Analizando la paupérrima votación alcanzada por la Izquierda formal en los comicios del pasado 7 de octubre, una perspicaz internauta dijo recientemente en las redes: «Necesitamos ese tipo de representantes que vengan desde abajo y que conozcan directamente la lucha popular y estén entregados a su pueblo. Ya no más representantes que nunca han liderado […]
Analizando la paupérrima votación alcanzada por la Izquierda formal en los comicios del pasado 7 de octubre, una perspicaz internauta dijo recientemente en las redes: «Necesitamos ese tipo de representantes que vengan desde abajo y que conozcan directamente la lucha popular y estén entregados a su pueblo. Ya no más representantes que nunca han liderado una sola protesta y que solo utilizan el discurso de lucha para llegar a un cargo». Y vaya que tuvo razón.
Que el pueblo lo entiende así, se explica por las votaciones alcanzadas en algunas regiones del país.
En la región Moquegua, por ejemplo, y a la cabeza de un movimiento local, Zenón Cueva ganó la Presidencia del Gobierno Regional con el 44% de los votos.
Un porcentaje similar alcanzo Walter Aduviri, quien encabezara la lucha contra la instalación de trabajos mineros por parte de una empresa canadiense. Mérito especial tiene el hecho que el candidato hizo campaña desde la clandestinidad por cuanto sobre él, pesaba una orden de captura que, aunque formalmente suspendida pocos días antes de los comicios, dejó en vigencia sus efectos.
En la importante región Junín, Vladimir Cerrón, fundador de Perú Libre, obtuvo la victoria con el 37.6 % de los votos, confirmando su liderazgo en una zona difícil en la que los núcleos más reaccionarios, se impusieran en los comicios del 2014, haciendo una desastrosa gestión.
Zenón Cueva estuvo al frente de su pueblo en «El Moqueguazo» de comienzos de siglo defendiendo el valle y luchando contra la prepotencia de empresas y gobiernos. Aduviri hizo lo propio en El Altiplano. Y Cerrón se identificó con la trayectoria de su padre -y su sacrificio- y tuvo una gestión aceptable en un periodo anterior.
No fue tanto, entonces la debacle de la izquierda en el interior del país, sino sobre todo en la capital. Ricardo Belmont -candidato impostado presentado por «Perú Libre»- apenas llegó al 3.8%; en tanto que el representante de Frente Amplio alcanzó el 1.6%, mientras que Juntos por el Perú -coalición de los Partidos de la Izquierda- logró apenas un 0.7%..
Una clara lección, por cierto, para una «Izquierda» en proceso de descomposición, que se aferra a «acuerdos» puntuales que lo único que le permiten es promover a algunos de sus exponentes como «candidatos», por los que nadie opta.
Sería una gran cosa que, asimilando esta experiencia, los Partidos de la Izquierda llegaran a la conclusión que éste, no es el camino. No es por la ruta de los «acuerdos electorales», que se habrá de construir la unidad, ni avanzar, La lucha que tiene planteada la Izquierda en el horizonte, es eminentemente política, y se expresa en las cuatro tareas que repetimos con paciencia de maestro serrano. Unir a los más amplios sectores, organizar a los trabajadores y al pueblo, elevar la conciencia política de las masas y promover y alentar las luchas.
Eso se hizo en el pasado, a inicios de los años, a través de la Federación de Estudiantes del Perú, y dio lugar a las dos grandes huelgas universitarias de la historia republicana -la de 1960 y la de 1964- Y se hizo después en el movimiento sindical, por vía de la CGTP, impulsando las trasformaciones revolucionarias que interesaban a todo el pueblo. Y se confirmó también en la década de los 80 mediante las acciones de Izquierda Unida, que se consagró como alternativa de Gobierno y de Poder.
No se trata, entonces, de una tarea «inabordable», sino de una indispensable necesidad vinculada al desarrollo del movimiento popular. Y que ya está adquiriendo fuerza y dimensiones en algunas plazas del interior del país, como Puno, Moquegua o Junín; y que tiene sustento y capacidad de acción en Cusco, Arequipa, Apurímac y aún Huancavelica, donde porcentajes muy altos de electores optaron por el voto en blanco o viciado, simplemente porque no se sintieron representados por candidato alguno.
Se trata, más bien, de una tarea no abordada porque hay quienes consideran que asumirla es «mucho trabajo», y que resulta mejor ·»esperar que haya elecciones». Ahí «nos ponemos de acuerdo, nos subimos a cualquiera que esté reconocido y luego inscribimos las listas» . Es más fácil, suelen decir.
Si lo que se busca, en echar a andar el «carro electoral» para el 2021, las posibilidades están abiertas. Hay que unir y sumar, limándole los defectos a Cerrón, limpiando la imagen de Aduviri y ubicando a Verónica Mendoza que bien puede aportar una buena dosis de juventud y esperanza. Pero eso pasa por el gesto humilde de reconocer fracasos, y admitir derrotas
Pero aun en esa circunstancia, la Izquierda cometería un nuevo error si pensara que un «nuevo acuerdo electoral», sería suficiente. A quienes crean eso, hay que decirles en redondo, que no. Que incluso la «unidad electoral», debe someterse a un acuerdo político, si busca ganar un lugar en el corazón de la gente
En otro escenario también se ven las cosas color de hormiga. Aunque se esperaba un duro castigo para la Mafia Keiko-Aprista, no se pensó que éste luciera tan radical. No han ganado un sólo gobierno regional de los 24 en disputa, y en Lima no han logrado tampoco ninguno de los Consejos ubicados en los 43 distritos de la capital. En otras palabras, han perdido todo.
Claro que las ánforas no habrán de tener -en este aspecto- la última palabra. Ella, la tendrá el pueblo mismo en la medida que entienda que hoy se ha cerrado un capítulo en la historia social del Perú, y que ése no puede reabrirse jamás.
Esta derrota de la derecha fascista, sin embargo, ha favorecido a segmentos conservadores, que han llegado a un sitial de victoria con el apoyo de cierta «izquierda» en franco proceso de descomposición. Esta «izquierda» -diario «Perfil» incluido-, alentó finalmente la candidatura de Jorge Muñoz por considerarla «civilizada», sin reparar en los oscuros segmentos que se movían tras esas bambalinas.
Como no hay mal que por bien no venga, el camino pareciera expedito para que en los comicios nacionales que se avecinan, compita abiertamente la derecha conservadora, con esa izquierda tempestuosa y arisca que asoma hoy en el escenario, y que se proyecta como alternativa con una base social propia
De alguna manera los comicios del 7 de octubre han tenido la virtud de limpiar la ruta y echar la basura al pozo. Pero esa ruta no irá solo por la asfaltada pista electoral, sino también por el pedregoso y áspero derrotero de la confrontación social y política para la cual el pueblo tiene el deber de estar preparado. Y eso pasará, sin duda alguna, por la depuración de sus Mandos.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
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