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Mientras se morían y se nos mueren los imprescindibles
y sólo quedan los carroñeros,
uno se pregunta:
¿quién tiene el poder para hacernos creer que semejante escoria es lo único que hay?
El alineamiento de ciertos gobiernos a la muletilla del “fraude”, para deslegitimar las últimas elecciones en Venezuela, está fracturando seriamente a la región. Las consecuencias de esta nueva conformación de un bloque afín a la geopolítica del dólar, sólo perfila un escenario análogo al que dio lugar al proceso de balcanización de la ex Yugoeslavia que, hasta el día de hoy, hace imposible una convivencia entre quienes una vez convergieron en un Estado federativo.
El 2019, el golpe de Estado geopolítico ejecutado en Bolivia, movilizando todos los factores que grafican una “revolución de colores” (que, a nombre de la democracia, está diseñada precisamente para socavar los mismos cimientos democráticos), mostraba un interés particular en la geopolítica del dólar; esto se fue develando en el pronto y comedido apoyo de gobiernos de influencia gringa, y la propia OEA, al gobierno golpista que, como en el caso del posterior episodio golpista del Perú, se dio a llamar “gobierno de transición”.
Las recientes declaraciones de Laura Richardson, jefe del Comando Sur de USA, exhibe la reformulación de la Doctrina Monroe en los términos del replanteo estratégico que exige la improbable contención de la expansión china y del poder militar que garantizaría el tránsito global hacia un nuevo orden multipolar.
Si el infierno es un invento cristiano, lo prueba su propia historia –que es la historia de Occidente–, derramando toda la sangre que sea posible “en nombre del amor”.
“Cholo soy y no me compadezcas,
que esas son monedas que no valen nada
y que dan los blancos como quien da plata.
Nosotros los cholos no pedimos nada,
pues faltando todo, todo nos alcanza”
Al pueblo ayoreo, otra víctima del fascismo cívico
Se puede decir que la actual desidia gubernamental no es intencional, es más bien la muestra de que no saben cómo lidiar con la coyuntura.
Las crisis que se desarrollan en el mundo moderno, implicaron siempre la indicación de un reseteo, o sea, un “reinicio del sistema”.