Hay unos hechos, confusamente reseñados en los medios de comunicación, que no deberían pasarnos desapercibidos. El 14 de noviembre unos desconocidos -terroristas si utilizásemos la terminología habitual- lanzaron una bomba contra de la representación de la UE en Kosovo. A nadie se le escapa que la UE ha disminuido mucho su papel de apoyo a […]
Hay unos hechos, confusamente reseñados en los medios de comunicación, que no deberían pasarnos desapercibidos. El 14 de noviembre unos desconocidos -terroristas si utilizásemos la terminología habitual- lanzaron una bomba contra de la representación de la UE en Kosovo.
A nadie se le escapa que la UE ha disminuido mucho su papel de apoyo a la independencia de Kosovo de unos años acá. En 1999 los países de la UE apoyaron los bombardeos de la OTAN y asumieron las tesis de los separatistas albanokosovares. Pero hoy las cosas han cambiado, ya la OTAN se ha deshecho de Slodoban Milosevic que tan mal ejemplo daba y para países como España sancionar la independencia de Kosovo le puede crear más problemas por los paralelismos con Euskadi que otra cosa. Por otro lado, Rusia, que se opone a esa independencia, ya ha demostrado en Georgia que no está dispuesta a que se reconfigure el mapa de la antigua Europa socialista sin tenerle en cuenta. La explosión coincide en el marco de protestas contra el despliegue de una misión civil europea integrada por 2000 policías y agentes judiciales (Eulex) en Kosovo que los independentistas consideran una injerencia en su soberanía, mientras que Serbia lo apoya. Una de las funciones de la misión Eulex, propuesta además por Ban Ki Moon y rechazada por el gobierno kosovar-albanés es mantener la seguridad de los enclaves serbios a los que se les dota de autonomía dentro de Kosovo. Además Pristina no esconde su malestar por el primer informe UE posterior a la declaración de independencia unilateral en el que se acusa a la dirigencia kosovar-albanesa de «corrupción generalizada» y de «no tutelar las minorías».
En este contexto, el atentado sólo se puede interpretar como una acción violenta de represalia contra la UE por parte de sectores independentistas kosovares que perciben que los dirigentes comunitarios les han abandonado.
Lo más interesante es lo que ha sucedido la semana pasada. La detención por parte de las autoridades kosovares de tres espías alemanes, acusados de haber lanzado la bomba contra la sede de la UE, incluso el juez afirma disponer de un vídeo donde se observa cómo uno de los alemanes lo hace, por lo que dictó treinta días de prisión preventiva contra los tres agentes. Como consecuencia de todo esto, las luces rojas de la diplomacia se han encendido y ha comenzado una intensa labor que, según la prensa alemana, ha permitido llegar a un acuerdo entre Berlín y Pristina para que los agentes sean liberados y juzgados en Alemania y no mover más el asunto.
No olvidemos que Alemania ha sido el país que más interés ha puesto siempre en dinamitar la federación yugoslava, fue el primero en ir reconociendo la independencia de las distintos estados, desde Croacia y Bosnia hasta posteriormente Kosovo. Los servicios secretos alemanes trabajaron muy estrechamente desde 1992 con la guerrilla kosovar en su enfrentamiento contra Serbia. Alemania es también el país que, después de EEUU, presta más ayuda financiera a Kosovo, cien millones de euros para los próximos dos años.
No hace falta tener mucha imaginación para coincidir con el experto en servicios secretos Erich Schmidt-Eenboom, quien considera muy coherente la mano alemana detrás de esos atentados para enviar a la UE el mensaje de indignación de los kosovares.
De ser así sería un asunto muy preocupante, estaríamos ante una acción terrorista internacional cometida por un país de la UE contra una delegación de la propia UE con la única intención de crear una desestabilización que favorezca sus intereses. Y la segunda conclusión es preguntarse cuántos otros atentados y acciones terroristas han podido sucederse en la antigua Yugoslavia que en realidad fueron planificados por intereses extranjeros que deseaban romper la federación.