Traducción de Correspondencia de Prensa
Tras el asesinato del joven Nahel y de otros dos jóvenes a manos de la policía, se oyeron algunas voces que decían que «esa gente» no buscaba integrarse. Se trata de la banalización del derecho a la vida o a la muerte que pesa sobre los jóvenes por desobediencia, a pesar de que la pena de muerte fue -afortunadamente- abolida para los asesinos. Pero también es una forma de desplazar el centro de gravedad del problema aislando los problemas unos de otros. La organización actual de esta sociedad aplasta al pueblo: además de la ley Cazeneuve aprobada en 2017 que abre la vía a la represión armada. [1.]
También podemos fijarnos en los 400 suicidios que se han producido en un año en los centros de trabajo. ¿Quién no ha tenido que enfrentarse a esta sociedad, al trabajo, al salario, a la vivienda, a la salud, a la escuela, a la ecología, al clima…? ¿Quién no ha dicho «esto no puede seguir así» o «hacia dónde va este mundo»? El mundo del trabajo se devalúa constantemente. Ayer, se podía estar orgulloso de su trabajo. Hoy, han hecho falta las luchas de la primavera pasada y el Covid para que redescubramos quién es indispensable para la sociedad.
«Donde se vuelve a hablar del denominador común»
¿Cómo entender las reacciones exasperadas y violentas de los jóvenes de algunos barrios populares? Muchos viven la violencia de la discriminación, el rechazo de las instituciones, la humillación y la injusticia sufrida por los padres como ataques a su dignidad. También viven el hecho de que, en el horizonte, no hay ninguna fuerza institucionalizada que pueda participar en la definición de una sociedad que respete a los seres humanos, sea cual sea su origen social. Ninguna fuerza política o sindical les da la posibilidad de participar en las opciones y decisiones que conciernen a los movimientos o a la política. Esto quedó patente durante el reciente movimiento sobre las jubilaciones. La arrogancia de los que están en el poder, del discurso oficial y de los medios de comunicación, crean el sentimiento de ser invisibles, de no existir. Eso sí, cuando hay violencia, los medios de comunicación hablan de ellos. Una verdadera incitación al crimen.
¿Esos sentimientos son realmente tan diferentes de los que impulsaron a los chalecos amarillos y a los millones de personas del movimiento contra la reforma jubilatoria?
Ahora a ellos, como a otros, se les plantea la pregunta: ¿adónde desembocan la ira y la rabia?
¿Contra qué se enfrentan? ¿A los mismos obstáculos a los que se enfrenta la inmensa mayoría de las demás personas? Todo lo que no genera dinero no interesa al sistema en el que vivimos. Es el caso de los jóvenes de los suburbios, el personal de salud, los basureros, los ferroviarios, los profesores, los artistas… todos aquellos cuyo trabajo forma parte de la sociedad.
También se nos dice que queman sus escuelas. Pero para muchos, la humillación del fracaso empieza ahí, debido a la falta de recursos adecuados. Entonces, ¿no deberíamos exigir que el dinero que proviene del trabajo se destine a servicios para el conjunto de la sociedad, en lugar de gastarlo en yates o safaris?
Por último, ¿cómo es posible aceptar ser ciudadanos (los franceses y francesas únicamente) sólo por el tiempo que pasamos en un cuarto secreto en el momento de las elecciones y que el resto del tiempo esté reservado a la obediencia estricta a nuestros amos? «Sí, amo», dice una canción. [2] Nos bombardean con discursos sobre la inflación sin decirnos qué la provoca, sin hablarnos del saqueo de los fondos públicos (producto del trabajo y de los impuestos). Y cuando protestamos, disuelven Les soulèvements de la Terre, [3] le retiran la acreditación a Anticor [4] y convocan a Attac a la Asamblea Nacional por tener vínculos con «agitadores». Avanzamos sigilosamente hacia el autoritarismo, que no cesa de crecer. En el siglo XXI, ¿cómo podemos soportar tener que quedarnos mudos ante nuestro destino? Eso constituye un tercer denominador común.
Vivimos en una sociedad en la que cada decisión política y económica de los gobernantes nos asfixia un poco más.
Acosar a esta organización de la sociedad basada en la dominación y la explotación puede hacer que nuestra rabia sea más compartida, más contundente y más eficaz. Así que no se trata de fundirse simplemente en las preocupaciones y las luchas de los demás, sino de ver cómo cada lucha es una de las innumerables puertas de entrada a lo que yo llamo revolución.
Notas de Correspondencia de Prensa:
1] Ley Cazeneuve, presentada por Bernard Cazeneuve, ministro y luego primer ministro durante el gobierno socialista de François Hollande. La ley flexibiliza las normas sobre el uso de armas de fuego por parte de la policía, lo que ya era el caso para los gendarmes. Según la misma, los policías quedan autorizados a utilizar sus armas «de forma estrictamente proporcionada», en particular en caso de negativa a obedecer cuando un conductor «pueda causar (…) daños a su vida o a su integridad física o a la de otras personas».
2] Referencia a la canción Jaurès, de Jacques Brel, cuya letra dice «…Quinze heures par jour, le corps en laisse laissent au visage un teint de cendre. Oui Notre Monsieur, oui, notre bon Maître…»
3] Soulèvements de la Terre, colectivo ecologista compuesto por organizaciones ecologistas, sociales y grupos político. Fue disuelto el 21-6-2023 por el ministro del Interior, Gérald Darmanin.
4] Anticor, asociación contra la corrupción. El retiro de la acreditación implica que no puede ser demandante, sobre todo en juicios contra el Estado.
Cerises, La coopérative, 11-7-2023