La miseria los azota. Al mediodía y a la noche, centenares de personas hacen cola para recibir la mísera ración de alimentos dispuesta en un envase de plástico: una porción de puré y una Coca Cola light como único consuelo.
Las negociaciones en curso con el lobby bancario internacional están en punto muerto. Los griegos están convencidos de que su país es la vanguardia de un movimiento mundial que envolverá al mundo entero, que Grecia es una tierra donde se ensayan las recetas que el liberalismo empleará cuando estallen crisis semejantes en otras partes. La Municipalidad de Atenas es un escenario donde se despliegan las imágenes del abismo griego. La plaza Omonia, a dos pasos de la municipalidad, ya es una antesala de la miseria que azota al país. Lo que viene después es peor. Al mediodía y a la noche, centenares de personas hacen la cola para recibir la mísera ración de alimentos dispuesta en un envase de plástico: una porción de puré y una Coca Cola light como único consuelo. 100, 200, 300, cada día la cifra varía, pero cada día son más numerosos los desempleados, los jóvenes con título y sin trabajo y los que en Atenas se conocen según dos denominaciones: los «neo pobres» y los «iphonisats». Es una clase social nueva, ex integrante de la burguesía bohemia y adinerada que perdió todo con la crisis. «Todo quiere decir todo», cuenta Kostas, un ex rico de 36 años que trabajaba en el sector de la distribución de lujo y que, en un abrir y cerrar de ojos, se encontró sin empresa, sin auto, sin plata, sin mujer y sin casa. «Me quedé en la calle, vendiendo chucherías en los semáforos para poder vivir. Lo único que conservo de mi época fastuosa es el Iphone.»
Como él, son legión los que forman el segmento de los «neo pobres». En el patio de la Municipalidad de Atenas y en la misma plaza Omonia enseguida se los distingue. Entre jóvenes harapientos, vagabundos, desempleados y ancianos, los neo pobres deambulan con algún signo distintivo heredado de los años de riqueza: una camisa de marca, un pantalón bien cortado, un Iphone. «No hay salida. La clase media que surgió con la plata fácil y el megaconsumo artificial se quedó en el limbo. Como toda era artificial, cuando el chorro se agotó no quedó más camino que la calle», dice Kostas mientras abre con parsimonia el envase de plástico con la ayuda de la municipalidad. Lo que él llama «el chorro» son los créditos al consumo, las tarjetas de crédito revolving, los autos de lujo comprados a plazo y con intereses mínimos, en suma, todo ese mundo que se agotó pero que dejó a varias generaciones con deudas bancarias que ya no pueden pagar. Entre los años 2000 y 2007, Grecia atravesó un período de crecimiento de más del 4 por ciento. «Pero la crisis del 2008 frenó el ascenso y la ilusión. Volvimos a una configuración que a muchos ancianos les recuerda la Segunda Guerra Mundial: el hambre, el desempleo. Sin embargo, ahora es peor porque estamos endeudados. Si mañana encuentro trabajo una gran parte de lo que gano irá al reembolso de los créditos», cuenta con una amargura densa Iacobos, un ex funcionario del Ministerio de Economía despedido con las medidas de austeridad del año pasado. A su lado, en plena plaza, otro griego se suma al relato de la miseria. «Mi situación es, si se quiere, mejor. Tengo trabajo, pero el último salario que cobré remonta hasta hace tres meses. La empresa en la que trabajo no paga, han despedido a una cuarta parte del personal y el resto sobrevive como puede. Entre cobrar de tanto en tanto y no tener nada, es mejor vivir a cuentagotas», dice Valentini.
Los atenienses tienen la impresión de que les cayó un castigo en nombre de toda Europa. Pavlos, un joven estudiante que milita en la extrema izquierda, dice en voz alta lo que muchos griegos piensan en voz baja: «Somos un laboratorio del liberalismo. Nos gobierna un tecnócrata que nadie conocía (Lucas Papademos) y al que nadie eligió, está al frente de una coalición formada con la ultraderecha y encima nos chantajea: o aceptamos lo que nos impone el FMI y los bancos, o esto va a ser peor. Puro experimento para torturar a los pueblos y salvar un sistema agotado». Pavlos se refiere a la amenaza del primer ministro griego, quien salió a decir que iba a renunciar si los tres partidos del gobierno -socialdemócratas, conservadores y la ultraderecha de partido Laos- no dan su acuerdo para que se implementen los ajustes exigidos por la troika compuesta por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea y el Banco Central Europeo (BCE). Los acuerdos, que implican una quita de 100.000 millones de la deuda privada y un nuevo crédito de la UE y el FMI, ya están casi pactados. Sólo falta que el primer ministro tenga garantizado el voto de los partidos con los que formó gobierno. Varios diputados de estos partidos han dado marcha atrás a raíz del costo social y, por consiguiente, de la impopularidad de las reformas y los ajustes exigidos. «La distancia que separa las negociaciones del bloqueo es muy corta», dijo el ministro griego de Finanzas, Evangelos Venizelos. Los dos problemas principales que bloquean el consenso en el seno de la coalición son la reducción de los salarios al sector privado y las medidas para achicar el gasto público. «Si usted se fija -dice Pavlos- toda la parte técnica ya la tienen cerrada. Sólo les falta lo más costoso, es decir, las medidas contra el pueblo, los salarios y el peso del Estado en la sociedad. Nos quieren aniquilar.» En Atenas se respira la desesperanza. La cantidad de negocios cerrados, de restaurantes con las persianas bajas, de boutiques con el cartel «se vende» colgado en la puerta es alucinante. La ciudad parece salida de una catástrofe. «Pero recién entramos en ella», comenta con cierta filosofía Kostas. «Nos faltan muchos años para volver a tener lo mínimo: trabajo y seguridad alimentaria. Entre tanto, habrá una generación y una clase social que jamás regresará a su status. El ultra liberalismo hizo de nosotros dos cosas sucesivas: ricos en un relámpago y pobres en un par de semanas.»
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-186969-2012-02-05.html