Las cuentas salieron finalmente mejor de lo esperado. El Ejecutivo de gran coalición encabezado por Enrico Letta (Partito Demócrata ) consiguió superar el pasado miércoles la moción de confianza a la que se enfrentaba en el Parlamento. No solo, sino que contó con el paradójico apoyo del mismísimo Silvio Berlusconi, quien había generado la crisis […]
Las cuentas salieron finalmente mejor de lo esperado. El Ejecutivo de gran coalición encabezado por Enrico Letta (Partito Demócrata ) consiguió superar el pasado miércoles la moción de confianza a la que se enfrentaba en el Parlamento. No solo, sino que contó con el paradójico apoyo del mismísimo Silvio Berlusconi, quien había generado la crisis de Gobierno. La crónica de los hechos es conocida: Berlusconi impone la retirada de los ministros de su partido (Pueblo de la Libertad ) del Gobierno y la ruptura de la coalición con el PD, unas semanas antes de que el Senado le cesara como parlamentario tras ser condenado a 4 años de prisión por fraude fiscal en el caso Mediaset; con su decisión unilateral, il Cavaliere puentea a su mano derecha -y vicepresidente del Gobierno- Alfano, quien, junto con el resto de ministros y otros dirigentes del PdL, muestra su intención de mantener el apoyo a Letta; el divorcio político se consuma en la votación en la Cámara Alta sobre la moción de confianza para la que la rebelión interna en el PdL ha cuajado pues los seguidores de Alfano cuentan con los números suficientes para que el Gobierno continúe; por último, el camaleónico Berlusconi, con un golpe de escena que le permite mantenerse con vida pero no esconder su humillación política, anuncia su respaldo al Ejecutivo. En definitiva, una nueva puesta en escena de la politique politicienne italiana.
Superficialmente, se podría decir que la situación no ha cambiado mucho tras la breve crisis (la composición del Gobierno no se ha visto alterada) y sin embargo, un ministro del PD se permitía afirmar sonriente que había visto la luz «una nueva mayoría». En efecto, la fractura en el partido de derechas italiano parece tener difícil solución. No se sabe aún bajo qué forma cristalizará: las declaraciones de los diversos dirigentes del PdL apuntan a la creación de dos grupos parlamentarios distintos aunque aún no queda claro si serán Berlusconi o los «distintamente berlusconianos», el grupo encabezado por Alfano, quienes controlarán el partido. Retomar el proyecto político de Forza Italia, el partido a través del que se dio a conocer il Cavaliere, es una opción que sus acólitos llevan barajando desde que fue condenado por fraude fiscal en agosto. El cese de Berlusconi como senador, que -mientras escribo estas líneas- acaba de ser aprobado por la correspondiente comisión parlamentaria y deberá ser ratificado en el pleno del Senado, puede representar una etapa más en su ocaso político. Puede. Porque a el Caimán se le ha dado por muerto muchas veces desde que empezó su carrera política: sin ir más lejos, hace dos años cuando su Ejecutivo fue sustituido por el de Monti. Un conocido periodista italiano, Marco Travaglio, que recordaba estos días sus numerosas resurrecciones, apuntaba que entorno a un 17-20% del electorado siempre se le ha mantenido fiel. Y las impopulares medidas que adoptará el Gobierno Letta (desde la anunciada subida del IVA a los próximos recortes en los Presupuestos para 2014) pueden ofrecer una ocasión más a Berlusconi para, desde la oposición, conectar con sus votantes…
Sea como fuere, la estabilidad del «nuevo» Gobierno parece estar garantizada para 2014. En la recomposición de la mayoría parlamentaria que lo respalda hay dos aspectos clave que cabe resaltar: de un lado, las fuertes presiones de la Troika para garantizar la estabilidad política y el cumplimiento de los planes de austeridad en Italia y a la vez evitar un posible «rescate» del país y el contagio en la Eurozona; de otra parte y estrechamente relacionado con lo anterior, el enésimo intento de crear en Italia un partido de derechas respetable de cara a fuera y alineado con el Partido Popular Europeo en el Parlamento Europeo.
Las declaraciones de las altas instituciones de la UE se han hecho notar en los días previos a la moción de censura en Italia, el segundo país de la Eurozona con mayor deuda pública. En el mismo sentido se expresaban fuentes del Departamento de Estado de los EEUU: «Los EEUU comparten el compromiso reformista del Gobierno Letta». Detrás de estas injerencias son difíciles de esconder los intereses de la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) en el mantenimiento de la estabilidad política, es decir de una coalición de Gobierno que aplique directamente los planes de ajuste neoliberales. Medidas que ya han conseguido que Italia alcance en septiembre el 40% de paro juvenil, cifra solo superada por Grecia y España. Un país-protectorado de la Troika que, además de por Ejecutivo, está siendo avalado por el Presidente de la República Napolitano, quien ha permitido a Letta disponer de todo el tiempo necesario para su exquisito trabajo de fontanería política, en vez de buscar a un sustituto o disolver las Cámaras.
En segundo lugar, la creación de una fuerza política de derechas «decente» es una exigencia que desde fuera de Italia se impone de forma cada vez más acuciante. Lo intentó a finales de 2010 el posfascista Gianfranco Fini cuando rompió con Berlusconi y conformó un nuevo partido político ya muy debilitado debido a sus pésimos resultados en las últimas elecciones generales. Más recientemente, se puede señalar la fallida tentativa del ex Presidente del Gobierno Monti cuya coalición no alcanzó 10% de voto en las pasadas elecciones. Monti -inmejorable subordinado de la Troika en Italia- obtuvo de hecho el apoyo explícito del PPE, que simultáneamente abrió un expediente sancionador a Berlusconi por sus invectivas contra Merkel y sus críticas a Monti. Este pasaje político no es en absoluto baladí: el blanco de las críticas de Berlusconi eran precisamente las medidas de austeridad. «En nuestro programa político está la superación de las políticas de austeridad que en Europa han sido impuestas por Alemania y nos han conducido a esta crisis con casi 50 millones de europeos en situación de desempleo». Así es como il Cavaliere calentaba la última campaña en febrero de este año. Afirmaciones populistas que ciertamente conectan con una parte del pueblo berlusconiano golpeado por la crisis. Afirmaciones que molestan a la Troika porque plantean una alternativa a la austeridad que no puede tener cabida en la Europa del Capital. Afirmaciones, por último, que pueden anunciar los vericuetos del futuro político y discursivo de Berlusconi.
Como decíamos, el nuevo intento de desarticular a Berlusconi, esta vez desde dentro del berlusconismo, ha tenido como protagonista al «delfín» Alfano y los diputados sicilianos pero, más aún, al área política de dirigentes del PdL herederos por diversas vías de la Democracia Cristiana, el partido-estado dominante en el país transalpino durante el amplio periodo que se conoce como Primera República Italiana. En este aspecto dos potentes ‘lobbies’ han desempeñado un importante papel. L a primera es el think thank VeDró, creado en 2005 por un grupo de treintañeros (políticos, empresarios, periodistas, etc.) con el objetivo de «reflexionar sobre el futuro de Italia y perfilar escenarios polémicos […] analizar temas o fenómenos sin barreras ideológicas o prejuicios». Una fundación con estrechos vínculos con el mundo empresarial y financiero: sin ir más lejos, en su convención anual de 2012, destaca una mesa redonda con los directores en Italia de las tres principales agencias de rating internacionales. Como fundadores de VeDró encontramos tanto a Letta como a Alfano y a un total de 6 ministros del Gobierno Letta: no es de extrañar pues que la convención de VeDrò de este año haya sido cancelada porque su principal tarea se había cumplido. La segunda poderosa ‘lobby’ es Comunión y Liberación (CL), movimiento eclesial católico internacional con relevantes ramificaciones políticas y económicas. Algunos ministros y piezas significativas del PdL protagonistas de la rebelión interna contra la línea de Berlusconi forman parte precisamente de CL. En su ‘meeting’ de 2013 (en España no pasó desapercibida la participación de Lucía Figar hace un par de años ) intervino el primer ministro Enrico Letta para realizar una defensa del Gobierno de gran coalición y granjearse así una calurosa acogida en el encuentro. De acuerdo con lo expuesto hasta ahora, podría desempolvarse el refrán latino que -reformulado- se popularizó en la izquierda italiana de los años 60: «errare humanum est, perserverare democristianum».
Una nueva mayoría pues, un nuevo «compromiso estúpido» (como titulaba Il Manifesto en primera plana). La otra cara de la misma moneda, a la que todavía no hemos hecho mención, es el Partido Demócrata. Un partido en el que coexisten corrientes internas muy acentuadas con constantes grescas públicas y que en unos meses afrontará su congreso con un claro favorito: el liberal alcalde de Florencia Matteo Renzi. La continuidad del Gobierno de gran coalición puede significar un aumento de la brecha interna con respecto del ala más a la izquierda del PD, quien pretende pintar al Ejecutivo Letta como una excepción con fecha de caducidad. Mal que les pese, este Gabinete prosigue, sin puntos de inflexión, con la tarea del Gobierno encabezado por Monti. Y Letta se apoya en PD y PdL, tal y como se sustentaba su predecesor.
Ahora bien, hemos hablado hasta aquí de PD y PdL pero para completar el análisis es necesario hacer mención al Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo que en las últimas elecciones estuvo muy cerca de alcanzar al PD en número de sufragios y se colocó por delante del PdL (sin tener en cuenta las listas coaligadas). No nos detendremos en la caracterización de esta fuerza política ni en su oposición al Gobierno Letta: es en este caso clave resaltar como la irrupción del M5S supone la crisis del diseño basado en el bipartidismo y la alternancia política proyectado por la élite dirigente. Un modelo bipartidista que, por otra parte, en la Segunda República Italiana nunca ha tenido aplicación plena pues las coaliciones políticas gobernantes siempre se han tenido que apoyar en pequeños partidos «muleta». Es en esta coyuntura política donde los polos supuestamente opuestos (PD-PdL) se atraen con facilidad: una nueva muestra de transformismo, un fenómeno que atraviesa la historia política de Italia desde su fundación.
Es en los años 80 del siglo XIX cuando la extensión del sufragio y el consiguiente y previsible reforzamiento de la izquierda radical favorece el proceso de convergencia de las fuerzas políticas moderadas que nació con un acuerdo entre el líder de la izquierda Depretis y el de la derecha Minghetti que tomó el nombre de «transformismo» . Depretis intentó entonces convencer de que se había dado una «transformación» de los moderados en progresistas cuando en realidad, en vistas del poder, había sido sobre todo la izquierda de orígenes republicanas quien había mutado su propia naturaleza aliándose con la derecha liberal. El modelo bipartidista de ascendencia anglosajona (derecha contra izquierda, mayoría contra oposición) se sustituía por otro basado en un gran centro moderado en el que las diferencias programáticas quedaban de lado y los pactos y compromisos se renovaban cotidianamente. La mayoría de diputados y ministros, que debían representar las distintas posturas políticas e intereses de cada región, respaldaban a cualquier nuevo Gobierno con tal de mantener también sus privilegios. Será Gramsci posteriormente quien incorpore el transformismo a su esquema teórico como elemento de la Revolución Pasiva y lo analice como una constante en las diversas fases de la política italiana. A caballo entre el siglo XIX y XX, el transformismo se concreta para Gramsci en la cooptación política de los potenciales representantes de la clase dominada, hecho que impedía la inclusión en la lucha política de las instancias y reivindicaciones de las clases populares. Parece innecesario subrayar, mutatis mutandis, las evidentes similitudes con la actualidad. Casualidades de la política italiana: Letta cerró el discurso para pedir la continuidad de su Ejecutivo con una cita del filósofo liberal Benedetto Croce quien, al contrario que Gramsci, valoró de forma positiva el transformismo y la convergencia de fuerzas moderadas como necesaria evolución del sistema parlamentario moderno.
Los procesos políticos dominados por el transformismo han conllevado también el intento de aislamiento de las posturas situadas claramente a la derecha y a la izquierda de las fuerzas moderadas y gaseosas. En la coyuntura actual, Berlusconi, al que la prensa europea querría dar por muerto antes de tiempo, podría hacer suyo el espacio político de la derecha «radical». En la izquierda por el contrario quedaría un espacio libre que una «Syriza Italiana» (de la que aún no hay rastro, pero habrá que estar atentos) podría perfectamente ocupar, ya que el Movimiento 5 estrellas no parece preparado para canalizar políticamente todo el descontento frente a recortes, pobreza y desigualdad social crecientes a pasos agigantados. Por el momento, la verdadera novedad en el escenario político es que ha estallado el polo de centroderecha y ya se atisba una convergencia hacia un sólido centro demócratacristiano donde puede que converjan todos: desde la mafia siciliana hasta Comunión y Liberación pasando por exradicales, exdemocratacristianos y montianos, todos remando juntos hacia la Gran Desigualdad de la UE del Capital.
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