En una entrevista casi imprescindible de Andrés Pérez [1] a Christian Audoin, un candidato de la coalición alterglobalista en las recientes elecciones municipales y regionales franceses, un dirigente del Partido Comunista francés, el magnífico periodista de Público dada cuenta que una región francesa estaba siendo mirada con lupa por los analistas: «[…] en la región […]
En una entrevista casi imprescindible de Andrés Pérez [1] a Christian Audoin, un candidato de la coalición alterglobalista en las recientes elecciones municipales y regionales franceses, un dirigente del Partido Comunista francés, el magnífico periodista de Público dada cuenta que una región francesa estaba siendo mirada con lupa por los analistas:
«[…] en la región históricamente de izquierdas que es Limousin, en el centro del país, la coalición alter-globalista Limousin, Terre de Gauche, que integra al Partido Comunista Francés (PCF), al Partido de Izquierdas y al Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), se enfrentará en la segunda vuelta al Partido Socialista y a los sarkozystas. Al frente de ella está Christian Audoin, líder local del PCF».
Tras el 13,1% de votos que habían obtenido en la primera vuelta, preguntaba Andrés Pérez a Audoin, por qué no había abandonado al Nuevo Partido Anticapitalista y había cedido a las presiones para fusionar la lista del PCF con la del PS. La respuesta vale su peso en valores republicanos socialistas transformadores:
«[…] Nosotros presentamos una propuesta de fusión con los socialistas y los Verdes, y se lo hicimos saber. Al mismo tiempo, nuestro proyecto unitario dejó claro a los votantes durante la campaña que queremos una izquierda apegada a sus auténticos valores, con un programa alternativo, muy antiliberal, y propuestas de realizaciones claras que nos permitirán defendernos del liberalismo, soluciones de resistencia y perspectivas de futuro. Chocamos con la intransigencia del PS. Un PS que se quedó sorprendido con nuestro 13,1% de la primera vuelta. El PS interpretó que ese resultado era el nacimiento de un polo que pone en duda su hegemonía. Y ha reaccionado frente a ese cambio… La manera que tuvo de concretar esa reacción fue rechazar que el NPA entrara en una futura mayoría de izquierdas. En nombre de la lealtad, que es uno de los valores de base de la política, yo no podía ceder a esas presiones. Era imposible tal desprecio con nuestros electores. Hubiéramos podido negociar un programa de izquierdas, pero no en esas condiciones».
Qué diferencia, seguía preguntado Andrés Pérez, los programas del Frente-NPA y del Partido Socialista Francés:
«[…] En primer lugar, el grado de determinación en el combate contra la derecha, y la posición frente al liberalismo. Nosotros proponemos no ceder ni un milímetro, y hacer que la gestión regional sea el escudo frente a la derecha y frente al liberalismo, sin compromiso. Es ese primer punto el que nos diferencia totalmente del PS. En segundo lugar, queremos cambiar el registro democrático, colocando en el centro del sistema de decisión a los ciudadanos. Se trata de crear asambleas participativas de ciudadanos en cada departamento, unas asambleas dotadas de poder de codecisión para los grandes asuntos regionales. Un punto muy particular es la cuestión de las ayudas públicas a las empresas, que son una de las grandes competencias de los consejos regionales en Francia. Nosotros exigimos que cada ayuda concedida a una empresa deba recibir primero el acuerdo de los trabajadores de esa empresa. Y que una vez concedida, comités de empresa y sindicatos se encarguen de hacer el seguimiento, evaluación y control».
A qué nivel de voto sería un éxito la experiencia de izquierda real que intentaban el Frente y el NPA preguntó Andrés Pérez a continuación: el 17% era una posibilidad real, respondió el dirigente del PCF, pero si superaban el 13,1% de la primera vuelta, los electores validarían la experiencia política de creación de una nueva izquierda. Estaba en marcha el laboratorio de esa nueva izquierda.
El experimento no ha defradudado. El mismo Andrés Pérez dada cuenta en su crónica del 22 de marzo de 2010 [2] del resultado efectivo de las elecciones en este territorio francés:
«[…] La señal innovadora y de futuro vino de la región Limousin. Los socialistas locales conservaron de forma aplastante la mayoría, esta vez sin apoyo del resto de la izquierda. Una coalición alterglobalista recogió más del 19% de los votos, demostrando que puede rescatar ese voto popular que a menudo se pierde en las sendas oscuras de la desesperación ultra. Los alterglobalistas constituirán una oposición antiliberal desde la izquierda».
Diecinueve por cien de los votos, dos puntos más de las previsiones, un intento que rompe y vence sectarismos, cultivos nada creativos de las tradiciones y que habla de la formación y abono de una nueva izquierda con perspectivas y finalidades anticapitalistas claras.
Francia no es España; desde luego. Limousin no es toda Francia; por supuesto. Cada singularidad social es singular; por definición. Las tradiciones nacionales o afines pesan, y la situación de las izquierdas más aun; sin atisbo de duda. Pero no se me ocurre una lección mejor que podamos extraer de las recientes elecciones francesas: la ciudadanía antiliberal unida, y las organizaciones que la forman, apoyan y alimentan, tienen mucho que ganar y aprender de la experiencia francesa. Les va su vida política en ello al igual que la esperanza de muchos ciudadanos y ciudadanos que no quieren claudicar ni abonar las filas de la desesperanza..
No es difícil. De hecho, es cultivar una tradición que tienes nudos y aristas destacados. Este es otro ejemplo francés.
Las elecciones municipales de la primavera de 1945 llevaron a una victoria arrolladora del PCF [3]: llegó con claridad al 30% de los votos. El éxito fue confirmado en las primeras elecciones generales de 21 de octubre de 1945: el PCF alcanzaba el 26% del voto y 160 escaños en la Asamblea Constituyente (los socialistas alcanzaban el segundo puesto con 24% y 142 escaños).
A pesar de la clara victoria electoral del PCF y pese a sus promesas, y como era de esperar, De Gaulle rechazó dar al PCF ministerios claves.
El PCF usó su poder en el Parlamento para condenar la guerra francesa en curso que pretendía recuperar el poder sobre la colonia de Vietnam. La parlamentaria comunista Jeannette Vermeersch, la compañera de Maurice Thorez protestó ante el hecho de que en los pueblos vietnamitas los franceses estaban «cometiendo el mismo tipo de atrocidades» que los nazis habían cometido en Francia pocos años atrás.
La afirmación provocó un tumulto en el Parlamento. El presidente insistió: «¡Señora, le digo muy educadamente que está insultando intolerablemente a esta Asamblea y a la Nación!» Vermeersch no se calló, insistió en su denuncia. El presidente hizo un comentario muy masculino: «Señora, nunca creí que una mujer fuera capaz de tanto odio». Esta fue la respuesta de la camarada Vermeersch:
«Sí, odio. Lo hago al pensar en los millones de trabajadores que explotáis. ¡Sí, odio a la mayoría de esta Asamblea!».
Hay motivos para seguir odiando situaciones que pueblan el mundo y nuestros países de injusticias, de explotación creciente y de desesperación no menos acelerada.
Notas:
[1] http://www.publico.es/
[2] http://www.rebelion.org/
[3] Tomo la información de Daniele Genser, Los ejércitos secretos de la OTAN. El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2010, pp. 132-133.
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