A lo largo de siete días y a pesar de la brutalidad policial, el Agora pasó revista a casi todos los males del planeta mediante asambleas populares y talleres celebrados en la calle, en plazas públicas o en la universidad.
23A la humanidad no le faltan seres lúcidos, sino dirigentes capaces de imponerse a los intereses a los que obedecen y cambiar el mundo. Una muestra de esa lucidez planetaria se concentró esta semana en Bruselas a través de la marcha que los indignados emprendieron desde todos los puntos de Europa.
A lo largo de siete días y a pesar de la brutalidad policial, el Agora pasó revista a casi todos los males del planeta mediante asambleas populares y talleres celebrados en la calle, en plazas públicas o en la sede donde las autoridades despacharon el Agora Internacional Bruselas, la HUB, Hogeschool-Universiteit Brussel. Los indignados celebraron no menos de treinta talleres y con ello reactualizaron pacíficamente una idea de Hakim Bey, el teórico de las TAZ, Zonas Autónomas Temporarias (Temporary Autonomous Zone en inglés). Ese concepto consiste en ocupar temporalmente un lugar controlado por los «aparatos estatales». La idea de Bey fue puesta en práctica con extrema violencia por los Black Blocs, esos grupos de choque que, durante las manifestaciones contra el G-7, la OTAN, el FMI o el G-20, se convierten en una vanguardia violenta que destruye sucursales bancarias, autos de lujo y protagonizan encarnados enfrentamientos directos con las fuerzas del orden. Los indignados ocupan el espacio público, pero no para romper, sino para reflexionar, debatir y escuchar en un ejercicio de intercambio horizontal cuyo mejor ejemplo es lo que está ocurriendo en la capital belga.
Desde el sábado pasado, no hay un día que pase sin una discusión ciudadana. El 9 de octubre por la mañana se habló sobre «la cacería de los desempleados y de quienes reciben subsidios sociales». Esa práctica es común en la Europa de hoy donde los Estados recurren a todas las argucias posibles para suprimir los beneficios sociales y borrar a los parados de las estadísticas del desempleo. Por la tarde se armó un taller apasionante en torno del tema «Grecia, la voluntad de los banqueros se impone a la democracia». Ni qué enunciarlo: lo hemos visto en vivo desde hace varios meses. Al día siguiente, el primer taller trató el tema de «las luchas contra la privatización del agua en Europa».
El segundo, organizado en la puerta del banco BNP Paribas, abordó el tema de la desigualdad de género visto desde un ángulo novedoso: «Las mujeres de Europa son las verdaderas acreedoras de la deuda pública». El martes 11, el día comenzó con una reflexión colectiva sobre «la economía y el sentido de la vida» y continuó con un taller celebrado en la Bolsa de Bruselas en torno de la idea de un «cambio del paradigma económico, reflexión sobre una economía ciudadana». A la tarde se debatió sobre McDonald’s y el «lobbyng de empresa, agricultura y alimentación». Luego vino el tema de la deuda, sobre todo «su origen».
El miércoles se celebró la Jornada Internacional contra el capitalismo. La jornada tuvo como tema exclusivo las cuestiones económicas con un brillante taller cuyo enunciado lo dice todo organizado en la Place Sainte-Catherine: «Alternativa al G-20. Ellos son veinte, nosotros somos miles de millones». Hubo otro taller sobre «La Revolución Humana» y un taller que resultó una perla rara acerca de un tema irónico: «Indignismo o rajaísmo». La expresión «rajaísmo» es un neologismo total cuyo origen son dos carteles que aparecieron en Túnez y en Egipto durante las revoluciones árabes: «Mubarak, Degage», decía uno en francés, lo que quiere decir «Mubarak, rajá».
A la tarde le siguieron dos discusiones animadas y por demás realistas: «Las medidas de austeridad europeas y la influencia de los lobbies financieros» y «la deuda contra la democracia». Este último taller les trajo muy malos recuerdos a los latinoamericanos descendientes de padres que tuvieron que exiliarse cuando ese principio decapitó a América del Sur y puso al mando los mejores operadores de la deuda, las dictaduras.
Los días siguientes fueron igualmente fructíferos, sobre todo con el taller que giró en torno de la pregunta «¿Cambiar de sistema, hacia la objeción de crecimiento?» Ya es más que sabido que la variable del crecimiento como único horizonte de la humanidad destruye todo lo que toca, empezando por el medio ambiente.
Los talleres posteriores tuvieron todos el mismo nivel, desde el que planteó una «carta mundial de los migrantes, libertad de circulación e instalación en todas partes y para todos», el que abordó el inevitable debate sobre «Contrapunto entre el capitalismo y el poder popular», el que se planteó «¿Cómo el arte puede servir una revolución sin pedirle que esté al servicio de una ideología, de un consenso o de una estética colectivista?», hasta el que cerró la semana de discusiones en torno del tema de la «Desobediencia civil». Esto no es más que una muestra del flujo de reflexiones, intercambios e iniciativas organizados sin que haya una estructura que pese, ni nadie que mande realmente. Todo funcionó en una suerte de caos coherente y feliz, incluso cuando se produjeron situaciones tensas con la policía. Europa parece tener miedo de sus propios hijos. Los revolucionarios ya no vienen del mítico Sur, sino que han nacido y están sin trabajo en la misma cuna del mundo occidental.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-178933-2011-10-15.html