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Haití

Un laberinto de pobreza y violencia apuntalado por el intervencionismo

Fuentes: El Salto

¿Por qué Haití es uno de los países más empobrecidos del planeta? El Índice de Desarrollo Humano está muy por debajo de su vecino insular, la República Dominicana. Prácticamente la mitad de la población vive en el umbral de la pobreza severa y el poder adquisitivo se ve afectado por un índice de desempleo del 70%.

La gran mayoría de la población de la nación caribeña es de ascendencia africana; una minoría mulata y blanca de apenas el 5% integra la élite económica que controla la actividad de las bandas armadas y los actos de corrupción. El ciudadano haitiano es excluido de todas las decisiones, las desigualdades sociales son extremas.

En sus orígenes, Haití estaba ubicado en la parte occidental de la isla La Española. Una colonia francesa del Mar Caribe que en el siglo XIX se convirtió en la primera y única nación donde una revuelta de esclavos haya declarado su independencia. Desde entonces, la “república negra” fue castigada por el caos económico y social impuesto por Francia.
A principios del siglo XX los Estados Unidos decidieron invadir el país para liberarlo de “la anarquía, el salvajismo y la opresión” y, de paso, trasladar todo el oro del Banco Nacional a Wall Street. Le sucedieron en el poder varios políticos nacionalistas que gobernaron hasta la dictadura de los Duvalier. Durante tres décadas de totalitarismo fueron eliminados decenas de miles de opositores a manos de los “Tonton Macoute”. En 1991 es elegido presidente Jean-Bertrand Aristide, que tras sufrir un golpe de Estado, necesitó de la intervención de 20.000 soldados norteamericanos para recuperar el poder. A partir de ese momento, su gestión política se centró en aplicar las medidas neoliberales exigidas por los organismos internacionales.

Tras ser reelegido, Arístides se hubo de enfrentar a una rebelión popular encabezada por la oposición que consiguió expulsarlo del país. No se hizo esperar la intervención de una fuerza multinacional, seguida de la Misión de Estabilización de la ONU en Haití (MINUSTAH). Esta delegación por la paz estuvo interfiriendo en la política del Estado caribeño de 2004 a 2017 a través del “Core Group” (Grupo Central), formado por las embajadas que participaron en la Misión de las Naciones Unidas MINUSTAH, siendo las más destacadas las de Brasil, Francia, España, Canadá y Estados Unidos. Desde la Organización de los Estados Americanos (OEA) se afirma que los últimos 20 años de solidaridad del Core Group en Haití significaron uno de los fracasos más fuertes y manifiestos que se haya ejecutado en ningún marco de cooperación internacional.

Las hambrunas y la ausencia de un acceso regular al agua potable hacen que la mitad de la población haitiana se encuentre en una situación de vulnerabilidad y necesite de una acción urgente para protegerla. Sin recursos con los que adquirir maquinaria agrícola su economía depende en gran parte de la agricultura artesanal; tampoco posee grandes empresas de inversión privadas, limitándose a los pequeños negocios; y su principal socio importador de alimentos y combustible son los Estados Unidos.

Debido al terremoto de 2021 que afectó al sur de la península, la comunidad internacional se comprometió, en el marco de la conferencia por la reconstrucción celebrada en Puerto Príncipe, a buscar apoyos. Canadá, Cuba y Estados Unidos, entre otros, reafirmaron su solidaridad y ayuda social y económica con el envío de 600 millones de dólares, escasamente el 30% del total necesario para la recuperación del área afectada. La falta de recursos con el objetivo de realizar ayudas humanitarias se ha repetido en 2023 en un intento de Naciones Unidas por enviar 720 millones a la isla caribeña. Según palabras de António Guterres, secretario general de la ONU: “Nuestro plan de respuesta humanitaria, que requiere 720 millones de dólares para ayudar a más de tres millones de personas, solo está financiado en un 23%. Hago un llamamiento a la comunidad internacional para que ayude”.

El terror de la violencia provocado por las bandas armadas ha ido a la par que la pobreza y las desigualdades. Son miles las víctimas anuales ajenas a los enfrentamientos entre las pandillas de “soldados”. En la capital, Puerto Príncipe, la mitad de la población no tiene libertad de movimientos para poder acceder a los alimentos, la vivienda o el hospital. En 2022, en pleno recrudecimiento de la violencia callejera, el actual presidente interino Ariel Henry anunció el fin de los subsidios a los combustibles y un drástico aumento de su precio lo que provocó una oleada masiva de protestas populares durante semanas en la capital y ciudades como Pétionville, Jacmel o Port-de-Paix. La población fue convocada por Jean-Charles Moïse, líder del partido de izquierda radical Platfòm Pitit Desalin, a manifestarse en las calles contra el poder de los bancos, las ONG y las multinacionales bajo el eslogan “Abajo los EEUU”.

Las protestas en la ciudad de Jacmel se dirigieron contra el empresario mulato Joel Khawly, supuestamente relacionado con el tráfico de drogas y que fue detenido por posesión de armamento. Khawly es un importador de cemento que controla el negocio del combustible en el sureste de la nación. Tras las protestas, Canadá decidió sancionar a un par de miembros destacados de la élite económica nacional por dar apoyo logístico y financiero a las bandas criminales. Los empresarios Gilbert Bigio y Sherif Abdallah tienen prohibido proporcionar servicios a corporaciones canadienses y sus activos han sido congelados. El primero es propietario de un conglomerado empresarial y el hombre más rico del país, también es el líder de la comunidad judía de Haití. Abdallah nació en El Cairo, de madre italiana y padre egipcio, fue educado en los Estados Unidos. Se dedica a proyectos de banca y bienes inmuebles, es Cónsul General de Italia en Puerto Príncipe. La xenofobia de la región hacia la población haitiana es una auténtica lacra. Fue el actual presidente de EEUU, el demócrata Joe Biden, quien al ser entrevistado en 1994 afirmó en un alarde de racismo: “si Haití simplemente se hunde en el Caribe o si se levanta 300 pies, no nos importaría nada”.

Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse, en julio de 2021, las elecciones han sido pospuestas hasta en tres ocasiones. Tras el magnicidio, el Core Group, en lugar de buscar el consenso entre las fuerzas políticas, decidió “sugerir” la figura del ministro del interior, Ariel Henry, como presidente interino. De este modo, el Partido Haitiano Tèt Kale (PHTK), de centroderecha, ha seguido gobernando y reiterando a sus socios internacionales el despliegue de tropas en el territorio. En enero de 2022 se constituyó el grupo del “Acuerdo Montana” formado por cientos de organizaciones y gremios opuestos a Ariel Henry, al que acusan de complicidad con los grupos armados y con EEUU; sin embargo, su propuesta de formar un gobierno de transición hacia unas elecciones libres no se ha podido concretar hasta ahora.

En septiembre se ha producido un rebrote de la violencia de las pandillas que ha provocado el caos total en la capital, Puerto Príncipe. A pesar de la gravedad del momento, la administración Biden hace tiempo que no encuentra un país que decida enviar su ejército en labores policiales o de pacificación. Francia, Canadá y Brasil son reticentes y China ha manifestado su desacuerdo en Naciones Unidas. Pekín es un actor prominente en la crisis de la isla caribeña. Un portavoz de la misión china en el Consejo de Seguridad de la ONU afirmó: “Un embargo para las armas contra las pandillas es lo mínimo que puede hacer el Consejo en respuesta a esta espantosa decisión”, pero el texto revisado por México y Estados Unidos concluía que “los Estados miembros prohíban el envío de armas pequeñas, ligeras y municiones a agentes no estatales que participen en la violencia o que apoyen las pandillas”, permitiendo, por omisión, el tráfico de armas en que la policía estatal está implicada.

Otro conflicto de orden político se está produciendo con el cierre de la frontera por parte de la República Dominicana debido a la construcción de un canal en el río Masacre del lado haitiano. La dependencia de las importaciones de su vecino dominicano le está generando serios problemas de abastecimiento. La reconocida fábrica textil S&H Global ha cerrado temporalmente por la escasez de materia prima. Funcionarios de industria y comercio haitianos están manteniendo reuniones de cooperación con México con miras a diversificar las relaciones comerciales y encontrar nuevos socios. Es posible que países emergentes de Latinoamérica como Argentina, Brasil o México tengan la solución para su futuro desarrollo económico. Incluso que Haití siga la senda de Yemen y Etiopía, los primeros países en vías de desarrollo que han solicitado unirse al grupo de los BRICS.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/mapas/haiti-un-laberinto-pobreza-violencia-apuntalado-intervencionismo

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