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Ucrania: la guadaña del Maidán

Fuentes: Mundo Obrero

Más de cuatro años después del golpe de Estado del Maidán, inspirado y apoyado por Estados Unidos, la economía ucraniana se encuentra en una situación catastrófica: muchos la comparan con el desastre que causó el borracho Yeltsin en la Rusia de los años noventa. La deuda externa alcanza ya los 50.000 millones de dólares, el […]

Más de cuatro años después del golpe de Estado del Maidán, inspirado y apoyado por Estados Unidos, la economía ucraniana se encuentra en una situación catastrófica: muchos la comparan con el desastre que causó el borracho Yeltsin en la Rusia de los años noventa. La deuda externa alcanza ya los 50.000 millones de dólares, el PIB se reduce (es inferior al de Marruecos, y no llega ni a la mitad del de Rumania), la industria languidece, y la partida más importante del presupuesto es la dedicada al pago de intereses por la deuda. Ucrania se ha convertido en un Estado fallido, incapaz de asumir sus compromisos.

El presupuesto para 2019 está directamente inspirado por el Fondo Monetario Internacional, obliga al gobierno a aumentar el precio del gas a la población, y que sus préstamos vayan dirigidos a la estabilización de la economía y no se inviertan en necesidades sociales, mientras exige mecanismos para combatir la gigantesca corrupción para que los créditos otorgados no sean robados por los tentáculos mafiosos de empresarios y políticos. A la corrupción anterior, bajo Yanukóvich, el golpe de Estado del Maidán ha añadido unas estructuras políticas que fomentan el ultranacionalismo, el odio a Rusia, la persecución de los comunistas y de todo rasgo que recuerde a la Unión Soviética, y que se basan en la corrupción y los sobornos: ni una sola institución escapa a esa realidad. Ucrania se ha convertido en el país más pobre de Europa, pierde población, y la tasa de mortalidad casi dobla a la de natalidad: en el último año, por cada 100 fallecidos sólo hubo 58 nacimientos. La población ha pasado de los 52 millones de tiempos soviéticos a los actuales 44 millones. Incluso Yulia Timoshenko, presidenta del partido derechista Batkivshchina, denuncia que el país está en un callejón sin salida.

La guerra en el Este no se ha detenido; los acuerdos de Minsk no se cumplen, y la tregua se viola con frecuencia a lo largo de los quinientos kilómetros de línea del frente en el Donbás. El responsable de la Misión de la OSCE en Ucrania, Alexander Hug, afirmó al dejar su cargo que en los últimos cuatro años de la guerra nada había cambiado. Los servicios secretos ucranianos estuvieron implicados en el atentado que mató al presidente del Donbás,  Alexander Zajárchenko, a finales de agosto de 2o18, y la tensión con Rusia se ha extendido al mar de Azov: Estados Unidos ha ofrecido patrulleras a Ucrania y la OTAN quiere realizar patrullajes marítimos, mientras en Kiev se levantan voces, como la del ministro de Exteriores Pavlo Klimkin, para que Ucrania denuncie el acuerdo de 2003 con Rusia sobre el mar de Azov. El embajador ruso en la ONU, Vasili Nebenzia, denunció que Estados Unidos y la Unión Europea aceptan el incumplimiento de los acuerdos de Minsk por parte de Ucrania, al tiempo que responsabilizan a Moscú de la situación, como hicieron a finales de octubre el ex presidente francés Hollande y el polaco Kwaśniewski.

El 14 de octubre de 2018, en el aniversario del ejército OUN de Stepán Bandera, miles de nazis desfilaron con antorchas por las calles de Kiev, presididos por Oleh Tyahnybok, dirigente de Svoboda, ante la complacencia del gobierno, y el Ejército de Voluntarios de Ucrania, dirigido por Dimitri Yarosh, diputado y dirigente del partido fascista Pravy Sektor, ha sido integrado en el ejército regular ucraniano. El grupo recurre a la tortura y el asesinato con los prisioneros.

Nada espera la población de las próximas elecciones. Ucrania es hoy un país en ruinas, que ha visto aparecer las granjas humanas, donde mujeres jóvenes alumbran niños que serán comprados por beneficiarios de esa mentira repugnante llamada «gestación subrogada»; donde existen campamentos para miles de niños que reciben entrenamiento militar, entre canciones nacionalistas, cabezas rapadas y enseñas de extrema derecha, en lugares como Líder, cerca de Kiev, o en la frontera con Polonia; y donde Kurt Volker (viejo agente de la CIA, anterior embajador norteamericano ante la OTAN y hoy representante especial para Ucrania, nombrado por Trump) tiene más influencia que el propio presidente golpista Poroshenko, el guardián de la guadaña del Maidán.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.