En el norte de Suecia, por encima del círculo polar ártico, el pueblo sami teme que la llamada “transición verde energética” pueda significar el fin de la cría de renos. Para los samis el incremento de la explotación de recursos naturales para producir energía limpia y sostenible está significando el fin de un estilo de vida tradicional y, con ello, la pérdida de una parte vital de su cultura.
En Ginebra (Suiza), la semana pasada, el comité de Naciones Unidas por los Derechos Económicos, Sociales y Culturales interrogó durante dos días al Gobierno sueco. Los representantes del Ejecutivo se sometieron a las preguntas de la comisión para comprobar si desde Estocolmo se cumplen con los compromisos firmados para preservar los derechos del último pueblo indígena en Europa. Los samis están reconocidos como minoría nacional en la Constitución del país nórdico y, además, en 2007 Suecia votó a favor de la declaración vinculante de Naciones Unidas que otorga a los samis amplios derechos de codeterminación sobre sus tierras tradicionales.
Sin embargo, no son pocas las veces que el país escandinavo ha recibido críticas por parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU por violar estas convenciones. Recientemente, a las censuras contra Suecia se ha sumado la reprobación por parte del Consejo de Europa, que señaló la nula influencia que considera que tienen los samis en las decisiones que afectan a la explotación de sus tierras. Este conflicto dura desde hace décadas: mientras que el Gobierno sueco y la industria extractiva tienen grandes intereses en construir minas para excavar minerales que ayuden a desprenderse de las energías fósiles, el pueblo sami ve como sus derechos son ignorados.
Las miradas hacia el norte
En el informe en el que reprende a Suecia, el Consejo de Europa se centró en la reconversión industrial en el condado de Norrbotten, el más septentrional del país, que limita con Noruega y la provincia finlandesa de Laponia. Allí, en la mina de Per Geijer, cerca de la ciudad de Kiruna, hace un año se encontró el yacimiento de tierras raras más grande que hasta ahora se conoce en Europa. Las tierras raras son un grupo de 17 minerales cruciales para el desarrollo de las energías verdes, ya que se utilizan, entre otras cosas, en la construcción de vehículos eléctricos, turbinas eólicas, baterías y también en armamento.
La compañía minera estatal sueca LKAB hace décadas que explota la zona por sus reservas de hierro. Pero según los cálculos de los geólogos suecos, en el nuevo yacimiento se encontró al menos un millón de toneladas de tierras raras, por lo que algunos expertos compararon la repercusión del descubrimiento con el momento en que Noruega encontró petróleo en su costa en los años 60.
Desde entonces, las miradas están puestas en el norte de Suecia. El pasado mes de diciembre, desde la Unión Europea se aprobó una ley para garantizarse el suministro de los minerales cruciales en la transición energética y digital con el objetivo de poner fin a la dependencia que tienen actualmente los países europeos de China. Ahora mismo, los Estados europeos consumen el 25% de estos preciados minerales a nivel global, pero solamente producen una ínfima parte. Sin embargo, Suecia ha sido señalada como una solución viable para ponerle remedio, tal y como aseguró en su día la ministra sueca de Energía, Empresas e Industria Ebba Busch: “Tenemos las condiciones para convertirnos en un país líder en la transición verde gracias a la minería libre de dióxido de carbono, la extracción de acero sin energía fósil y la industria forestal”, afirmó en una entrevista para el periódico Dagens Nyheter.
Derecho a participar en la toma de decisiones
Se calcula que en el norte de Suecia existen 4.600 propietarios de renos. Para un millar de ellos representa su actividad económica principal. Los rebaños de renos pacen en el norte de Suecia, desde el este del país, moviéndose hacia las montañas del oeste, próximas a la frontera con Noruega. En los últimos 60 años, se calcula que la explotación forestal, el cambio climático, la construcción de presas hidroeléctricas y ahora la minería, han terminado con el 70% de las tierras donde los animales antes encontraban comida. Pero para entender la relevancia de la pastura de renos para el pueblo sami, la activista Kerstin Andersson explica: “Es un pilar de nuestra cultura y durante generaciones hemos preservado el medio donde vivimos, utilizando la tierra, pero sin destruirla”.
Andersson forma parte de Amnesty Sápmi, una de las organizaciones que ha colaborado en la elaboración del informe para el consejo de Naciones Unidas que recientemente ha interrogado a Suecia: “La mayor amenaza para los samis no es la transición verde, son los políticos que consideran el norte de Suecia como un almacén de materias primas sin importarles nuestros derechos”, explicaba. La activista también subrayaba: “Los samis tenemos el derecho de que se nos incluya en la toma de decisiones que afectan a nuestras tierras, como marcan las leyes internacionales para proteger a las minorías”.
Por su parte, la investigadora de la universidad de Umeå, Kristina Sehlin, se ha entrevistado con centenares de pastores samis en Suecia y corrobora que “estas comunidades se encuentran bajo una presión increíble por culpa de la explotación de tierras. Ahora, con el aumento de las temperaturas por culpa del cambio climático, ven que es como poner el último clavo en su ataúd, por lo que entienden la necesidad de la transición verde y de la minería, siempre y cuando sea realmente sostenible y no sólo para el desarrollo financiero”, explica.
Frente a las críticas, la postura del Gobierno de Estocolmo es que pueden convivir la explotación de los recursos y la pastura de renos, “aunque son equilibrios difíciles que requieren un diálogo próximo y abierto para encontrar acuerdos y avanzar”, según la ministra Ebba Busch. Pero para Andersson este diálogo no existe en realidad: “Al final, siempre deciden en favor de las empresas”.
La activista también señalaba que, con el desarrollo de las industrias extractivas en la región, la gente que vive en el territorio tampoco se beneficia. Por ello, entre la comunidad sami, los planes del Gobierno para favorecer las industrias que tienen que hacer posible la transición energética verde se le llama de otra forma: “Es colonialismo verde”, concluye Andersson.
“La idea de que el norte de Suecia es una tierra de nadie llena de recursos que simplemente se pueden explotar ha existido desde hace mucho tiempo”, coincide Sehlin. “Pero ahora, con el impulso repentino por el industrialismo verde, para los samis esencialmente significa el mismo tipo de colonialismo de los recursos que existió cien años atrás”, concluye la experta.