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30 años de la invasión yanqui a la isla de Granada

Fuentes: Rebelión

El 13 de marzo de 1979, militantes armados del Movimiento Nueva Joya, fundado en los años 60 y dirigido por Maurice Bishop, ocuparon el cuartel militar y la radio local. Así tomaron el poder y acabaron con la dictadura de Eric Gairy -amigo de Pinochet y aliado de los gobiernos de EE.UU y Gran Bretaña-, […]

El 13 de marzo de 1979, militantes armados del Movimiento Nueva Joya, fundado en los años 60 y dirigido por Maurice Bishop, ocuparon el cuartel militar y la radio local. Así tomaron el poder y acabaron con la dictadura de Eric Gairy -amigo de Pinochet y aliado de los gobiernos de EE.UU y Gran Bretaña-, e iniciaron lo que vino a denominarse la «revolución del pueblo».

Bishop acudió a Cuba en busca del apoyo que, en aras del internacionalismo que siempre ha practicado, el gobierno cubano no tardó en proporcionárselo. 784 cubanos -médicos, proyectistas, constructores etc.- cooperaban con Granada cuando se produjo la invasión yanqui.

La principal fuente de ingresos en divisas para Granada era el turismo. Pero carecía del necesario aeropuerto que permitiera recibir a los grandes aviones de las aerolíneas internacionales, de modo que Cuba envió constructores y equipos para su construcción, destinando para tal fin 60 millones de dólares. Por supuesto que todo quedaría como propiedad de Granada. De manera adicional, Cuba donó productos cubanos equivalentes a 50 dólares por cada uno de los más de 100.000 habitantes granadinos que residían en sus 344.5 kilómetros cuadrados.

Es obvio que esta revolución con ideología marxista-leninista no fue del agrado de los imperialistas yanquis, de modo que los deshumanizados «dueños del mundo» pronto se dieron a la tarea de atacarla duramente, con la única y perversa intención de borrarla del mapa.

El gobierno estadounidense consiguió congelar todos los créditos internacionales, y envolvió a Granada de un mundo financiero hostil. Tampoco fue ajeno a la constitución del frente interno de opositores contrarevolucionarios, y, mientras más complicaban la vida a los granadinos, menos ocultaban su intención de invadir la isla. Esta era su intención y, como no existían, se inventaron los pretextos. 19 mentiras fueron expuestas por el gobierno de los Estados Unidos, de las cuales 13 salieron de la boca del por aquel entonces presidente Ronald Reagan.

Cuando, a fuerza de repetirlas por sus poderosos medios de comunicación, tamañas mentiras fueron convertidas en «verdades», en las propias filas revolucionarias surgió el divisionismo. Un grupo liderado por Bernard Coard acusó a Bishop de abandonar el marxismo-leninismo, así como de practicar el culto a la personalidad. Algo totalmente incierto, porque como dijera Fidel, que conocía muy bien al revolucionario granadino, «Nada más absurdo a nuestro juicio que atribuir a Bishop tales tendencias. Era imposible imaginar a nadie más noble, modesto y desinteresado. Su culpa no fue jamás el autoritarismo, y si acaso se le quisiera imputar como un defecto, fue su exceso de tolerancia y confianza.»

Como los conspiradores habían alcanzado una mayoría dentro de la dirección revolucionaria, el 13 de octubre Bishop fue destituido, y un día después arrestado en su domicilio. El 19 Bishop fue liberado por el pueblo que claramente expresaba: «Queremos a Bishop, no a Coard». Pero ese día, bajo la orden del grupo de Coard, el ejército disparó contra el pueblo y asesinó a Bishop, Jacqueline Creft, Whiteman y otros dirigentes revolucionarios. Por supuesto que el gobierno cubano condenó duramente los hechos del 19 de octubre, y que las relaciones con los nuevos gobernantes se tornaron pésimas y tensas.

El golpe de Coard solo sirvió a los intereses del imperialismo y a sus enormes deseos de destruir a la Revolución granadina. De modo que el gobierno yanqui aprovechó la coyuntura y, a las 5 de la mañana del 25 de octubre, comenzó la conocida invasión que, ridículos, como siempre, denominaron «Operación Furia Urgente».

Como viene siendo habitual en otros países donde presta su ayuda, Cuba siempre fue respetuosa con el gobierno y pueblo de Granada, y nunca trató de influir en su política; tan solo opinó sobre temas diversos cuando su opinión fue solicitada.

La invasión era un secreto a gritos, por eso Bishop entregó armas a los constructores cubanos para su defensa en caso de agresión extranjera. Pero, depuesto y asesinado Bishop, el nuevo gobierno de Granada, desligado por completo del pueblo, era moral y militarmente indefendible. Así que los cubanos decidieron combatir solo en caso de ser atacados por los agresores imperialistas, lo que sucedió desde el primer día.

En el transcurso de la invasión, Estados Unidos utilizó 7.000 marines y contó con el apoyo de 300 soldados de la Organización de Estados del Caribe Oriental -OECS-. El Pentágono pensaba culminar la invasión en unas pocas horas, ya que no contaba con la resistencia de los colaboradores cubanos y de un grupo de soldados granadinos.

El gobierno yanqui trató de hacer ver a sus gobernados y al resto del mundo que la invasión había sido una gran victoria militar. Pero como dijera Fidel el 14 de noviembre de 1983, en La Habana y durante el acto en homenaje a los cubanos caídos en Granada, «¿dónde está la proeza de luchar contra un puñado de obreros y colaboradores civiles, cuya heroica resistencia, a pesar de la sorpresa, la escasez de parque, la desventaja del terreno, de las armas y el número, frente a las fuerzas de aire, mar y tierra del país imperialista más poderoso del mundo, lo obligo a lanzar la 82 División Aerotransportada, cuando el último reducto era defendido al amanecer del 26 de octubre por apenas 50 combatientes?».

Durante la invasión, las fuerzas de Estados Unidos sufrieron 54 víctimas mortales. Granada encajó la pérdida de 45 militares y al menos 24 civiles. En cuanto a los cubanos se refiere, los caídos fueron 25.

Se debe recordar que la ONU condenó la invasión -de manera estéril, como siempre- con 108 votos en contra de la misma y solo nueve a favor. Pero, desde su fundación, Naciones Unidas siempre ha estado dominada por el imperio a su pleno antojo, y dentro de la misma goza de injusta e insultante impunidad.

Independizada del Reino Unido el 7 de febrero de 1974 y treinta años después de la esperanza truncada, Granada es una nación de la Mancomunidad Británica de Naciones, y su Jefa de Estado la reina Isabel II, representada en la isla por un Gobernador General. No hace falta esforzarse demasiado para llegar a la conclusión de que el pueblo granadino sigue ninguneado por actores foráneos y oligarcas isleños. En cuanto al gobierno yanqui se refiere, fiel a su deshumanizada condición, sigue torturando a buena parte del mundo.

Blog del autor: http://baragua.wordpress.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.