última hora, la adhesión de los camioneros. Los líderes sindicales de este sector explicaron ayer que se sumaban al movimiento por «solidaridad con el resto de la población».
La revuelta contra el aumento de los años de cotización para jubilarse se salió de sus carriles y ya lleva cuatro días seguidos sin pausa. Los bachilleres y los estudiantes universitarios le pusieron un ingrediente más duro. El jueves hubo unos 500 bachilleratos bloqueados y ayer más de 300. La participación tardía pero tangible de los estudiantes es una de las pesadillas del Ejecutivo por el poder de atracción y desorden que detentan los estudiantes.
Cada vez que éstos salieron a las calles, los gobiernos de izquierda o de derecha tuvieron serias dificultades para apaciguar los ánimos. Entre el martes, cuando -según los sindicatos- más de tres millones de personas manifestaron en las más de 200 marchas organizadas en todo el país, y el viernes, la confrontación se radicalizó. Este sábado tendrá lugar otra manifestación nacional convocada por los sindicatos. Camioneros, refinerías y estudiantes le cambiaron el tono a una batalla que el gobierno parecía tener ganada pese a las gigantescas manifestaciones, siete en total en lo que va del año.
La empresa Trapil, que administra el oleoducto que abastece en gasoil y querosene los aeropuertos parisinos de Orly y Roissy, interrumpió sus operaciones el viernes ya que el combustible dejó de llegar a las terminales aeroportuarias. Ante el temor de que Francia se quede sin combustible, el gobierno ordenó el desalojo por la fuerza de los huelguistas que bloqueaban varios depósitos. El secretario de Estado de Transportes justificó la medida de fuerza diciendo que «no se puede permitir el desabastecimiento, hay que pensar en los que necesitan desplazarse, en las empresas, en los transportistas, todo lo que hace a la vida de nuestro país». El líder de la CGT, Bernard Thibault, fustigó esa iniciativa. Thibault dijo que ese método no permitirá «salir del callejón de la reforma de las pensiones».
La Unión Francesa de Industrias Petroleras teme que a partir del 20 de octubre el desabastecimiento sea una realidad. La huelga que afecta a las 12 refinerías del país no tiene precedentes desde 1968. Esa fecha suena en Francia como un mensaje mágico envuelto en la mística de las jornadas de Mayo del ’68. Olivier Besancenot, líder del NPA, Nuevo Partido Anticapitalista, llegó a afirmar que hoy, en Francia, «un nuevo Mayo del ’68 es posible».
Las refinerías bloqueadas, los camioneros en la frontera de la huelga y los estudiantes en la calle empiezan a diseñar un mapa insurreccional. La peor pesadilla del gobierno son los bachilleres. Los enfrentamientos con la policía, a menudo de una violencia injustificada, desembocaron en un serio incidente en el cual un estudiante perdió un ojo por un disparo -ilegal- con una pistola flash ball. Ello llevó al ministro de Interior, Brice Hortefeux, a interpelar a la policía y sugerir que si se intervenía, se hiciera con «retención». Cientos de estudiantes, representantes de las asociaciones de padres y sindicatos manifestaron ante la escuela Jean-Jaurès de Montreuil, adonde acudía el estudiante herido. En las calles céntricas de París los estudiantes bloquearon varias calles y protagonizaron enfrentamientos con la policía.
Las marchas de este sábado se anuncian tensas. Si los estudiantes, que no tienen clases, se suman con más fuerza que el martes, el Ejecutivo podría ver realizada parte de su pesadilla. Nicolas Sarkozy recurrió al método de ocupación del espacio con propuestas alternativas para desviar la atención, pero la estrategia no prendió. La presidencia evocó el fin del controvertido escudo fiscal o el impuesto a las grandes fortunas sin que ambos temas deshilacharan la densidad de la confrontación en torno de la reforma del sistema de jubilaciones. La medida más emblemática del mandato de Nicolas Sarkozy se ha vuelto hoy la más costosa y peligrosa para el presidente.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-155073-2010-10-16.html