La discriminación racial resulta probablemente el tema más incómodo de Hispanoamérica. Con menos esfuerzo conseguirá usted, incluso entre círculos intelectuales, a quienes consideran preocupante como tema sólo al clasismo, borrando de un plumazo así a un gran sector de la población que ha sido segregado por siglos tanto por el poder político como por la […]
La discriminación racial resulta probablemente el tema más incómodo de Hispanoamérica. Con menos esfuerzo conseguirá usted, incluso entre círculos intelectuales, a quienes consideran preocupante como tema sólo al clasismo, borrando de un plumazo así a un gran sector de la población que ha sido segregado por siglos tanto por el poder político como por la mayoría de los medios de comunicación. La mejor prueba de que en nuestros países hispanoamericanos existe segregación es la solicitud de una fotografía como documento infalible a la hora de contratar a algún trabajador, en cualquier área de la sociedad.
Muchos dirán, para evitar la reflexión sobre el tema agri-dulce, que en realidad la imagen requerida del rostro del candidato es solicitado por motivos de seguridad. Sin embargo, este mismo redactor dejó demostrado lo contrario en un reportaje a dos páginas publicado en el diario El Nacional (suplemento Séptimo Día) de Venezuela, a finales de los setenta bajo el título «Los rechazados». Se trataba de una encuesta realizada entre Gerentes de Recursos Humanos o Psicólogos Industriales de aproximadamente unas seis empresas nacionales, quienes contestaban a la pregunta «¿Cuál considera como el documento más importante al momento de una solicitud de empleo?». La respuesta unánime resultó: «La fotografía».
Indagando sobre lo observado en las gráficas, los encuestados confesaron que los empleadores constataban el color de la piel, alguna señal considerada por ellos como «defecto físico» y la gordura o no de los aspirantes. La consecuencia era que personas de piel negra, obesos e individuos con algún ojo cerrado o una oreja pegada serían los primeros en ser descartados, por mucha experiencia que presentasen en su «curriculum vitae» u «hoja de vida».
A raíz de la polémica surgida como consecuencia del reportaje, el director del suplemento dominical, el fallecido escritor chileno Julio Lanzarotti, aceptó, con pesimismo, la sugerencia de realizar otro reportaje sobre la discriminación en la TV. De nuevo a dos páginas se publicaron entrevistas, esta vez con artistas venezolanos de piel negra como Tomás Henríquez, Julio Gassette, Soraya Sanz, Luis Sánchez, Enrique Lafontaine, Antonieta Colón y María de Lourdes Devonish, entre otros. Otra vez el resultado fue abiertamente positivo. Cuando se les preguntó a actores y actrices sobre alguna posible consecuencia laboral debido a sus respuestas, todos admitieron no importarles por sentirse ya cansados de aparecer como sirvientes, matones o esclavos.
Es de imaginarse que tras sus respuestas había una defensa de su autoestima y la de personas de piel negra o indígena que difícilmente ven sus reflejos en las pantallas como ejemplos de individuos a emular. ¿Cuánto ha cambiado desde entonces? ¿Por cuántas décadas hemos sido testigos de «chistes», insultos y segregación de personas por tener sobrepeso, ser cortas de estatura, tener piel negra, rostro indígena o por su apariencia provinciana? ¿No es este el caso de la mayoría de los programas calificados como ‘humorísticos’ acaso?
Haga memoria y recuerde cuando un personaje aparece con un traje típico regional en alguna telenovela o en una comedia. ¿Verdad que su imagen y modo de hablar es usado sólo para intentar hacer reir?¿Se ha dado en nuestros países algún ejemplo como el de Oprah Winfrey, a quien su piel negra y su sobrepeso no le han impedido mantenerse por décadas en el primer lugar de los billonarios del espectáculo de EEUU, con compañías productoras de cine, TV y revistas? ¿Habría tenido la oportunidad Jennifer López , con su piel oscura y nariz ancha, de haber triunfado en algún país latinoamericano?
Por supuesto, estos ejemplos no implican que en EEUU no haya una discriminación que se extiende hacia negros, hispanos y árabes, pero los movimientos civiles han permitido abrir un poco el espacio . Por ello, cuando figuras de la política como Condoleezza Rice o Colin Powell son motivo de chistes en alguna comedia televisa, ello ocurre por su ideología conservadora o por sus posiciones con respecto a la guerra en Irak. En nuestros países sin embargo, hemos observado como figuras políticas prominentes y hasta representantes diplomáticos extranjeros de piel negra han sido vejados hasta el cansancio, «en vivo» en t.v. Como también lo han sido deportistas de piel oscura por parte de los narradores de turno en sus programas deportivos.
El crecimiento político que vemos desarrollarse en Latinoamérica debe ir acompañado de una introspección que nos obligue a deslindarnos hasta de los comentarios mal llamados «jocosos» de ropaje colonialista y antihumano que nos han inculcado por siglos. Lo peor de todo es aceptar sin reflexión previa, chistes o vejámenes contra lo que los espejos reflejan de nosotros mismos, en su mayoría, ojos ‘achinados’ o una piel oscura. Con la aprobación unánime, hace pocas horas, de la Ley Contra la Discriminación Racial por la Asamblea Nacional de Venezuela, se inicia una esperanza en el sur del continente americano.
Rómulo Hernandez. Periodista y autor de «La mitad de un tamarindo».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.