En el proceso de la colonización permanente, incluso durante los dos siglos de repúblicas criollas que transcurren, se fijó en la estructura psicológica, individual colectiva, de los pueblos aborígenes y mestizos, la celebración de 12 de octubre como el «Día de la Hispanidad». Nos bautizaron con la promesa de civilizarnos. Nos alfabetizaron con la promesa […]
En el proceso de la colonización permanente, incluso durante los dos siglos de repúblicas criollas que transcurren, se fijó en la estructura psicológica, individual colectiva, de los pueblos aborígenes y mestizos, la celebración de 12 de octubre como el «Día de la Hispanidad».
Nos bautizaron con la promesa de civilizarnos. Nos alfabetizaron con la promesa de modernizarnos. Pero, siglos después, la «civilidad moderna» trastocó los hilos de la trama de la Vida en el planeta, al grado de llevarlo a su debacle.
En un mundo matricida y suicida, el sistema-mundo-occidental, ahora, en crisis civilizatoria, va por todo y por todas partes a escarbar y destruir nuestros territorios bajo la promesa de «desarrollo sostenible, o «economía verde» que jamás llegará para nosotros.
En este contexto, las y los hijos de la Pachamama, incluso luego de haber nadado en los ríos de la urbanidad, desde los territorios y comunidades en resistencia, desde nuestros huertos, estamos dispuestos a conspirar, a subvertir este desorden letal.
Cada 12 de octubre, más allá de las emociones encontradas, debe abonar procesos de subversión y conspiración contra todos los aparatos de la colonización permanente. Ningún nativo de Abaya Yala puede ser tal, y al mismo tiempo autodefinirse como peruano, boliviano, ecuatoriano, guatemalteco, mexicano… Esas quimeras de identidad «nacional criolla», opera como un establo para acorralarnos, controlarnos, separarnos, aniquilarnos a los pueblos.
Los estados naciones de la República son para nosotros (los pueblos indígenas) lo que fueron los «pueblos indios» o «encomiendas» para nuestros abuelos durante la Colonia española. Jaulas que aniquilan nuestra identidad, trituran nuestros derechos, y cercos que nos separan para dominarnos.
Los quechuas, aymaras, mayas, guaraníes, mapuches, trascendemos esos corrales criollos de las fronteras de Estado Nación. No pocas veces, estos estados, como en otros tiempos, nos castigan como sus «enemigos internos» sólo porque exigimos la restitución y garantía de nuestros derechos colectivos reconocidos por el Derecho Internacional.
Cada 12 de octubre, indígenas, afros y mestizos debemos reflexionar sobre nuestra condición de NO ciudadanos en estados nacionales altamente etnofágicos.
La exclusión, el empobrecimiento, el racismo, la depredación de nuestros defensores y comunicadores no son accidentales. Son elementos constitutivos de la ontología del «ser criollo» que opera desde los aparatos del poder hegemónico en Abya Yala. En consecuencia, para el o la indígena, el enemigo político/ideológico inmediato a superar son los debilitados estados nacionales.
El 12 de octubre debe abonar nuestras luchas por nuestros derechos políticos, sin desviarnos en el folclorismo rampante. Pero, ante todo, debe desafiarnos a transitar del ejercicio de los derechos culturales al ejercicio de los derechos políticos.
Urge, pues, trascender del folclorismo victimista que nos agota en mostrar/defender el ropaje indocolonial que nos envuelve, y atrevernos a subvertir a los aparatos ideológicos de la dominación que nos despoja. Urge pensarnos y asumirnos como sujetos sociopolíticos colectivos desde algún intersticio subversivo.
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