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Análisis comparativo del proceso nacionalista en América Latina

Tres tipos de burguesía; tres grupos de países

Fuentes: Rebelión

Éste escrito surge de un sucinto análisis de las similitudes entre las naciones y pueblos de México y Colombia que se publicará en el Libro Colectivo «La Neta Revelada», editado y compilado por el escritor y periodista Juan Francisco Belmont desde su exilio en Canadá.

Considero que es útil y necesario realizar un ejercicio comparativo de nuestros países. El objetivo es explicarnos por qué en unos países aparecen líderes de la talla de Fidel Castro o los Ortegas, Chávez, Correas o Morales, en otros del perfil de Lula como los Kirchner, Tabaré Vásquez, Mujica, Rousseff o Bachelet, y en unos más, del tipo de Funes, Humala o Lugo.

«No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino que, al contrario, es su ser social el que determina su conciencia« [1] . Esta famosa frase de Marx, que es la esencia de su enfoque materialista dialéctico aplicado a la historia social, nos sirve de brújula para realizar esta concisa comparación de nuestras sociedades, pueblos y «naciones».

Antes de avanzar es importante aclarar que éste análisis no tiene como respaldo grandes estudios académicos ni «científicos» sino que surge de los esfuerzos de un activista social que se alimenta de la luchas de los pueblos de la región y que – desde la empyria – intenta aplicar sus conocimientos a la explicación de nuestra compleja realidad.

Tres (3) tipos de burguesía a la cabeza del bloque oligárquico y tres (3) grupos de países

En América Latina está en desarrollo una revolución nacionalista contra los bloques de poder oligárquicos. Éstos entregaron la soberanía de nuestra región al control del FMI y el Banco Mundial BM. Aplicaron durante los años 80s y 90s del siglo pasado el paquete neoliberal del Consenso de Washington impuesto por el gobierno de los EE.UU. Reagan y Thatcher mandaban.

La clasificación que se presenta se basa en la identificación de la clase social o sector de clase que lideraba o lidera en cada país a ese bloque oligárquico. Ello determina del otro lado -por contraposición- qué clases o sectores de clase encabezan el bloque subordinado en la lucha democrática por independencia, soberanía y autonomía.

Las clases sociales que de acuerdo a este análisis se disputan el poder en el bloque oligárquico son: Una burguesía trans-nacionalizada que es directa heredera de la clase terrateniente que industrializó el campo bajo el modelo «prusiano»; una burguesía burocrática parasitaria que se fortaleció durante el auge del «Estado de Bienestar»; una burguesía industrial que creció durante el período de la sustitución de importaciones (1945-1970), y algunos rezagos de la clase terrateniente que sobrevivió en aquellos países en donde no se profundizó la reforma agraria.

Así, los tres grupos de países por orden geográfico son:

– Grupo A: Chile, Paraguay, Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador, Guatemala, República Dominicana y México. En ellos la clase gran terrateniente encabezó el bloque de poder hasta los años 80s A partir de esa fecha se recicló en burguesía trans-nacionalizada y financiera a la sombra del poder imperial y de la entrega de nuestras riquezas y empresas al gran capital. En esos países las burguesías industriales fueron débiles y se subordinaron -con algunas excepciones-, al poder oligárquico-imperial.

México y Costa Rica tienen características particulares dentro de este grupo, dado que por circunstancias especiales realizaron reformas agrarias más profundas. Allí, a la sombra de los grandes terratenientes, las burguesías burocráticas acumularon un importante poder.

– Grupo B: Argentina, Brasil y Uruguay. Son países en donde el bloque de poder oligárquico está hegemonizado por una burguesía industrial, que compartió el poder durante el siglo XX con la clase terrateniente pero que por condiciones de migración, acumulación de capitales durante el esclavismo y otros fenómenos, consiguió -después de muchas tensiones y conflictos- ponerse a la cabeza de Estados nacionales, y mantener una relativa autonomía frente a Europa y EE.UU.

– Grupo C: Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela. Países en donde el bloque de poder oligárquico era dirigido -hasta antes de las revoluciones- por una clase burocrática parasitaria (compradora y entreguista) que supervivía en alianza con una retrógrada clase terrateniente y una débil burguesía industrial. Eran el eslabón débil de la cadena imperial.

En cada uno de los países que hacen parte de cada grupo existen similitudes asombrosas. Claro, también, importantes diferencias. El poder oligárquico de los países del Grupo A es legatario directo de las 3 Reales Audiencias (Virreinatos) españoles y sus gobernaciones más fuertes (Nueva España-México; Nueva Granada-Colombia; y Nueva Castilla-Perú) en donde perduraron las oligarquías terratenientes. Los países de los otros dos grupos tuvieron fuertes influencias migratorias o desarrollaron un espíritu libertario desde la época colonial y republicana.

¿Cómo avanza la revolución democrático-nacionalista en cada grupo de países?

El avance de la democracia nacionalista tiene grandes diferencias en cada grupo. Empecemos por el Grupo C. Allí la revolución nacional es dirigida por las clases subordinadas en alianza con débiles sectores de la burguesía nacional, en contra de los grandes terratenientes y de la burguesía «compradora». Ello explica la tremenda y permanente polarización política, tanto interna como externa con el bloque de oligarquías regionales y el imperio. Ellos se apoyan mutuamente.

En el Grupo B, el proceso de cambio es encabezado y canalizado por la burguesía nacional en alianza con sectores organizados de los trabajadores y sectores medios de la sociedad. Ese frente político aguanta a los terratenientes y a la burguesía comercial. La polarización es menor por cuanto el proyecto «nacional» en cabeza de la burguesía le garantiza a todas las clases poderosas y propietarias la contención de los campesinos que luchan por la tierra, la explotación eficaz de los trabajadores y participar de los beneficios del crecimiento económico.

En el Grupo A la burguesía trans-nacionalizada está al frente de la hegemonía oligárquica. Ésta ha logrado consolidar una fuerte alianza con sectores terratenientes en contra de las demás clases subordinadas que por períodos realizan alianzas coyunturales con la burguesía burocrática, que está fuertemente mermada. En general, han logrado mermar los vientos nacional-democráticos.

Análisis comparativo

La historia de América Latina nos envía señales sobre la naturaleza de los gobiernos que actualmente abren espacios democráticos y nacionalistas en nuestros países. De acuerdo a su historia y contradicciones acumuladas en el tiempo se pueden ubicar características similares que sirven para prever las tendencias predominantes y diseñar estrategias.

En aquellos países en donde las oligarquías terratenientes y el poder de los imperios no permitieron el desarrollo de una fuerte burguesía industrial, los trabajadores, campesinos y comunidades indígenas logran ponerse al frente de los sectores medios de la sociedad. Así, hoy lideraran revoluciones pacíficas con claro sabor anti-imperialista y anti-neoliberal. Son los casos de Venezuela, Ecuador y Bolivia (emulando las insurrecciones de Cuba y Nicaragua).

En estos países los bloques de poder democrático están compuestos por trabajadores, sectores medios de las ciudades y de la pequeña-burguesía rural (campesinos indígenas, mestizos y afros pequeños y medianos productores) que han conseguido alianzas explícitas y no expresas, con sectores minoritarios de la burguesía burocrática e incluso industrial. El peso de la dirección está en manos de clases «medias» nacionalistas pero no anticapitalistas. Esa es la contradicción que se manifiesta en los conflictos sociales que afloran en Ecuador y Bolivia, y que en Venezuela asume un carácter político-electoral. Cuba y Nicaragua -por su evolución- requieren otro análisis.

Las condiciones en Colombia, Perú, Paraguay y toda Centroamérica, a excepción de México y Costa Rica, daban para que durante la 2ª mitad del siglo XX se desencadenaran revoluciones democráticas. La burguesía «manita» y «nica» realizó reformas agrarias que evitaron que la lucha por democratización de la tenencia de la tierra se convirtiera en verdaderas guerras civiles, como sucedió en la región. En aquellos donde no se aplicaron las reformas o se hicieron parcialmente, se produjeron alzamientos campesinos durante todo el siglo XX. Esos conflictos -gracias a la intervención imperial- fueron convertidos en las actuales «guerras del narcotráfico».

En el grupo A, aparecen ahora señales incipientes de construcción de políticas autónomas. Así ha ocurrido en El Salvador (Funes), Paraguay (Lugo) y Perú (Humala). Sin embargo, la situación es muy frágil, dado que si se intenta dar el paso completo hacia la autonomía nacional y la democratización -caso reciente de Honduras (Zelaya)-, las oligarquías reaccionarias y el imperio estadounidense se coaligan para impedir los avances, incluso por la fuerza, sin que la débil burguesía nacional (casi inexistente) pueda servir de contención.

En estos países pesa con fuerza el papel de la burguesía trans-nacionalizada, que es la que se coloca a la cabeza de la reacción. A nivel regional esta clase ha empezado a jugar de una manera nueva desde la elección de Santos en Colombia, quien ha sido asesorado por un selecto grupo de estrategas norteamericanos. [2] La oligarquía colombiana dio un viraje con respecto a la política de Uribe, distensionó las relaciones con Venezuela y Ecuador, agrupó a Chile, México, Perú y Panamá, y se acercó a las burguesías brasileña y argentina.

Ese bloque burgués imperial pretende liderar el proceso de integración regional y neutralizar a los gobiernos revolucionarios (ALBA). Se muestra -por ahora-, en lo económico, menos plegado al gobierno de los EE.UU. mostrándose abierto a las relaciones con China y otros bloques económicos, pero en lo político y militar (caso de intervención en Libia, alianza con Israel) sigue dependiendo del direccionamiento de USA.

Esa burguesía trans-nacionalizada -que ya comparte mercados de la región en el campo de la energía eléctrica, proyectos de infraestructura, productos como el azúcar, café y manufacturas-, impulsa la integración regional con una óptica neoliberal, apura la adecuación de las comunicaciones (IIRSA) hacia una mayor y más eficiente explotación de los recursos naturales y la re-primarización de la economía (agro-combustibles, otros productos tropicales), y aunque promueve algunos proyectos de industrialización, lo hace muy modestamente. No está dispuesta a enfrentar en serio, por ahora, a las grandes potencias.

En los países del Grupo A, en donde las fuerzas democráticas han ganado un espacio (El Salvador, Paraguay y Perú), la situación es crítica. Todavía quedan remanentes de la lucha armada insurgente de los años 70s del siglo pasado que -al no triunfar-, dejaron tremendas heridas en las naciones, en el alma popular, miedos y resentimientos, que son utilizados en forma de chantaje por las reaccionarias oligarquías. Por tanto, los pasos que dan los gobiernos con perfil democrático-nacionalista son muy tímidos, y sólo una estrategia muy calculada, más la influencia del entorno regional y mundial, van a determinar los cambios a lograrse.

En aquellos países del Grupo B en donde las burguesías industriales consiguieron ser cabeza de la alianza con los terratenientes, a pesar de todas las tensiones, se han conformado bloques interclasistas que avanzan hacia relativos logros independentistas, autonómicos y de integración regional. Es el caso de Brasil, Uruguay y Argentina.

En esas alianzas inter-clasistas aparecen fuerzas de los trabajadores del Estado y los obreros «centralizados» (trabajadores del petróleo, siderúrgicos y de la industria automovilística). Se colocan al frente dirigentes de los trabajadores como Lula pero -mirado en conjunto-, es la gran burguesía la que mueve los hilos del «desarrollo». Se avanza en «re-distribución de la riqueza», pero en general no se pasa de programas asistencialistas. La estructura del modelo no se afecta.

Chile es un caso «sui géneris». Siguiendo los pasos de Cuba se adelantó en 1971 a realizar su revolución popular/democrática pero las fuerzas revolucionarias fueron derrotadas por el golpe militar. Dado que la burguesía en alianza con la clase terrateniente se consolidó en una burguesía trans-nacionalizada, bajo la cobertura de la dictadura (situación similar a Colombia y Perú, en donde la gran burguesía consiguió derrotar los aires democráticos dejados por Gaitán y Haya de La Torre), ha venido creciendo a la sombra del imperio y con su visto bueno. No es accidental que estas tres burguesías con la de México, estén a la cabeza de la derecha latinoamericana.

Conclusión

No es casual entonces que triunfen políticamente líderes revolucionarios radicales en Cuba o Venezuela, profundamente moderados en Brasil o Uruguay, o francamente vacilantes en Perú o Chile. No obstante, a pesar de la diversidad, mirada en su conjunto América Latina ha dado pasos importantes hacia la independencia y la autonomía frente a USA. Con la conformación de MERCOSUR, el ALBA, UNASUR y la CELAC, los pueblos han avanzado pero las burguesías y las clases dominantes todavía tienen un enorme peso económico (y político). Es verificable.

En consecuencia, es evidente que sólo un frente internacional de los trabajadores de A.L., organizados con independencia dentro de los bloques de clases existentes (que tienen disímiles expresiones políticas en cada país como PSUV-Venezuela; MIPAIS-Ecuador; MAS-Bolivia; PT y aliados-Brasil; Justicial-peronistas-Argentina; Frente Amplio-Uruguay; etc.) podrán enfrentar con consecuencia a las poderosas burguesías regionales que están en proceso de acercamiento y unificación.

Las burguesías regionales en sus dos grandes vertientes (brasilera-argentina y colombiana-peruana-chilena-mexicana), se concertarán para hacer abortar los procesos revolucionarios en marcha. Si consiguen mantener dispersos a los trabajadores y confundida a la pequeña burguesía con caminos «alternos» (nacionalistas burgueses y pequeño-burgueses), no habrá quien se les oponga ni quién lidere una propuesta proletaria verdaderamente transformadora.

No se trata de usar la independencia de clase para debilitar las causas democráticas y nacionalistas sino para ayudar a construir una mayor y mejor Hegemonía Social Popular, atrayéndose a las demás clases subordinadas hacia la construcción de verdaderos «frentes populares». Lo que ocurre en nuestros países -incluyendo la misma Venezuela- nos obliga a hacerlo. No podemos ilusionarnos con salvadores supremos.

Hay que hacerlo ya: «Proletarios de todos los países, uníos« [3].

Notas:

[1] Marx, Karl. «Prólogo de la contribución a la crítica de la Economía Política». Heft, Berlín, 1859

[2] La Silla Vacía. «Los asesores gringos en la campaña de Santos»: http://www.lasillavacia.com/historia/14657

[3] Marx, Karl y Engels, Friedrich. «Manifiesto del Partido Comunista». Londres, 1848.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.