Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Gorka Larrabeiti
No es nuevo que las leyes electorales italianas se dobleguen ante la ideología de la gobernabilidad como valor absoluto, saltándose a la torera el resto. Pero ayer se dio un paso más hacia la vacuidad de la representatividad electoral para reducirla a una simulación de la democracia basada en el intercambio de conveniencias recíprocas. Berlusconi y Veltroni acordaron elevar al 4% el umbral para poder entrar en el Parlamento Europeo. Nos lo van a explicar aludiendo a que en otros países de la UE también hay umbrales semejantes. Pero no es verdad: no se han puesto de acuerdo para ser más europeos, dejando de lado el que cada país tiene una historia y una composición social que deberían respetarse. No es verdad, pues este acuerdo -que se convertirá en ley la semana que viene- es lisa y llanamente fruto de «intereses privados» transformados en «proyectos políticos».
El interés de Veltroni es el de desertificar todo aquello que haya a su izquierda (por pequeño que sea) con tal de salvar a su partido y a él mismo de la deflagración que ya está en marcha. O de atenuar los efectos que pueda tener sobre su liderazgo. De esta urgencia parte la decisión de poner fin a toda hipótesis de gobierno en coalición con la izquierda, lo que supondrá el fin definitivo del centroizquierda. Ni siquiera se inmuta ante el problema de que, de actuar así, se excluye toda hipótesis de gobierno, a menos que el delirio del voto mayoritario haya borrado hasta el mínimo atisbo de inteligencia política. Y así, el PD ofrece a Berlusconi la RAI como palestra del bipartidismo absoluto y además se muestra disponible para tratar una reforma de la justicia -empezando con la ley de escuchas telefónicas- igual que hizo con la Liga Norte sobre el federalismo. El Cavaliere, después de hacerse sus cálculos, ya ve a su partido (PDL) como primer partido entre los que componen el PPE, acepta, cobra y ya piensa en la presidencia de la República. Bonito trueque.
El PD agonizante está tan obsesionado con el espíritu de supervivencia que no sólo está dispuesto a aceptar toda condición berlusconiana con tal de sembrar desiertos a su izquierda, sino que ni siquiera se preocupa de otro detalle: la convicción que dejará en esos millones de italianos que votaron o todavía seguirían votando a la izquierda ex-parlamentaria de que ante ellos hay una «casta de partidos» que decide por ellos al margen de sus convicciones e ideas.
Fuera de este jueguito quedan los restos de la izquierda, ya dividida y fragmentada por cuenta -y culpa- propia, y que ahora corre el peligro de ser víctima de una injusticia. Protesta la izquierda con razón, pero más valdría que pasara ahora de las palabras a los hechos. Por ejemplo, debería hacer que se sintiera su presencia donde aún está presente, es decir, en las juntas locales. ¿por qué se deben construir coaliciones -allá donde se vote en primavera en el mismo día de los comicios europeos- con quien te quiere matar y participar sea como sea en una desaparición progresiva? Por otro lado, tengamos presente un hecho elemental. Un umbral electoral del 4% difícilmente se puede abordar, quizá ni aun ensamblando las partículas descompuestas y rencillosas (varando una versión aún menos creíble de la coalición del Arco Iris, derrotada en las últimas elecciones), que llevaría a meses de peleas por las candidaturas.
Así pues, como se habla y se habla de reconstruir desde abajo los lazos con el territorio, de dar la importancia debida al mérito, acaso es el caso de saltarse un turno y concentrarse en la política «desde abajo». Eso sería también una protesta clara contra la reducción de la actuación pública en interés privado.
Gorka Larrabeiti es miembro de los colectivos Rebelión y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente con fines no lucrativos, a condición de respetar su integridad y de mencionar al autor, a la traductora y la fuente.