El nebuloso clima que quedó luego de las elecciones del 11 de septiembre en mi país, Guatemala, para un electorado fragmentado entre diez agrupaciones políticas, se dilucidará el 6 de noviembre próximo cuando se llegue a la segunda vuelta entre los dos partidos mayor votados: el Patriota del ex general Otto Pérez Molina y el […]
El nebuloso clima que quedó luego de las elecciones del 11 de septiembre en mi país, Guatemala, para un electorado fragmentado entre diez agrupaciones políticas, se dilucidará el 6 de noviembre próximo cuando se llegue a la segunda vuelta entre los dos partidos mayor votados: el Patriota del ex general Otto Pérez Molina y el LIDER -Libertad Democrática Renovada-, del Dr. Manuel Baldizón.
Muchos ya no acudirán a votar al no estar sus candidatos iniciales en la contienda. Otros, votarán nulo o dejarán en blanco la papeleta. Sin embargo, como en nuestra legislación electoral los votos nulos ni la abstención cuentan, los que acudan a las urnas, aún así su número sea mucho menor a la totalidad del padrón, son los que determinarán el destino de los próximos cuatro años para la nación en la cual se incluyen los que se abstienen o votan nulo.
Muchos de aquellos dirán, con justa razón, que nuestra votación es solo formal, pues, las grandes decisiones se toman entre los grandes grupos dominantes de las clases poderosas; no una potestad del pueblo. Verdad tan grande como el sol, sin embargo, la mayoría de la población, de una manera u otra, esta consciente de que esa es una triste realidad de hoy en esta democracia truncada, pero que no se arreglará dándole la espalda al alud, máxime si estamos parados en su camino.
Por esa sencilla razón, como lo expresé en anteriores aportes, la derecha será la que gobierne este país nuevamente. No obstante, diáfana perogrullada, la derecha también tiene sus matices y los guatemaltecos debemos evaluar cual de esas dos variantes es la más nacionalista, con mayor razón aquellos que hemos tenido acceso a las herramientas de análisis científico.
Cual la que tendrá más visión de nación, cual fomentará el mercado interno, cual propiciará la entrada del capital extranjero sin mayores cortapisas, cual será más genuflexa a los mandatos de Washington, cual se nutre con los cuadros de la burguesía de abolengo y emergente y cual con los de la caduca oligarquía anquilosada en la forma servil. Cual de ellas, es la más ilustrada, la que ha recorrido mundo y lo entiende en sus contradicciones actuales y cual sigue creyendo que el país es su finca. Cual le apuesta a un futuro más prometedor, aún dentro del capitalismo, para las mayorías y cual piensa en la explotación acérrima del recurso humano, de los energéticos y los naturales de una manera más irracional.
Cual cree que el mayor rédito a su inversión se logra con el menor valor agregado y cual piensa que imprimiéndole mayor valor a la producción, incluyendo al componente de la fuerza de trabajo, obtiene mayores ganancias.
En cual de los planes de los aspirantes se puede vislumbrar una tendencia mayor al gasto social que a la privatización de los bienes pocos que le van quedando al pueblo. Cuales de estos pretende enfrentar los problemas estructurales del país: educación, salud, comercio, infraestructura con una visión realmente liberal y cual con una visión del pronto retorno de la inversión.
Esas amenazas u oportunidades tratadas como minucias por los grandes medios son las que tiene que evaluar el votante en relación al plan de gobierno de cada uno de los dos demandantes a ocupar la poltrona presidencial. ¡Es una obligación! Aquí no valen las consignas sin raigambre científica ni la oposición ciega sin argumentos racionales. No vale prestar atención a las descalificaciones sin pruebas ni a los señalamientos que rayan en el chisme. Aquí hay que ser pragmáticos. Y, sobre todo debatir sin temores ni descréditos. Porque, por esa ausencia es que la propaganda pueril hace mella en nuestras mentes, nos condiciona y nos embrutece. Empero, a pesar de ese demencial bombardeo, una cosa que pude comprobar es que las propagandas millonarias fueron las grandes perdedoras en esta ronda electoral, pues en épocas anteriores, el que tuviera mayores recursos económicos para hacer publicidad era prácticamente el ganador. En tanto, ahora el que tapizó ciudades, pueblos y caseríos y relleno los espacios radiales y televisivos no logró su objetivo de coronarse en la primera vuelta, mientras que el tercer y cuarto lugares, con mucho menos, lograron importantes posiciones. Y, la izquierda menos que aquellos, logró escalar a ser la quinta fuerza.
¿Será por eso el nerviosismo y la desesperación en amarrar alianzas que con todo no garantizan la ganancia? ¡El fiasco debe haber sido tremendo para el puntero en las encuestas! Y, para los encuestadores un enorme topón de narices y un descrédito mayor a sus construcciones amañadas.
Eso trae como corolario que el pueblo está dando muestras de mayor conciencia, que aún con solo el arma del voto en la mano es ya capaz de comparar, de asimilar mensajes y analizar promesas, programas y figuras.
De ahí que en la segunda vuelta debemos inclinarnos por el que consideremos el «menos peor». ¡Claro que sí! Sin puritanismos ni mediocres actitudes porque, entre comer tierra y comer de lo otro, prefiero comer tierra. Tampoco enfrascarnos en la vieja discusión bizantina de que el pueblo no elige sino solo vota. Eso, ya lo sabemos; al fin y al cabo el voto es una elección y por el momento es lo que la clase dominante nos ha dejado, entonces, con esa pequeña herramienta tenemos que exigir un alivio para la mayoría, no pensar en cambios estructurales. Eso lo podremos hacer cuando hayamos trabajado en serio en la organización del partido de los pobres y marginados que en estos momentos puede que ya haya dado otro paso trascendental que es la unidad, pero que no se puede quedar de brazos cruzados pensando en participar hasta dentro de cuatro años buscando figuras que movilicen. ¡No! El partido de los trabajadores tiene que ser de cuadros pero también de masas. De debate y no imposiciones.
Por eso, la lección que la izquierda tiene que sacar de todo ello es que, si hoy se consiguieron tres diputaciones, cinco alcaldías y un determinado número de concejalías lo que representa un 3% del total de los que votaron en la primera vuelta, esa es su realidad; lo que insta a ir organizando con mayor ahínco el partido, formando cuadros, revisando principios, reglamentos y conductas, estableciendo alianzas con la mente clara que el mundo no es blanco y negro. Hay cuatro años para medir de nuevo en el futuro el esfuerzo de lo que se haga en ellos.
La segunda vuelta se torna interesante y como lo expresé en su momento en la edición de mayo de la Revista Punto de Vista, de nuevo la pregunta vuelve a revolotear en mi cabeza, ahora con más elementos que antes de la primera vuelta, cuando las alianzas no habían cuajado previo a la segunda: ¿Cómo incidirá el mensaje del expresidente Alfonso Portillo, preso más por revanchas políticas de la oligarquía que por lo que se le acusa, en este panorama electoral recalentado por la sorpresa que provocó la candidatura del Dr. Baldizón? Como lo anoté en aquel momento y lo vuelvo a retomar: al exmandatario lo apoya mucha gente pobre. Muchos lo recuerdan con cariño y admiración; y, si catapultó a la UCN a ser la cuarta fuerza política en el país cómo no podría aupar de nuevo al candidato que su amigo Mario Estrada apoya en estos momentos. Por otro lado, a la excandidata oficial, Sandra Torres, con todo y sus «regalos solidarios», también la acuerpa mucha gente pobre en las zonas marginales de la ciudad y en el campo.
Pequeños detalles que la izquierda en su trono no quiso ver, no sé si aún no lo quiere, pero que para llegar al poder son importantes. Y, para eso, sus líderes, no todos por supuesto, tienen que despojarse del velo de santidad y omnisciencia que poseen. Meterse entre la gente, oír sus penas y angustias; participar de sus alegrías, beber y comer codo a codo. Pero a diferencia de los políticos de la burguesía, en todo momento, siempre y con igualdad. No encima del hombro, sino con verdadera convicción socialista. Porque, eso se nota y se olfatea.
Como en aquellos días previos a la primera vuelta, hoy opino solamente en función de lo que veo y oigo a diario en las calles con la gente sencilla que viene o vuelve del trabajo, con la que platico en el mercado, en el trabajo y con la que comparto un traguito en las chifurnias.
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