Ni la tormenta financiera ni las muestras de apoyo del Gabinete británico y la ejecutiva del Partido Laborista salvaron ayer al primer ministro Gordon Brown de un nuevo y humillante golpe contra su autoridad. David Cairns, secretario de Estado para Escocia, dimitió por la tarde de su cargo ministerial por falta de confianza en el […]
Ni la tormenta financiera ni las muestras de apoyo del Gabinete británico y la ejecutiva del Partido Laborista salvaron ayer al primer ministro Gordon Brown de un nuevo y humillante golpe contra su autoridad. David Cairns, secretario de Estado para Escocia, dimitió por la tarde de su cargo ministerial por falta de confianza en el liderazgo de Brown.
Es la baja más importante que acusa el Gobierno desde que estalló la revuelta en las filas laboristas, el pasado viernes, y eleva a cuatro el número de destituciones o dimisiones en puestos de confianza del primer ministro.
Los rebeldes quieren forzar unas primarias laboristas pero carecen de un candidato dispuesto a medirse con Brown. Tampoco cuentan con el respaldo de los 71 diputados necesarios para activar el proceso de selección de un nuevo primer ministro, según dicta la constitución del Partido Laborista.
No al voto abierto
El Comité Nacional Ejecutivo descartó, en una reunión celebrada ayer en Londres, la principal exigencia de los críticos de Brown a cuatro días de la apertura del congreso anual laborista: el envío de papeletas en las que los miembros del grupo parlamentario identifiquen al líder que quisieran ver en Downing Street.
El apoyo hacia el «premier» se extendió igualmente entre los miembros de su gabinete, que advirtieron de que la división interna es una mala receta para afrontar la crisis económica.
«Estoy absolutamente seguro de que Gordon Brown es el hombre con la experiencia, el intelecto y la estrategia para liderarnos por las actuales dificultades», dijo el ministro de Justicia Jack Straw.
Un flanco abierto en beneficio de los nacionalistas
La dimisión del secretario de Estado para Escocia deja un flanco abierto en el Gobierno de Brown, que será aprovechado por los nacionalistas de Alex Salmond. David Cairns, cura católico reconvertido en diputado, debía conducir la campaña electoral en la circunscripción escocesa de Glenrothes, vacante desde agosto por el fallecimiento del diputado laborista John MacDougall.
Aún no se ha fijado fecha para la elección parcial, aunque todo apunta a que será en noviembre. Si Gordon Brown aguanta hasta entonces al frente del Gobierno, su autoridad volverá a estar en juego. Glenrothes colinda con su circunscripción parlamentaria y una victoria de Salmond, tras la sonada caída de Glasgow Este, supondrá un golpe peor que los acusa el primer ministro estos días.