Apareció en Chile el libro América Latina, emancipaciones en construcción (América en Movimiento Editorial y Tiempo Robado Editoras). Su edición estuvo a cargo de Franck Gaudichaud, reconocido historiador y cientista político especialista en estudios latinoamericanos. Es autor de varios libros sobre los movimientos sociales y la situación política en la región. Sobre el nuevo libro […]
Apareció en Chile el libro América Latina, emancipaciones en construcción (América en Movimiento Editorial y Tiempo Robado Editoras). Su edición estuvo a cargo de Franck Gaudichaud, reconocido historiador y cientista político especialista en estudios latinoamericanos. Es autor de varios libros sobre los movimientos sociales y la situación política en la región. Sobre el nuevo libro Gaudichaud conversó con la revista Punto Final.
¿De qué trata el libro América Latina, emancipaciones en construcción?
Es una iniciativa colectiva de una reflexión crítica sobre América Latina, pero de cara a lo que podría ser una nueva coyuntura regional, de cierta inflexión, crisis o agotamiento. Una nueva coyuntura dentro de lo que se llamó el «giro a la Izquierda», nacional-popular y «progresista», de varios gobiernos regionales. Entonces, frente a este escenario, la idea era reflexionar, más bien, desde «abajo». Hace algunos años publiqué un libro que se llama El volcán Latinoamericano, que era una reflexión, tambine colectiva y plural, entre comillas, desde «arriba», sobre los gobiernos progresistas en su relación a los conflictos y luchas sociales. Ahora se trata reflexionar acerca de los movimientos sociales y sus iniciativas de autonomía y poder popular en construcción. A veces en relación con el Estado y otras en su contra.
Se plantea que los «pueblos indo-afro-latinoamericanos parecen encontrarse en un nuevo punto de inflexión» ¿Cuál sería ese punto?
De hecho en el prefacio, que escribí tiempo atrás, ya se estaba iniciando el debate y ahora, cuando sale el libro el debate se está inflando aún más, porque muchos intelectuales y dirigentes sociales están reflexionando y polemizando en torno a este tema: de si estamos, o no, a un «fin de ciclo» del progresismo sudamericano en particular. Algunos dicen que no existe el fin de ciclo. Que hay más bien experiencias variadas nacionales o solamente una inflexión regional, un posible agotamiento y reflujo, o un «fin de hegemonía» interna a los procesos progresista sin por eso que se terminé el ciclo, como lo propone el marxista Massimo Modenesi. Pero, sí, para sintetizar, estamos frente a una nueva coyuntura, la crisis económica impacta a todos los países de la región, la baja de precio de la materias primas, significa menos ingresos para los Estados, y por lo tanto menos dinero para las políticas públicas y programas sociales. Por otro lado, una nueva coyuntura, porque se han ido tensionando las relaciones entre gobiernos, clases y movimientos sociales. Eso sí de manera muy diferenciada, es cierto. La coyuntura de Venezuela no tiene nada que ver con la de Brasil, la de Uruguay poco que ver con la de Bolivia, etc. Aunque sí vemos fuerte crisis institucionales y retrocesos, o incluso tremendas derrotas electorales en varias países: Venezuela, Argentina, Brasil.
GOBIERNOS Y MOVIMIENTOS SOCIALES
En ese contexto ¿qué pasa con el rol de Venezuela, Bolivia y Ecuador?
Estos tres países son los que más han defendido una propuesta «postneoliberal» y que se opusieron con fuerza a las políticas de Washington y del FMI. En particular en Bolivia, donde hubo y hay todavía más empuje desde abajo y estabilidad desde arriba. Pero aún así, hoy se ve esa tensión que mencioné. Por ejemplo en Ecuador, donde existe un enfrentamiento abierto entre gran parte del movimiento indígena y el gobierno. En Venezuela vemos una profunda crisis del proceso, incluso con un evidente desgaste del tradicional apoyo mayoritario al proyecto bolivariano dentro de las clases populares y críticas al verdadero caos económico, corrupción, ineficiencia en las políticas públicas, mal manejo del control de las divisas, etc. Estos procesos se encuentran entre dos oposiciones, tienen un flanco abierto hacia la derecha, donde están los sectores más conservadores de la burguesía y el imperialismo, pero existe otro flanco que se abre hacia la Izquierda y los movimientos sociales frente a las expectativas de cambio no cumplidas. Donde se ve todavía más confluencia entre movimientos sociales y gobierno es en Bolivia, donde la situación económica fue consolidada.
¿A qué se deben los conflictos entre gobiernos y movimientos sociales? ¿A errores de los procesos o a la intervención de los Estados Unidos en la región? Incluso se ha hablado de infiltraciones.
En el último tiempo, varios presidentes, Evo, Correa, Maduro, denunciaron algunas ONG y movimientos que jugarían según ellos un papel pro imperialista. Por ejemplo, en Bolivia el vice-presidente Linera denunció a cuatro ONG, de las cuales tres tienen una marcada tendencia a la Izquierda y de apoyo histórico a los movimientos socio-ambientales. Este tipo de ataque es preocupante, pues, cuando los gobiernos comienzan a descalificar de esa manera, hablando de «izquierda infantil o de cafetín», significa ya no buscar el debate de ideas, sino la descalificación. Ahora, no seamos ingenuos, obviamente que Washington hace su papel de siempre, que financia ONG afines, intenta infiltrar donde pueda la sociedad civil organizada, no cabe duda, pero resumir los conflictos sociales a una «infiltración» es no ver que la nueva tensión que se está armando surge también desde dentro de estos procesos neo-desarrollistas.
¿Cuál es el mayor punto de tensión?
Está ligado a un decaimiento económico que le da menos margen de maniobra a los gobiernos en su política de distribución de las rentas, y al mismo tiempo a la oposición de movimientos populares, indígenas, campesinos, frente al tema del extractivismo en particular, al avance en toda la región, sean gobiernos de izquierda o de derecha, de las multinacionales que extraen los recursos naturales. Por supuesto, por ejemplo, que en Bolivia es diferente que en Colombia, porque en Colombia entran sin freno cuando en Bolivia se hace bajo una mayor regulación e ingresos para el Estado. Pero eso no cambia que en los territorios haya impacto, acumulación por desposesión y saqueo, lo que genera resistencia desde abajo. Lo mismo en Ecuador con la ley de minería, con la ley de aguas.
EL PROYECTO BOLIVARIANO
Los gobiernos de Izquierda o progresistas latinoamericanos tienen en parte raíces en el proyecto bolivariano de Hugo Chávez ¿Crees que pueda ser posible ese sueño?
El debate no es si se puede construir socialismo «del siglo XXI» en cinco minutos, o incluso en 10 años, pero en la actualidad se ve un claro reflujo de los procesos progresistas en marcha, cuando en ninguno de los países se ha podido romper, hasta el momento, con la dependencia y el capitalismo rentista. El país donde más hubo esperanza fue Venezuela, y ahí también se ven grandes dificultades económicas, burocratización y la consolidación de una «boliburguesía» semi mafiosa. Por eso, lo que intentamos en el libro es mostrar un mosaico de experiencias «prefigurativas» y en positivo, quizás no tan conocidas, a través de textos de autores que vivieron estas experiencias, textos de «investig-acción», como agroecología en Colombia, los Consejos Comunales en Venezuela, la auto-organización de los sin techo en Uruguay, la recuperación de empresas en Argentina, la comuna de Oaxaca, las luchas feministas en México o de «pobres de la ciudad» en Chile, etc. Un montón de experiencias locales y autogestionarias, que creemos, con todos sus límites y aportes estratégicos -lo ponemos al debate- pueden alimentar las reflexiones de cómo seguir avanzando en una perspectiva de ruptura más global con el capital.
¿Qué pasa con el factor militar?
Donde más hubo reflexión política en ese aspecto fue en Venezuela, tal vez por la formación del mismo Hugo Chávez. Él decía que «el proceso es pacífico pero armado», can capacidad de autodefensa. Ahí, hubo tentativa de incorporación de las fuerzas armadas al proceso político civil, y de las fuerzas civiles incorporadas en la defensa. En Venezuela se discutió lo que sucedió en Chile con el golpe cívico-militar contrarrevolucionario de 1973. Se tuvo en cuenta esa experiencia y la relación de las fuerzas armadas con el capital. En Bolivia, se neutralizaron a los generales más conservadores. Y en el resto de la región, de lo que sé, se mantuvieron intactas las estructuras militares. Y siguen formándose al amparo de los Estados Unidos. Este es un tema importante, pues los militares limitan y son un peligro para todo proceso de cambio real.
SITUACIÓN EN CHILE
Respecto a Chile ¿Cuál es tu visión?
En el libro incorporamos un artículo sobre el Movimiento de Pobladores y Pobladoras en Lucha (MPL), justamente para graficar qué vemos, por lo menos desde el año 2006 y aún más desde el 2011, un real despertar de los movimientos sociales, de las luchas populares. Lo que es una excelente noticia para un país que todavía es laboratorio del neoliberalismo en la región. Pero a pesar de este gran despertar estudiantil, poblacional y también sindical, a nivel superestructural y subjetivo se mantiene una larga herencia e inercia de la democracia tutelada neoliberal. Ahora el debate es cómo calificar al gobierno de la Nueva Mayoría y la incorporación del Partido Comunista a la institucionalidad del binominal. Yo soy muy crítico del carácter de las reformas en marcha. Podríamos decir que el gobierno de Bachelet es el último eslabón de lo que Tomás Moulian calificó en los años 90 como «transformismo neoliberal» chileno. Es decir, reformar todo para no cambiar nada del meollo del modelo. Algo que se confirma con la defensa por el gobierno del nefasta Acuerdo Transpacífico (TPP) promovido por EE.UU.
¿Qué les falta a los movimientos sociales para avanzar?
Es difícil. En Bolivia, por ejemplo, fueron muchos años de lucha, desarrollo sindical, batallas de ideas, conflictos de hegemonía desde la sociedad civil para después salir adelante en términos políticos alternativos. En Chile estamos en esa etapa inicial, aún falta mucho. Existe todavía hegemonía de la ideología neoliberal a pesar de sus numerosas grietas y fisuras (1). Los movimientos sociales son aún muy minoritarios y dispersos. Pero sí se han instalado algunas ideas fuerza: no al lucro, el sistema político ya no nos representa, el empresariado «compra» a la casta política. El malestar social ya se politizó en parte. Pero existe un piso que hay que superar, ver cómo construir alternativa, dar una discusión política mayor y construir frentes políticos anticapitalistas. Un problema es que la izquierda se encuentra muy fragmentada, muy dividida. A veces muy dogmática, otras veces muy oportunista electoralista, nos falta mucho todavía.
¿Por dónde pasa la unidad de los proyectos emancipadores en construcción a nivel latinoamericano?
Hubo avances reales en los últimos años sobre como pensar la unidad e integración regional sin Estados Unidos, con la Unasur, el Alba, la Celac, son avances importantes. Pero al mismo tiempo vemos tensiones y limites en estos procesos, en particular en el caso del Alba que quedó estancado. El hecho de que el gobierno chileno defienda la Alianza del Pacífico y ahora el TPP, es una destrucción de la idea misma de unidad latinoamericana. Del lado chileno no sorprende tanto, pero, por ejemplo, de Ecuador sí, que ha firmado un acuerdo de libre cambio con la Unión Europea cuando dice querer terminar con «la larga noche neoliberal»…. Entonces, frente a diversas figuras de capitalismo de Estado hay que seguir construyendo, como apunta el libro, a la izquierda y desde abajo, sin perder el rumbo y la defensa de todas las conquistas de la última década frente a las derechas conservadoras.
(1) Ver el libro «Las fisuras del neoliberalismo maduro chileno» de Franck Gaudichaud (CLACSO – 2015): http://biblioteca.clacso.edu.ar/…/20151203023022/fisuras.pdf
Publicada en revista Punto Final Nº 842. Año 50/ diciembre 3 de 2015.
Versión editada de la entrevista en: