Un año más, un puñado de compañeras y compañeros del Estado español hemos asistido a los debates de la Universidad de verano de la Liga Comunista Revolucionaria, que congregó en Port Leucate, cerca de Perpiñán, a unos 800 participantes entre los días 26 y 30 de agosto. Naturalmente, resulta imposible dar cuenta en esta crónica […]
Un año más, un puñado de compañeras y compañeros del Estado español hemos asistido a los debates de la Universidad de verano de la Liga Comunista Revolucionaria, que congregó en Port Leucate, cerca de Perpiñán, a unos 800 participantes entre los días 26 y 30 de agosto. Naturalmente, resulta imposible dar cuenta en esta crónica de la riqueza y variedad de los debates que animaron los numerosos talleres, conferencias y ciclos de formación: desde la historia del movimiento trotskista en las guerras coloniales del siglo XX hasta la discusión acerca de las tareas del sindicalismo en las sociedades globalizadas, pasando por la actualidad del feminismo, la lucha contra la degradación medioambiental del planeta o la experiencia concreta de los – ya significativos en número – cargos electos municipales con que cuenta la Liga.
Ni que decir tiene que los grandes eventos de la lucha de clases (Venezuela y América Latina, Oriente Medio, pero también África) marcaron, a través de multitudinarios encuentros y vivas discusiones, el desarrollo de esta XV edición. Así, pudimos asistir a una mesa redonda y a diversos debates con invitados de organizaciones de la izquierda radical de distintos países europeos: del Estado español, de Catalunya («Espacio Alternativo» y «Revolta Global»), de Alemania, de Suiza, de Bélgica e Italia, así como contar con la presencia de Chris Harman, del SWP británico. El acto consagrado a la situación en el Próximo Oriente y que tuvo, entre otros ponentes, al compañero Gilbert Achcar y a un representante del Partido Comunista libanés, fue otro de los momentos más intensos. Como emotivo fue también el reportaje gráfico aportado por un grupo de brigadistas de Toulouse, desplazados durante el mes de agosto a Venezuela, donde coincidieron con otros compañeros y compañeras de la IV Internacional.
La Liga, en el ojo del huracán
Pero, como no podía ser de otro modo, la proximidad de las elecciones presidenciales en Francia marcó el clima de la universidad. De hecho, sus debates parecían estar en el centro de la vida política nacional. «Le Monde», «Libération», «Le Parisien»., por no hablar de la prensa regional, dedicaban estos días sendos artículos al portavoz y candidato de la LCR, Olivier Besancenot. «Besancenot no sueña con el Palacio del Elíseo», «su candidatura, heredera del sindicalismo revolucionario, tiene un carácter puramente testimonial», eran algunas de las amabilidades vertidas en esos artículos. Cuando no se trataba de incidir en las «divisiones internas» de la Liga, donde habría una oposición a la deriva sectaria de su dirección, «que se empecina en contrariar a la unidad de la izquierda».
Y es que la Liga se ha vuelto objeto de una tremenda presión mediática y política. El «No» al Tratado Constitucional europeo del año pasado y las movilizaciones juveniles de este curso contra la contratación precaria han abierto una peligrosa brecha en el consenso neoliberal. La LCR ha sido partidaria de prolongar la unidad de las fuerzas de izquierda que animaron esas batallas hasta constituir un referente anticapitalista y una alternativa a la degradante realidad vivida en las últimas décadas en Francia como en otros países: la sucesión de gobiernos de la derecha clásica y de la izquierda social-liberal, que se han ido pasando el testigo de políticas privatizadoras al servicio de las grandes corporaciones financieras e industriales al precio de la destrucción de importantes conquistas sociales y derechos democráticos.
Pero, desde su victoria del 29 de Mayo, las fuerzas del «No» se han debatido entre esa perspectiva rupturista. y la tentación de reconducir el movimiento hacia la repetición de un gobierno de la «izquierda plural». Jean-Luc Mélenchon, representante de la tendencia de izquierda socialista «Por una República Social», preguntaba el año pasado en un debate de la universidad: «¿Qué haríais los trotskistas si derrotásemos a la derecha? ¿Aceptaríais la responsabilidad de un ministerio?». La cuestión, naturalmente, es saber a qué clase de gobierno se nos invita de modo tan apremiante a participar. Mélenchon y sus amigos han respondido en cierto modo a su propia pregunta al reconciliarse, durante el último Congreso de su partido, con las restantes familias socialistas en torno a una «síntesis» que hacía del rechazo de la Constitución liberal europea un tropiezo irrelevante y replanteaba la «alternancia» sobre la base del programa más derechista que haya adoptado jamás el PS. (Un programa que, por citar un ejemplo, se plantea el aumento del salario mínimo «cuando sea posible» y condiciona sus escasas propuestas sociales. al previo consenso de la patronal). Así, mientras Sarkozy prosigue con su infame campaña racista de expulsiones, mandando incluso la policía a las escuelas para llevarse a los hijos de los inmigrantes «ilegales», su «challenger» socialista Ségolène Royal, admiradora declarada de Tony Blair, propone. encuadrar militarmente a la juventud de los barrios pobres. Como en el 2002, la izquierda social-liberal acude al terreno de la lucha contra la inseguridad ciudadana que dictan la derecha y la extrema derecha.
En tales condiciones, la LCR se ha mantenido intratable sobre este punto: ningún acuerdo de gobierno, ni pacto de legislatura con el PS. Se trata de construir una alternativa, basada en un programa de medidas sociales y democráticas de urgencia (desde la prohibición de los despidos, la defensa de los servicios públicos, el reparto del trabajo y el incremento de salarios, nacionalizaciones y fiscalización de las rentas del capital. hasta la regularización de los y las inmigrantes «sin papeles») y apoyándose en la movilización del pueblo trabajador. En medio de esos dos polos, manteniendo una calculada ambigüedad, se encuentra la dirección del PCF, vector de una contradicción explosiva. Por un lado, después de su desastrosa experiencia en el gobierno de Jospin, el PCF aparcó al equipo dirigente de Robert Hue, giró hacia los movimientos sociales y recuperó credibilidad militante con su oposición al Tratado. Sin embargo, la perspectiva de la lucha por el poder cambia muchas cosas. Buena parte de los cargos municipales y departamentales comunistas – la columna vertebral del partido – dependen de acuerdos electorales y márgenes presupuestarios cuya llave tiene en sus manos el PS. Muchos compañeros y compañeras de la Liga pensaban que la decisión del PCF estaba ya tomada en el sentido de renovar la alianza con el social-liberalismo.
Prueba de las presiones a que nos referimos, la ausencia de los principales dirigentes de la izquierda antiliberal (Marie-George Buffet, José Bové.) que rehusaron esta vez la invitación de la LCR. Otros representantes acudieron en su lugar: Clémentine Autain (una de las cabezas visibles del movimiento estudiantil), Olivier Dartigolles (PCF), Alexis Corbières (PRS), Francine Bavay (Verdes alternativos). ¿Qué partido tomarán finalmente los Comités por una candidatura unitaria – hay unos 324 en todo el país – que se reúnen el 10 de Septiembre en París? La Liga propone para ese encuentro la adopción de una clara resolución en el sentido de rechazar un compromiso gubernamental con el PS. Si hay acuerdo al respecto, Besancenot está dispuesto a retirar su candidatura. Para quienes asistimos a ese debate quedó claro sin embargo que había entre esos invitados una fuerte tendencia a la ambigüedad y a la conciliación. que sólo refrenaba la obstinada posición de nuestros camaradas.
O mejor dicho: la firmeza de la Liga. y el eco de su discurso entre la juventud y la población trabajadora. Una encuesta a que se refería «Le Monde», concedía a Besancenot un 6 % de intención de voto en las presidenciales. frente a un 3’4 % para la secretaria general del PCF. Nadie quiere asumir la responsabilidad de romper la unidad del movimiento.
Pero la guerra se libra en todos los frentes y los golpes bajos están a la orden del día. En una decisión sin precedentes, la dirección socialista ha dado públicamente orden a sus diputados y alcaldes para que no avalen la candidatura de Besancenot. (Según la poco democrática legalidad de la V República, para formalizar una candidatura presidencial son necesarias quinientas firmas de cargos electos. En el 2002, la LCR reunió más de 1.000 promesas. que quedaron finalmente en 524 avales firmes. A finales de agosto, se iba por las 200 firmas recogidas). Es decir si las espadas están en alto y las dificultades se tornan acuciantes.
Una crisis de alcance europeo
La universidad sirvió también para tomar consciencia de hasta qué punto la situación francesa es, en cierto modo, la punta avanzada de una crisis de alcance europeo. En efecto: otro de los momentos fuertes lo constituyó el debate acerca de la situación en Italia, en que contamos con la participación de Flavia D’Angelo y de Salvatore Cannavò, dirigentes de «Sinistra Critica», la corriente que anima la sección de la IV Internacional en las filas de «Rifondazione Comunista». Con la entrada de este partido en el gobierno de Romano Prodi concluye todo un ciclo de la izquierda antiliberal italiana, con graves consecuencias para los movimientos sociales de aquel país, pero también para amplios sectores militantes de todo el continente. «Rifondazione» ha sido todo un referente en los Foros Sociales. Pero, Fausto Bertinotti es igualmente el presidente del Partido de la Izquierda Europea del que forman parte IU, EUiA y el mismo PCE.
La línea ministerialista de «Rifondazione» ha tenido como consecuencia inmediata una adaptación al legado militarista de Berlusconi, asumido por el nuevo gobierno de centro izquierda. «Rifondazione», que se había llegado a oponerse en ocho ocasiones a la expedición militar en Afganistán, ha votado esta vez los créditos para la misión (según la legislación vigente, las cámaras italianas han aprobar cada seis meses los fondos destinados a tales operaciones en el extranjero) y ha dado su apoyo al envío de tropas al Líbano. Ese brusco giro hacia la derecha de la mayoría dirigente de «Rifondazione» ha colocado a «Sinistra Critica» en una situación comprometida. Opuesta a la participación en el gobierno de Prodi, los diputados y senadores de esta corriente anunciaron públicamente que votarían contra los créditos de guerra. Cannavò así lo hizo en el Parlamento, a pesar de las amenazas disciplinarias de que fue objeto. En el Senado, sin embargo, se dio una situación aún más tensa: el centro izquierda sólo goza de una estrecha mayoría de dos escaños. y «Sinistra Crítica» dispone justamente de dos representantes en esa cámara. El gobierno unió el voto de los créditos a una moción de confianza, de tal modo que nuestros camaradas tuvieron en sus manos una decisión que podía desembocar en la caída del nuevo gabinete. apenas algunas semanas después de que el electorado italiano consiguiese desembarazarse por fin de Berlusconi.
Nuestros camaradas optaron pues por no precipitar una crisis gubernamental en tales condiciones y, en una sonada declaración ante toda la opinión pública, anunciaron que votaban «por primera y última vez esos créditos», concediendo al gobierno seis meses para reconsiderar su política belicista y, en caso de no hacerlo, asumir la plena responsabilidad de lo que pudiese ocurrir. Sin embargo, la situación en «Rifondazione» se hará cada vez más difícil ante cada decisión continuista del gobierno. Y también en todas las organizaciones del Partido de la Izquierda europea: el «pacifismo armado» de Bertinotti – es decir, el alineamiento con los distintos imperialismos europeos en nombre de la vacua idea de «romper el unilateralismo americano» – se ha extendido como una epidemia entre partidos y fuerzas que constituían una parte muy importante del espectro político antiliberal. El PCF ha brindado su apoyo a la decisión de Francia, antigua potencia colonial, de enviar un fuerte contingente al Líbano y asumir el mando de la misión. Aquí, IU se ha plegado inmediatamente a la propuesta de Zapatero. EUiA había dicho «amén» antes incluso del voto parlamentario.
Se avecinan pues tiempos difíciles, de áspera lucha de clases. La presión del liberalismo, necesitado de ir cada vez más lejos en sus ataques contra las condiciones de vida de las clases trabajadoras y de ahondar en el expolio de los pueblos, dejará poco margen para las medias tintas en el campo de la izquierda. Toda la izquierda revolucionaria europea está viviendo «por procuración» una importantísima batalla política en el pulso que libra en estos momentos la LCR.