Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
La Unión Europea, tal como la vemos en la actualidad, no es más que una colonia de las barras y estrellas. Aquí la tenemos ahora recompensada por sus décadas de sumisión a Washington. Es la conclusión que se impone después de que este año se haya concedido el Premio Nobel de la Paz a la Unión Europea.
Como era de esperar, no han faltado declaraciones satisfechas procedentes de los salones de Bruselas, entre ellas las del presidente de la Comisión Europea José Manuel Durao Barroso: «La Unión Europea es una institución muy valiosa para el bien de Europa y del mundo». El «eurócrata» recordó que la Unión Europea fue capaz de unificar y reconstruir los países devastados por la guerra y finalmente de unificar aquéllos que fueron liberados tras el final de la Guerra Fría: «Es un gran honor para el conjunto de la Unión Europea, para los 500 millones de ciudadanos que la componen, recibir el Premio Nobel de la Paz», declaró Barroso.
El comité noruego intentó justificar esta distinción, como poco sorprendente, precisando que la decisión fue «unánime» y que se ha recompensado a la Unión Europea con el Premio Nobel de la Paz 2012 por «contribuir desde hace más de 60 años a la promoción de la paz, de la reconciliación, de la democracia y de los derechos humanos».
Una argumentación que como poco nos hace sonreír. Durante todos estos años la Unión Europea ha sido una herramienta de los intereses estadounidenses, una plataforma desde la que el imperio ha lanzado y continúa lanzando sus guerras contra aquéllos que no se pliegan a su voluntad y sus «valores» (los derechos humanos… pero solo para sus ciudadanos y sus lacayos; la democracia… para los que se pliegan a sus dictados; el dominio del dólar, la presencia de militares estadounidenses controlados directamente por Washington…).
¡Es la Pax Americana! Y nuestra Europa, para plegarse a esta última, ha visto durante más de 60 años a sus tecnócratas alinearse a toda una serie de intervenciones militares bajo el paraguas de la OTAN y de Estados Unidos, con el supuesto fin de llevar a Oriente Medio y Oriente Próximo la «paz» y la «democracia». ¿Cuánta destrucción y cuántas víctimas inocentes se pueden imputar a los bombardeos procedentes de Londres, París, Italia o Alemania sobre los indefensos pueblos de Libia, Afganistán e Irak? ¿Cuántos gobiernos legítimos derrocados por haber cometido una falta irremisible: rechazar el dictado euroatlantista dirigido a controlar sus recursos energéticos? En realidad la Pax Americana consiste en hacer la guerra bajo cualquier pretexto para instalar en los pueblos «liberados» a una clase política sumisa del imperio. La Unión Europea ha aportado su contribución a esos siniestros designios y esa es la razón por la que indignamente recibe el Premio Nobel de la Paz.
Pero el futuro es sombrío: Estados Unidos y la OTAN están escasos de dinero y con un déficit de un billón de dólares el Tío Sam no ya no está dispuesto a abrir su monedero y por lo tanto prefiere que en el aspecto militar Europa se las apañe sola. Se prevé así que los países de la Unión Europea compartan sus medios. Y a pesar de la crisis económica que azota la Eurozona, la Unión Europea no renunciará a conseguir el dinero necesario para poner en marcha un ejército autónomo, un ejército capaz de enfrentarse a los grandes retos del siglo XXI: responder a las «amenazas» de los países emergentes, controlar los recursos energéticos, etc. Caros desafíos para una clase política europea al servicio de los tecnócratas y los banqueros cuya razón de ser no es otra que la satisfacción de sus intereses multinacionales. La Pax Americana…