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Un jefe de policía alemán se convierte en un símbolo de la lucha contra los neonazis tras ser apuñalado

Fuentes: El Periódico

Tiene 52 años, mujer y dos hijos, y es jefe de policía de Passau, en la frontera entre la Baviera alemana y Austria. Es un vecino querido en su comunidad. La figura de Alois Mannichl parece sacada de una ficción televisiva o cinematográfica. Sus méritos como ciudadano modelo aumentan aún más cuando nos enteramos de […]

Tiene 52 años, mujer y dos hijos, y es jefe de policía de Passau, en la frontera entre la Baviera alemana y Austria. Es un vecino querido en su comunidad. La figura de Alois Mannichl parece sacada de una ficción televisiva o cinematográfica. Sus méritos como ciudadano modelo aumentan aún más cuando nos enteramos de que, como jefe de policía, Mannichl ha sido un ejemplo en la lucha contra las actividades de la extrema derecha. Una lucha que le ha valido muchos enemigos y que casi le cuesta la vida.
La escena neonazi bávara tiene sus particularidades. Alejados de las zonas de depresión económica y marginación social, caldo de cultivo del extremismo en otras regiones de Alemania –como los estados de la antigua RDA–, los radicales de Passau y alrededores conforman un grupo perfectamente organizado, con más poder e influencias de lo que a menudo se reconoce y muy peligroso. La gran mayoría están afiliados al Partido Nacionalsocialista de Alemania (NPD), y además se organizan en pequeñas hermandades, algunas de ellas altamente violentas y agrupadas bajo lemas como ¡Para que Baviera vuelva a ser alemana!.

Hombre firme
Este es el tipo de gente contra la que Mannichl lleva años luchando. Él mismo impidió a uno de sus líderes, Friedhelm Busse, dar una conferencia en un café. Cuando meses después Busse murió, Mannichl llevó a sus hombres al entierro y confiscó una bandera con una esvástica que un compañero de partido había depositado sobre su tumba. Este tipo de actos, unidos a la supervisión personal de las marchas y el cierre de los locales de encuentro, convirtieron a Mannichl en el objetivo predilecto de los neonazis de Passau. La prensa alemana, incluso, logró tener acceso a unos correos electrónicos en los que miembros del NPD hablaban abiertamente de emprender «algún tipo de acción contra Mannichl».
Hace unas semanas, Alois Mannichl fue apuñalado a la puerta de su casa. El jefe de policía sostiene que un nazi le atacó mientras le decía: «Saludos de la resistencia nacional, poli cerdo de izquierdas». Y le clavó un cuchillo, que se quedó a dos centímetros del corazón.
Fue en ese momento cuando Mannichl pasó de ser el héroe de su comunidad a ser un héroe nacional. El país entero quedo conmocionado con lo que se denominó «una nueva dimensión de la violencia del extremismo de derechas». El jefe de policía de Passau contribuyó aún más a aumentar su leyenda. Salió del hospital por su propio pie y por la puerta principal, y dijo: «Lo hago a propósito, porque nadie me va a hacer esconderme o salir por la puerta de atrás. Es importante que sigamos plantando cara a la extrema derecha. No podemos permitir que unos cuantos nos sumerjan en el miedo». Aún visiblemente debilitado, pero con la mirada firme y apoyándose en su esposa, Mannichl dejaba claro que su lucha no había terminado.

Herido y molesto
Pero en los últimos días, los acontecimientos han dado un vuelco inesperado y el héroe nacional ha quedado en entredicho. Según el Süddeutsche Zeitung, diario serio y respetado en el país, el equipo que investiga el caso ha empezado a poner en duda el trasfondo ultraderechista del ataque y ha hablado de ciertas irregularidades sobre el arma empleada o la descripción dada por la víctima.
Mannichl intenta recuperar la normalidad, pero se ha mostrado muy afectado por las dudas que sitúan en la lista de sospechosos del ataque incluso a miembros de su familia. «Solo quiero que todo esto pase de una vez», declaró.
El héroe vuelve a ser víctima, esta vez de las especulaciones de su entorno. La tardanza en encontrar al supuesto atacante descrito por Mannichl es vista también por un sector de la población como una «pequeña victoria» de la extrema derecha de la región. Sea cual sea la solución del caso, los vecinos de Passau pueden sentirse de nuevo tranquilos porque el ciudadano modelo ha vuelto al trabajo, dispuesto a seguir su lucha contra los extremistas violentos.