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Italia

Y ahora, la cabeza bien alta

Fuentes: Sin Permiso

No es agradable hoy ser italiana fuera del país. Todavía menos si una ha formado parte, bien que minúscula, de la clase política, concejala dos veces y diputada una, alguien a quien la antipolítica pone de los nervios. Y encima comunista libertaria, especie rarísima, orgullosa de sí misma y de un país que hasta los […]

No es agradable hoy ser italiana fuera del país. Todavía menos si una ha formado parte, bien que minúscula, de la clase política, concejala dos veces y diputada una, alguien a quien la antipolítica pone de los nervios. Y encima comunista libertaria, especie rarísima, orgullosa de sí misma y de un país que hasta los años sesenta, y con diversos flecos hasta los setenta, parecía el laboratorio político más interesante de Europa.

Hoy los amigos con los que me encuentro ya no me dicen: «Pero, ¡qué desgracia ese Berlusconi vuestro!». Me preguntan: «¿Cómo lo habéis votado tres veces? ¿Qué ha pasado en Italia?». Alguien como yo no puede más que balbucir. Porque tienen razón, no se puede hacer del primer ministro el caso personal de quien tiene demasiado dinero, dispone de tres televisiones, toma el país por una empresa de su propiedad, sabe que mucha gente es comprable y la compra y, ahora, gallo provecto, se jacta de sus hazañas con un número ilimitado de gallinitas: «Todos querríais ser como yo, ¿eh?».

Es verdad que lo ha votado Italia y lo ha vuelto a votar. Es verdad que no hay rastro de una derecha formalmente civil que se haya hartado ya ni de un sedicente centro decidido a librarse de él. Ni tampoco una izquierda capaz de arriesgarse a un «Echémoslo por medio de las elecciones». La derecha en su conjunto porque es todavía cómplice, el centro porque lo ha sido, la izquierda porque el sistema electoral bipolar le resultaba cómodo en contra de sus alas menos dóciles. La mitad de Italia es berlusconiana, la otra mitad ha sido acallada, y no hay imputación – ignorancia, prevaricación, corrupción, dineros, atentado a menores – lanzada al personaje que le haga tambalearse. Al contrario. Algo de verdad hay en las bravatas de este hombre, si cuanto más se le oye, más se acurrucan todos en sus cálculos. Hasta los medios considerados de oposición se han convertido en el ojo de la cerradura para mirones dedicados a hojear una página tras otra o a escuchar un minuto tras otro de diálogos sobre lo que cuesta una licitación o quitarse la ropa interior.

¿Qué nos ha pasado? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? Sería una discusión interesante. Podríamos abismarnos en una historia secular de servidumbre, Francia o España, mientras haya lasaña. [1] O de una unidad nacional bajo una monarquía carca, tardía y bien depurada de cualquier fermento revolucionario, con los jacobinos napolitanos decapitados en medio del júbilo de «lazzaros» y «sanfedistas», [2] la república romana reprimida, y las huellas tan solo de la modernización jurídica de Napoleón en el norte. No será del todo casual que hayamos sido nosotros los inventores del primer fascismo europeo. Algo podrido debe haber en la conciencia de la península. Algunos de nosotros pensamos que sólo la presencia de un partido comunista que no cedía en derechos sociales forzó al país a la democracia, como un tejido frágil pero con una trama fuerte que no se desgarró hasta que los comunistas no se dieron muerte a si mismos.

Todo por ver, si uno tuviera ganas. Pero, ¿quién las tiene? El lema nacional es: métete en tus asuntos. Vota al que va a lo suyo. No es sólo una historia italiana, Europa entera se desliza hacia la derecha. Pero entre nosotros es exagerado. En Francia, un señor anciano y elegante, Stephan Hessel, [3] que no levanta la voz pero no se ha callado nunca, ha escrito un opúsculo: ¡Indignaos! Se ha vendido rápidamente casi un millón de ejemplares. Hace una semana quería hablar de Palestina y se lo han impedido. Y él y sus lectores se han reunido en la calle por millares, de noche, con un frío polar, en la plaza del Panteón para gritar: ¡Basta! [4] ¿Por qué nosotros no? Se está mejor con la cabeza bien alta, en lugar de tenerla hundida entre los hombros y con los ojos mirando al suelo. No sé si lo hará Vendola, [5] no creo que lo haga Bersani, [6] pero acabemos con el cinismo del que pasa de todo. ¡Indignémonos!

Notas del t.  

[1] La frase original, en dialecto meridional, dice «Francia o Spagna, pur che se magna», un refrán rimado y resignado para dar a entender que no importa quien mande (en este caso, Francia o España, tradicionales detentadores del norte y el sur italianos casi hasta la unificación), mientras se pueda comer.

[2] Los «lazzari» y los «sanfedisti» eran dos facciones reaccionarias defensoras del trono y el altar en el Nápoles de fines del XVIII. Los primeros, una suerte de lumpen napolitano; los segundos, un movimiento campesino antijacobino alzado en nombre de la «Santa Fe» católica durante la breve República Partenopea profrancesa de 1799. No se confunda a los «lazzari» con los «lazaretistas» toscanos, seguidores de Davide Lazzaretti, visionario religioso y utopista social, que estudia entre otros Hobsbawm en su célebre Rebeldes primitivos .

[3] El libro de Stephan Hessel, grandioso éxito editorial y político en Francia se titula Indignez-vous (Pour une insurrection pacifique) , Indigène éditions, colección Ceux Qui Marchent Contre Le Vent, Montpellier, 2010. Hessel, nacido en 1917 en Berlín, es un ilustre militante antifascista y de los derechos humanos, resistente de primera hora con De Gaulle deportado a Buchenwald, asistente en la redacción de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y diplomático.

[4] Rossanda se refiere a la suspensión por presiones del CRIF (Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia) del coloquio-debate sobre Palestina que debía celebrarse en la Escuela Normal Superior parisina el pasado 12 de enero con la asistencia de Hessel, Leila Shahid (representante en Francia de la Autoridad Palestina), Haneen Zoabi (diputada árabe en el parlamento israelí), Michel Warchawski (célebre activista antisionista israelí), Élisabeth Guigou (exministra socialista), Gisèle Halimi (histórica activista del feminismo frances de origen judeo-tunecino) y Benoist Hurel (secretario general adjunto del Sindicato de la Magistratura francesa).

[5] Nichi Vendola, presidente de la región de Apulia, creyente, homosexual y comunista, actual líder de Sinistra, Ecologia e Libertà, una de las figuras más interesantes del descafeinado centroizquierda italiano.

[6] Pier Luigi Bersani, actual Secretario Nacional del Partido Democrático italiano.

Rossana Rossanda , miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO , es una escritora y analista política italiana, cofundadora del cotidiano comunista italiano Il Manifesto. Recientemente ha aparecido en España la versión castellana de sus muy recomendables memorias políticas: La ragazza del secolo scorso [La muchacha del siglo pasado, Editorial Foca, Madrid, 2008].

Traducción para www.sinpermiso.info : Lucas Antón

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3892