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Viaje a la cuna de los huérfanos de Le Pen

Fuentes: Ctxt

En la extinta cuenca minera del Pas-de-Calais se encuentra la circunscripción de la líder de la ultraderecha francesa. Sus habitantes están divididos entre el cabreo por la inhabilitación y la satisfacción por el fin de la impunidad

Enseña la imagen con orgullo, lo que hace unos años hubiera sido motivo de vergüenza. Roger es el propietario de un bar situado prácticamente al lado del Ayuntamiento de Hénin-Beaumont, en el norte de Francia. En una de las paredes de su local, donde resulta difícil que pase inadvertida, tiene colgada una foto con Marine Le Pen, el alcalde ultra de Hénin-Beaumont, Steeve Briois, y algunos de sus asistentes. “En el Pas-de-Calais queremos a Le Pen. Aquí muchos la votan. Y si ahora la han inhabilitado, eso se debe a que no quieren que se presente en las próximas elecciones presidenciales”, asegura desde el otro lado de la barra.

Sus palabras sirven como carta de presentación de Hénin-Beaumont, una de las pocas ciudades francesas gobernadas por la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN). Esta localidad de la extinta cuenca minera del Pas-de-Calais resulta, sin embargo, un lugar de contrastes. Marine Le Pen lo convirtió en su laboratorio político. Ejerció como concejala municipal entre 2008 y 2011, consiguió que uno de sus consejeros saliera elegido alcalde hace una década y allí se encuentra su circunscripción como diputada desde 2017. Pero cuando uno pasea por sus calles, con sus icónicas casas de ladrillo rojo, la primera identidad que percibe es la de una ciudad que fue más roja que parda, una tierra de trabajadores y migrantes.

En la columna publicitaria frente a la monumental iglesia de Hénin se anuncia que pronto celebrarán la Pascua polaca. Las tiendas llevan nombres italianos o polacos. El único local de un partido político bien visible al público es del Partido Comunista, que aún rememora en su escaparate los tiempos de la posguerra con el ministro Maurice Thorez, el creador de la Seguridad Social. Como si fuera la Asturias francesa, esta zona septentrional conserva un espíritu obrero. Aunque esa identidad ha quedado desdibujada tras décadas de desindustrialización, esa hermandad aún se nota en sus bares animados.

Escaparate de la sede del Partido Comunista en Hénin-Beaumont. / E. B.
Escaparate de la sede del Partido Comunista en Hénin-Beaumont. / E. B.

“Quieren impedir su victoria”

Desde el 31 de marzo al mediodía, una parte de las conversaciones en el café de la Paix giran en torno a la inhabilitación de Le Pen hasta 2030. El Tribunal de París la condenó a cuatro años de prisión –dos de ellos firmes, a cumplir con brazalete electrónico– y cinco sin poder presentarse a unos comicios por el caso de los falsos asistentes en el Parlamento Europeo. Además, pidió que esta segunda parte de la pena se aplique de manera inmediata. “Se trata de un error que cometió hace más de diez años, me parece un castigo excesivo. No se lo merece”, se quejaba Véronique de France, de 52 años, una vecina en paro y votante lepenista desde hace años.

Tras el anuncio del veredicto, los representantes de RN reaccionaron acusando a los jueces de todos los males. Los han tachado de “rojos” y “tiránicos”, también de perpetrar “un golpe de Estado institucional sin precedentes”. En realidad, existen pruebas (testimonios, correos electrónicos…) que demuestran la existencia de “un sistema” para desviar más de 4,5 millones del Parlamento Europeo en beneficio de las arcas del partido. Una parte de los simpatizantes de la extrema derecha ha comprado, sin embargo, el relato de que se trata de una “decisión política”.

“Hay muchos otros dirigentes que malversaron fondos públicos y no les molestaron de esta manera. Lo único que quieren es impedir su victoria”, afirma Roger. El propietario del café au coq Lillois compara esta situación con el cordón sanitario que ha evitado en repetidas ocasiones un triunfo electoral de esta formación ultranacionalista y xenófoba. “Si hubiera formado parte de otro partido, la sentencia hubiera resultado menos severa. No tengo ninguna duda de ello. Somos muchos los que estamos cabreados”, defiende Mohamed, de 36 años, durante una pausa en la céntrica panadería donde trabaja.

Lenguaje de la democracia iliberal

El politólogo Jean-Yves Camus considera poco sorprendente que el núcleo duro del electorado lepenista repita estos argumentos. “Marine Le Pen lleva años insistiendo en el vocabulario de la democracia iliberal. Habla de los ataques del sistema, los medios, los jueces…”, recuerda el director del Observatorio sobre las Radicalidades. Sin embargo, según Camus, “el problema es lo que piensan los votantes de la derecha, aquellos que dudan entre un candidato de RN y otro de Los Republicanos (LR). Suelen ser personas mayores, con más estudios y a veces más prudentes. No tengo claro que les entusiasme saber que ha malversado fondos públicos”.

“RN no es el único partido que critica un supuesto ‘gobierno de los jueces’. Estos últimos años han estado marcados por varias condenas a Nicolas Sarkozy y eso favoreció que esta retórica se desarrolle en la derecha tradicional”, matiza la politóloga Safia Dahani, coautora del libro Sociologie politique du Rassemblement National. No obstante, según esta profesora en Sciences Po París, “una de las especificidades” del caso de los asistentes fantasma en la Eurocámara “es su carácter sistemático y las grandes cantidades malversadas entre 2004 y 2016. Se trata de cifras muy superiores a las de otros partidos como el MoDem”. “Los dirigentes de RN no fueron capaces de defenderse, ya que no disponían de argumentos para ello”, recuerda Camus.

Todo esto contribuyó a la inhabilitación inmediata de Le Pen, así como a la condena de 24 de los 26 acusados en esta trama –uno de ellos era Jean-Marie Le Pen y no lo declararon culpable al haber fallecido en enero–. Las posibilidades de la líder ultra para presentarse en las presidenciales de 2027 cotizan realmente a la baja. Sus pocas opciones pasan por un fallo en segunda instancia que la absuelva o comporte una pena de inhabilitación inferior a dos años. El Tribunal de Apelación de París indicó que espera pronunciarse a mediados del año que viene. Eso representa un plazo más corto que la mayoría de los juicios en segunda instancia, que suelen demorarse dos años.

“Quizás se merecía una pena como esta”

Ante esta aparente muerte súbita de Le Pen, uno presupondría un cabreo mayúsculo entre los habitantes de Hénin-Beaumont, donde obtuvo el 67% de los votos en la segunda vuelta de las presidenciales de 2022. En realidad, existe una mayor división de opiniones, incluso entre sus electores. “Quizás se merecía una pena como esta, ya que a Sarkozy también lo condenaron. Todos los políticos son iguales”, afirma Fabienne Viseux, de 67 años, una cuidadora de guardería jubilada que ahora vive “con una pensión de poco más de 1.000 euros”. Sentada en un banco durante una soleada tarde de primavera, ella presumía de “ser hija de un minero” y reconocía que su hermana le “echa la bronca por votar a una racista”.

Aún más contundente se mostraba Kamel Boughagha, 42 años, que fumaba un cigarro en la terraza del café de la Paix. “Los dirigentes de RN llevan años pidiendo mano dura a los jueces. Para una vez que hay una sentencia contundente, se quejan. Lo único que quieren es desplazar el debate y que solo se hable de la inhabilitación en lugar de los hechos por los que los condenaron”, aseguraba este camionero.

No obstante, el relato victimista no parece haber calado entre la mayoría de los franceses. Un sondeo publicado en la revista Le Point muestra que un 60% dice estar satisfecho con la sentencia. La movilización del 6 de abril en París en apoyo a Le Pen apenas reunió a unas 7.000 personas, según los datos generosos de la policía. “Aquello que la candidata de RN no supo anticipar (…) es el rechazo que suscita la clase política. Y eso se debe a un motivo muy simple: su partido se benefició durante mucho tiempo, y aún sigue haciéndolo, del cansancio democrático”, afirma el analista Paul Cébille en un artículo para Le Figaro.

Pocos territorios ejemplifican mejor que Hénin-Beaumont la manera en que el auge de la extrema derecha en el desindustrializado norte de Francia coincidió con el hartazgo de la ciudadanía con la clase política y sus casos de corrupción. La conquista del lepenismo de la alcaldía de esta localidad, de 25.000 habitantes, estuvo precedida por la condena del anterior edil socialista, Gérard Dalongeville, por haber malversado cuatro millones. Esa historia se produjo en la postcrisis del 2008, cuando las fuerzas del bipartidismo francés se vieron salpicadas por múltiples affaires, desde el caso Cahuzac (un ministro socialista) hasta las corruptelas del conservador Sarkozy.

Curiosamente, la ley Sapin II, aprobada en 2016 por la Asamblea Nacional para endurecer las penas en los casos de corrupción, ha inspirado la inhabilitación de Le Pen. Ahora la obliga a pensar en una difícil sucesión en un país en que la política es muy personalista. Aunque la figura de su número dos, el telegénico Jordan Bardella, de 29 años, gusta más que la suya en círculos mediáticos y de grandes empresarios, hay dudas serias de cómo lo percibirá su electorado popular, que representa el ADN de la extrema derecha en su versión marinista.

El nombre de Bardella no genera unanimidad entre los habitantes de Hénin-Beaumont. Algunos de ellos lo ven “preparado”, mientras que otros le reprochan “su falta de experiencia” o de empatía hacia la ciudadanía. Arlette Vauderlinque, de 86 años, era una de las clientas más carismáticas del café de la Paix. Esta anciana con boina, chaqueta de cuadros y grandes gafas de culo de vaso presumía de haber sido vecina de Le Pen durante el poco tiempo en que vivió en esta localidad septentrional. Y al mismo tiempo no disimulaba su hostilidad hacia Bardella: “Ese chico no ha trabajado ni media jornada en su vida. Aparte de llevar una camisa blanca bien planchada, no ha hecho nada. Cuando lo veo en la tele, lo primero que pienso es: ¡Que le den!”.

Fuente: https://ctxt.es/es/20250401/Politica/49010/Enric-Bonet-Francia-Marine-Le-Pen-condena-corrupcion-extrema-derecha-Henin-Beaumont.htm