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Una lección de Nicaragua: Dejemos de llorar

Fuentes: Rebelión

Queridos compañeros de lejos y de cerca. A muchos de ustedes les prometí escribir tan pronto llegase a Managua – una promesa un tanto optimista, porque para ponerme a hacerlo primero tenía que aterrizar. ¡Y vaya aterrizaje! Desde el primer día me pusieron una cámara «a tuto» y a filmar se ha dicho: a documentar […]

Queridos compañeros de lejos y de cerca. A muchos de ustedes les prometí escribir tan pronto llegase a Managua – una promesa un tanto optimista, porque para ponerme a hacerlo primero tenía que aterrizar. ¡Y vaya aterrizaje! Desde el primer día me pusieron una cámara «a tuto» y a filmar se ha dicho: a documentar el milagro de la reproducción del agua. Por si no lo sabían, el gobierno sandinista está sembrando al pueblo del líquido de la vida. Para fin de año se piensa arañar la cifra de setenta pozos de agua en todo el país. Setenta pozos en menos de tres años, un promedio de más de 20 al año, una cifra asombrosa si se la compara con cuarenta y pico entre Bolaños y Alemán, que gobernaron entre 1996 y 2006.

En la Empresa Nacional de Acueductos y Alcantarillados ENACAL se trabaja, por lo menos, ocho horas completas de lunes a viernes y medio día los sábados. A menudo se trabajan más horas, porque el agua es la vida de Nicaragua. Por eso al frente de la misma el gobierno designó a Ruth Herrera, que desde la calle luchó para que los liberales no la privatizaran. Entonces, si no he podido contestarle a todos y cada uno de ustedes sabrán que en gran medida ha sido por culpa de ella. Otro que tiene parte de culpa es mi buen amigo William Grisby que me encargó un largo artículo sobre el calentamiento global. El resto del tiempo lo he usado tratando de seguir aterrizando para no decir cuatro payasadas, al revés de lo que hace la mayoría de los medios de desinformación cuando tocan el tema de la Tierra del General de Hombres Libres.

La primera impresión que se tiene al llegar a la Nicaragua de hoy, después de haberla padecido en los días de la Nueva (¿?) Era de Don Enrique Bolaños es un tanto extraña. A primera vista, es el mismo país pobre y caótico resultado de la terrible guerra de los 80s y del bárbaro baño de acero neoliberal que vino después. Managua es la misma de siempre, con su tráfico desquiciado, su polvo que todo lo cubre, su ruido, su falta de centro… no. Managua no es la misma. Lo es y no lo es. Una serie de detalles, al principio imperceptibles, nos llevan a la convicción de que, a paso lento pero seguro, «la batea se menea» de nuevo en Nicaragua ¡y cómo!

Algunas pinceladas

El avión se prepara a aterrizar sobre la capital nocturna. Hace cinco años, la noche negra era alumbrada por unas luces amarillentas como resplandores del infierno. Hoy, esas llamas tristes del pasado van siendo echadas a un lado por chispas azules que se van apoderando de los barrios populares. Son las benditas lámparas ahorrativas del ALBA. Fuertemente subvencionadas a 25 córdobas (un poco más de un dólar) están al alcance de una población que con ellas suaviza considerablemente la inmisericorde cuenta de la luz.

El taxi recorre Managua de este a oeste. Como siempre, se para en algún semáforo – en varios. ¿Dónde están los niños que tres, cuatro o cinco años atrás se lanzaban sobre los autos para limpiar un parabrisas, vender agua helada o alguna chuchería o, simplemente, para pedir «un peso, señor»? A la mayoría, claro que no a todos, se los debe haber tragado el ALBA. Se los debe haber llevado la salud y la escuela desprivatizadas, se los debe haber llevado el Hambre Cero, o algún proyecto que les dio a sus madres una manera de ganarse la vida. Tal vez se los llevó la tarifa de transporte urbano congelada a 2,50 córdobas. Quién sabe qué se los llevó, pero el hecho es que quedan muchos menos. En todo caso, ninguno de esos niños se ganó la rifa de green cards yanquis que anuncian los medios de la derecha.

Este gobierno de minoría es uno que ha atravesado una de las crisis económicas más agudas de la Nicaragua moderna. Al caerse las torres gemelas del Lehman Brothers se cayeron también las remesas del extranjero y las exportaciones a los EE.UU. Para colmo de males, una parte de los países donantes decidió aportar su grano de arena a la democracia nicaragüense congelando la ayuda internacional. Por suerte Venezuela se come con gusto la carne y los frijoles nicas, pero aún así las pérdidas para el país han sido considerables. Sin embargo, no se ha echado a un solo trabajador del estado, no se ha parado de construir carreteras y no se han cortado los programas sociales. El desempleo – cifras oficiales – ronda el 5,5 por ciento, y la OIT pronosticaba en mayo de este año que Nicaragua sería el país de la región con menor aumento del mismo a causa de la crisis: un uno por ciento comparado con un promedio de 4,5 por ciento para el resto.

En lugar de correr gente en el estado y otras políticas parecidas, se consiguió un préstamo del ALBA para congelar la tarifa de la energía eléctrica. Más subvenciones: Un metro cúbico de agua cuesta en realidad un promedio de quince córdobas. La gente paga entre 2 y pico y siete córdobas, según su capacidad. Cientos de miles del millón de nicaragüenses que no tenían agua, ya la están teniendo. Y muchos no quieren pagar. Lo último que se desea es cortarles el servicio a los más pobres – en vez de eso se trata de hacer conciencia, porque se trata de fondos necesarios para llevar más agua y alcantarillado a los que todavía no los tienen. Los sindicatos piden un aumento – otro más – del salario mínimo: Esta vez es 30 por ciento. El gobierno no se ríe de ellos.

A pesar de lo importante de la ayuda bolivariana, de los médicos cubanos, de las inversiones rusas, iraníes y de otros países, no basta. Una parte significativa de esa ayuda es en forma de proyectos a mediano y largo plazo que sentarán las bases de la independencia del país, pero el gobierno necesita dinero en efectivo ya para pagar planillas de empleados y mantener el manejo diario de la economía. Cuando de salir del neoliberalismo se trata, dejar de robar lleva bastante lejos. Los sandinistas, que se han bajado los sueldos, que han corrido ministros por meras sospechas de corrupción, han incrementado los fondos disponibles con esa sencilla medida. Pero, claro está, eso no basta, Nicaragua no puede darse el lujo, por ahora, de salirse del Fondo.

La semana pasada llegó la noticia: El FMI aprobó el plan económico del gobierno y desembolsará varias decenas de millones de dólares tan necesarios para el país. Lo que pronosticaba la derecha, que el capanga del capitalismo global le negaría el préstamo a los sandinistas, no se produjo. Y eso que en la propuesta del gobierno no se contemplaba el cierre de una escuela, el despido de un trabajador estatal, la privatización de un solo bien público. Muy por el contrario, el plan incluía una reforma impositiva que obligará al cinco por ciento más rico del país a pagar impuestos según sus ingresos, el resto no pagará un peso.

¿Cómo es posible que el FMI financie una política económica así? A los que dicen que no se puede hacer nada, que lo mejor es rendirse ante las reglas del juego, a los que patean el tablero y se internan en alguna jungla para desde allí escribir profundas lamentaciones acerca de lo mal que actúa el resto de la izquierda, a los se acuestan a soñar esperando despertar en La Habana , a los que dicen que todo es culpa de los grandes medios, los sandinistas parecen decirle: «¡Deje de llorar y arrempújele, compañero!»

Si se sabe lo que se quiere, de dónde se parte, cuáles son las prioridades y cuáles las debilidades del adversario, si se parte de la realidad concreta sin perder de vista la meta, entonces se trata de echar manos a la obra y hacer la revolución por arriba, por abajo, por los costados, por delante, por detrás, por todos lados, por todos los medios al alcance.

Si se trata de moverse en los marcos estrechos del sistema, los sandinistas tienen economistas criollos, que no son rubiecitos con diplomas de universidades yanquis pero que, a fuerza de aplicación en los estudios se han aprendido todas las reglas y las juegan a la perfección para tratar de no perder. Si se trata de hacerle una finta a esos mismos marcos estrechos, o de driblear a parlamentos con mayorías corruptas, ahí están las empresas grannacionales del ALBA, ahí está la política internacional soberana capaz de tener relaciones con países tan diversos como la República Popular China y Taiwán. Mientras tanto, el presidente Daniel Ortega se da el gusto de cantarle la justa a Uribihitler, a Micheletti o a cuanto gorilito suelto ande por ahí.

La meta es un socialismo con un fuerte componente de autogestión; la situación es la de un pueblo en el fondo revolucionario y antiimperialista que ha sido sometido al hambre, a la intoxicación ideológica, al terrorismo en todas sus formas y a la pérdida de sus raíces y de su historia; las prioridades son saciar el hambre del pueblo por sus derechos sociales, económicos y de toda índole, proteger los recursos del país, desarrollarse en base a la producción de alimentos («convertirnos en el granero del ALBA,» dicen) y protegerse ante los efectos de la crisis capitalista global; el imperio y la oligarquía local están en un estado de crisis terminal, se están comiendo entre sí y carecen de alternativa política que ofrecer. Ya nadie les cree. Cuándo estuve en Nicaragua hace cinco años ya eso era evidente. Ya no pueden asustar a nadie, basta con escuchar las noticias que vienen de Afganistán cada semana.

Lo que les queda es escupir ríos de tinta, producir miles de horas de radio y televisión para confundir y desanimar, así de sencillo. Sobre todo la prensa escrita, al igual que en Venezuela y otros lugares, se ha convertido en un partido político que trata de unificar a la reacción en torno a los intereses del embajador de los gringos (por cierto, ex-mano derecha de John Dimitri Negroponte en los 80s). Por favor, compañeros y compañeras: no crean absolutamente nada de lo que escriben La Prensa y el Nuevo Diario. Si escuchan algo horrible sobre Nicaragua, pregunten al que lo dice de dónde sacó la información. Seguramente viene de esa fuente.

Pero los argumentos del gobierno son más que persuasivos: se sienten en el estómago de muchos. Y en el espíritu de otros tantos. No nos dejemos confundir. La prohibición del aborto terapéutico fue una barbaridad. Sin embargo, yo creo que nunca se habían repartido tantos condones como hoy en día en los últimos 20 años. Se habla mucho y cada vez más de sexualidad. Es un fenómeno muy complejo. Para la mayoría de las mujeres del pueblo, la cuestión del aborto no está en el primer lugar de la agenda. Sin embargo, el tener control sobre la economía del hogar, el tener la oportunidad de ver un médico, tal vez por primera vez en su vida, el aprender a leer y escribir, son cuestiones de primer orden que este gobierno les está dando. Últimamente ha habido un repunte de la violencia contra las mujeres en el país a pesar de que la policía ha puesto oficinas en todo el país para que se denuncie ese tipo de delitos. Yo avanzo la hipótesis de que se trata de la reacción de un patriarcado cada vez más amenazado en muchos terrenos, en especial el económico.

Sí, se habla mucho de Dios. ¿Y qué? Si el sentido que se le quiere dar al discurso es el de «servirle al pueblo es servirle a Dios» o «amar al prójimo tanto como a sí mismo, tal y como lo exige Dios y lo practica el FSLN» ¿qué problema hay con eso? Es cierto que a veces se exagera. Es cierto que hay compañeros que caen en el oportunismo retórico, pero esa no es la nota dominante en el discurso oficial. El que exige ateísmo de los sandinistas no sabe lo que es Nicaragua. No entiende el gran logro que es tener a Obando y Bravo mansito en el estrado de las entregas de títulos de propiedad a los campesinos en vez de como líder espiritual del enemigo en una guerra de baja intensidad – o, más bien, al frente de un partido rural de derecha al servicio del gran capital financiero.

Es en estas condiciones que hoy se libra la batalla en Nicaragua. La arena de las ideas, la información y la cultura son fundamentales. Las masas sandinistas, junto con el resto del pueblo, que cada vez se vuelve más sandinista (y/o menos antisandinista, según) están restañando sus heridas de la guerra de los 80s y del infierno que vino después.

El nieto de Sandino recoge cuánto papel escribió su abuelo para escribir la historia de la lucha sandinista según los lineamientos trazados por el General de Hombres Libres. El producto, cuya publicación en miles de ejemplares será financiada por la Venezuela Bolivariana , será la mejor biografía del héroe jamás escrita. El Foro de Periodistas Sandinistas contra la Dictadura Mediática reúne a cada vez más gente. Los asistentes a las escuelas de cuadros del Frente Sandinista se multiplican semana a semana. Estas escuelas están a cargo de Carlos Fonseca Terán, hijo del fundador del Frente Sandinista y uno de los representantes más fieles a las ideas revolucionarias del dirigente. No, lo que vemos no es el aggiornamiento de unos sandinistas renovados – es una continuación creciente de aquel 19 de julio de 1979.

Todo esto ocurre en una sociedad permeada por la ideología consumista forjada por el neoliberalismo, por 16 años de exposición a los productos culturales más abyectos de la industria estadounidense, con los valores más deshumanizantes y las tecnologías más masivas. Esta lucha es abordada de manera ecléctica por diversos canales de comunicación sandinista, sobre todo radios y un canal de televisión. A veces se acierta, como cuando se hace una versión de izquierda del show de David Letterman, o como cuando feministas hacen un programa de radio en el que responden a preguntas que les hacen los hombres. A veces se falla, como cuando se le da excesivo espacio a la nota roja o se da una aceptación totalmente acrítica de los peores prejuicios populares.

En Nicaragua no se conocen obras como el Maradona de Kosturica o Buscando a Eric (Cantona) de Ken Loach – obras que toman en serio la perspectiva de la gente común, con mucha picardía, humor y profundidad. Muchos de los cuadros culturales surgidos o establecidos al calor de la revolución sandinista la han abandonado por interés material, desprecio por el pueblo o amargos resentimientos. Sin embargo, quedan miles de trabajadores y activistas culturales de a pie, muchos formados por los cambios de los 80s, otros provenientes de las generaciones posteriores, que serán los encargados de darle forma cultural a este proceso. Ya lo están haciendo.

Dejemos de llorar compañeros. Porque los retos del futuro son demasiado grandes. Son los huracanes y las sequías del calentamiento global, son los peligrosos coletazos póstumos del desmerengamiento imperial, es la necesidad urgente de otro mundo que hay que construir para no perecer como especie y, al fin de cuentas, porque ya son demasiados siglos de vainas. Ese es el clamor que uno parece percibir en esta bendita tierra si no se le presta atención a las voces ensordecedoras del oscurantismo mediático.

http://jorgecapelan.net