Mientras que la dirección de Philips anunciaba desde octubre pasado el cierre definitivo del lugar, el despido de los 212 trabajadores y había empezado un cierre de la fábrica (lock out) desde el lunes 15 de febrero, impidiendo a los trabajadores entrar y trabajar, ahora está obligada a reabrir sus puertas y reactivar la producción. […]
Mientras que la dirección de Philips anunciaba desde octubre pasado el cierre definitivo del lugar, el despido de los 212 trabajadores y había empezado un cierre de la fábrica (lock out) desde el lunes 15 de febrero, impidiendo a los trabajadores entrar y trabajar, ahora está obligada a reabrir sus puertas y reactivar la producción.
El lunes 22 de febrero, los trabajadores reanudaban su trabajo recibidos con cantos y aplausos de estudiantes parisinos, de la banlieue y profesores huelguistas de la academia de Créteil, que llegaban para apoyarlos y felicitarlos. Se podía leer en las banderas «Ganar contra los patrones es posible!» y «Philips Dreux, un ejemplo para todos los trabajadores!» ¡Es una victoria importante de los trabajadores que lucharon no por indemnizaciones sino para el mantenimiento de su empleo, contra los despidos y el cierre de su fábrica!
Combatividad y solidaridad
No fue solamente la estrategia judicial y el trabajo de los abogados lo que permitió esta victoria, sino una combinación de métodos y estrategias de lucha de los propios trabajadores. Una de las claves de la victoria fue la firmeza del sindicato CGT Philips Dreux en la línea del mantenimiento de todos los puestos de trabajo. Rechazó toda negociación con la patronal mientras el lock out no fuera levantado y el «plan social retirado» (procedimiento legal de despido). Apeló y movilizó a los trabajadores a luchar contra el lock out, yendo todos los días a partir de 5:30 frente a la fábrica y a reunirse en asamblea general para decidir la estrategia a adoptar. Los trabajadores respondieron masivamente al llamado.
Los militantes combativos del CGT organizaron guardias durante las 24 horas sobre el lugar en caso de que la dirección vaciara la fábrica, sacando sus máquinas, y buscaron permanentemente la convergencia con otras luchas. Un hecho nuevo fue la presencia de estudiantes de la universidad, especialmente de París 8 Saint Denis, entre los cuales jugaron un rol destacado los militantes y simpatizantes de la FT, yendo todas las mañanas al frente de la fábrica a llevar su apoyo a los trabajadores. Esta solidaridad de los estudiantes hacia los obreros contribuyó mucho a sacar esta lucha del aislamiento y levantar la moral de los trabajadores, que se sentían «desechados como pañuelos descartables» y totalmente despreciados por la patronal.
¡Nacionalización bajo control obrero!
Pero la lucha de los trabajadores de Philips no ha terminado. El gerente de Philips Dreux, Richard Woods, ha tenido que tragarse por el momento sus palabras el jueves antes de la victoria, sobre que «no habría más producción a Dreux». Es que, su plan de cierre era tan ilegal, que la justicia habría tenido dificultades en no darles la razón a los trabajadores. A este resultado inesperado ayudó la existencia de un clima social caldeado, como mostraba la histórica huelga de los trabajadores precarizados del gigante del mueble IKEA, la huelga de sectores de la educación (Ver La Verdad Obrera Nº 362) así como, en un plano más político, la huelga de solidaridad de los trabajadores de las refinerías en Francia (ver «Traición de los sindicatos»), en el marco de un gobierno debilitado que debe afrontar un difícil test electoral el próximo 14 de marzo.
Sin embargo, esto retroceso que da tiempo a los trabajadores y les permite avanzar en su organización, tanto interna como fuera de la fábrica, buscando la coordinación con otros sectores, no significa que la patronal no intentará volver a la carga. Frente a la pérdida de legitimidad de la firma, que debe cuidar su marca, se puede suponer que la dirección de Philips prepare un nuevo plan de despidos cubriendo todos los aspectos legales. Esta es la razón por la que los trabajadores amenazados por los despidos no pueden volver a poner su suerte en manos de la Justicia. La única solución definitiva ante los despidos es la nacionalización de la empresa bajo control de los obreros. Los diez días de producción sin patrones lo han mostrado (ver «El ejemplo del Control obrero»). La nacionalización permite garantizar un plan de producción para los obreros, es decir, el suministro de la materia prima, las ventas y el control obrero permite a los propios trabajadores garantizar el empleo, su trabajo y decidir colectivamente la manera en que van a trabajar.
El ejemplo del Control obrero
Para justificar el cierre de la fábrica, la patronal baja el ritmo de producción mediante el no aprovisionamiento de la planta hasta llegar a un nivel de producción de sólo 10 televisores por día en el mes de diciembre. Es así que el día 5 de enero, los trabajadores deciden en asamblea por mayoría aplastante (147 contra 5) tomar el control de la planta, aprovisionarla y demostrar así que, al contrario de lo quería hacer creer la patronal, la fábrica es productiva.
Para aprovisionar la planta, los obreros de Philips cuentan con la solidaridad de los trabajadores del almacén donde están los componentes que llegan desde Hungría y logran así aprovisionarse para cerca de un mes de producción. ¡En un día de trabajo producen más de 300 televisores! Pero tras 10 días de producción, la patronal, apoyada por fiscales de justicia y con la colaboración del sindicato amarillo Force Ouvrière acosa a dos obreros para que saquen todos los televisores almacenados en la planta y los trasladen a otro local, y con agentes de seguridad privados retoma el control de la planta.
Una historia de desindustrialización común a toda Francia
En las afueras de la pequeña ciudad de Dreux, a 70 kilómetros de Paris está la planta de la fábrica de televisores del grupo holandés Philips. De los más de 1300 obreros -y sobre todo obreras, ya que como en tantas otras fábricas de electrodomésticos la mayoría de los trabajadores son mujeres-, sólo quedan 212. La otra planta, que quedaba a algunos cientos de metros, sobre la colina, está cerrada desde el año 2006. Desde mediados de los años ’70, estas dos plantas, ubicadas en una concentración industrial joven que data de la posguerra, en lo que antes era una zona esencialmente rural, se producía toda la tecnología y todos los componentes de los televisores Philips.
De a poco, a partir de fines de los años ’90 se fueron vaciando estas fábricas, transfiriendo etapas de la producción a países con mano de obra más barata como Hungría y Polonia, lo que implicó en 1997, 2003, 2008, oleadas de despidos masivos. De esta forma, sólo quedó un turno trabajando en dos de las cinco líneas de producción de una de las plantas con una actividad reducida al ensamblaje de los televisores. Muchos obreros despedidos, entre los cuales se encuentran muchos activistas de las luchas anteriores, siguen desocupados, en una región donde las fábricas cierran una tras otra en medio a la actual crisis capitalista.
En septiembre del año pasado, después de haber impuesto el trabajo sin salario a los obreros durante casi cinco meses en 2008 para «salvar la planta» y de haber despedido a cientos de ellos enseguida, la dirección de Philips anunció que cerraría la fábrica.
Panorama Internacional