El «neo-oficialismo» juega con la Historia
La bibliografía sobre el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) sigue creciendo. Hay quien estima su volumen en 12 libros al año (lo cual nos parece exagerado) sin embargo, que la bibliografía crece, es un hecho indiscutible. El mismo hecho señala que hay un público consumidor, ávido.
La bibliografía sobre el tema puede dividirse en dos o, quizás, tres corrientes: está la corriente burguesa tradicional (Julio María Sanguinetti, Alfonso Lessa, Hebert Gatto) por un lado. Está también, por el otro, la corriente «oficial», la dependiente de los criterios de los actuales detentadores del poder: Eleuterio Fernández Huidobro (EFH, de ahora en adelante), Julio Marenales y Jose «Pepe» Mujica (a través de sus intérpretes y amanuenses); Gustavo Guerra Palermo, Walter Pernas, Rolando Sasso, Mauricio Rosencof y otros. En un tercer lugar situamos a una corriente que denominaremos crítica o neutral (Samuel Blixen, Jorge Torres, Jorge Zabalza, Andrés Cultelli, Ricardo Perdomo, Eduardo Rey Tristán, Leonardo Haberkorn, Federico Leicht, Clara Aldrighi, Rodrigo Vescovi).
La lista que hacemos es ilustrativa, pero no completa, porque además de los escritores o periodistas citados hay toda una franja de temas que ha sido tratada por otros. Se trata desde testimonios políticos, de «memorias», por así decirlo (Wladimir Turiansky, Jaime Perez, Sergio Israel) a los intentos de interpretar desde diferentes ángulos lo que se denomina la «dictadura cívico-militar» (Carlos Demasi, Jaime Yaffé, Vania Markarian, Álvaro Rico, Aldo Marchesi, entre otros). En todos ellos, el tema «tupamaros» y su influencia, están presentes.
Vamos camino a convertirnos -como «el peronismo» argentino- en el «hecho maldito» de la política nacional
Excluimos de esta lista las ficciones literarias, que también existen y contribuyen al aumento de la bibliografía. Y también prescindimos de las obras iniciales, «viejas» por así decirlo «del periodo» en cuestión (Maria Ester Gilio, Fernández Rodríguez, González Bermejo, Antonio Mercader y Antonia De Vera, y muchos, muchos otros)
La bibliografía es voluminosa, como se ve. Harina de otro costal es el valor de la misma.
Desde el punto de vista estrictamente histórico, no hemos superado -en general- la etapa anecdótica, la cronología básica, la identificación de los participantes reales en los hechos. En ese sentido mucha razón tenía la voz indignada de Efraín Martínez Platero, cuando hacía referencia al tema «de los colados». O, recientemente, Maria Elia Topolansky, cuando se refiere el tema «de las trampas»
Sin embargo, estamos a mucha distancia, de la etapa inicial, que queremos fijar -arbitrariamente- en 1985- ésta, la nueva etapa, comienza en el 2004, el momento del quiebre político definitivo de la hegemonía política burguesa tradicional del Uruguay. Hasta entonces, la visión edulcorada y mítica, cubría el horizonte. Hoy -2015- la situación es otra, diferente.
Un hito -para nosotros fundamental- lo introdujo Clara Aldrighi, cuando hizo hablar «a los militantes». Fue un proceso paulatino -al principio hablaban solamente «las vacas sagradas» y el «oficialismo» – pero poco a poco fueron apareciendo los testimonios de los militantes de base, de ciertos cuadros intermedios, de algunos «fundadores» que el «oficialismo» había silenciado y condenado al ostracismo (Maria Elia Topolansky, Efraín Martínez Platero, Aníbal De Lucia, Nicolás Estévez, Albercio y Nélida Fontora, Tabaré Rivero Cedrez, Omar Puime, Juan Diego Piccardo, Rodolfo Wolf, Alba Antúnez, Vladimir Samchuk, Germán González y, muchas, muchas figuras más)
Sus voces, hicieron conocer al entendido, al que lee, compara, toma notas y, reflexiona sobre lo que lee (hay una corriente oficialista, que aunque las realidades les rompan los ojos, jamás han de salir de su seguidismo tradicional casi bovino, o «bobino» lisa y llanamente), que la historia «oficial» tenía fracturas graves, ocultamientos intencionales, silenciamientos sospechosos, inclusive tergiversaciones escandalosas.
Los tiene, aún hoy
La verdad debía ajustarse a condicionamientos políticos, volteretas e interpretaciones personales, maniobras de ubicación, satisfacción de clientelas nuevas, exigencias de la burguesía opositora. La verdad histórica, escueta, debía entonces sacrificarse y, los testigos humanos debían ser silenciados. Estos últimos, para la historia oficial, no debían haber existido nunca, les impiden imponer su relato cómodamente.
Ese esfuerzo de distorsión y tergiversaciones puede ubicarse exactamente. Corresponde al periodo -luego de la liberación de 1985- de la hegemonía política de EFH, actual Ministro de Defensa Nacional. Seguir sus vericuetos, por ejemplo, contemplar cómo -en la primera fase del proceso -que fue largo- se modificaban las versiones de los «diálogos» del Batallón Florida, en 1972, a medida que los actores militares daban a conocer listas más amplias de los participantes de las «negociaciones», hace 20 años, era elocuente y hasta risible. Saltaba a la vista, y basta para convencerse, buscar las ediciones originales. Introducía el almirante Juan José Zorrilla modificaciones, inmediatamente salía una nueva edición donde se recogían «participantes» que se habían ocultado antes
La versión del «diálogo», de la «tregua», de las «negociaciones» (todos eufemismos, para lo que nunca fue tal, sino un diálogo condicionado por la situación de presos detenidos de los capturados y sus captores que siempre les exigieron lo mismo o sea «la rendición incondicional») fue pieza fundamental a través de la cual se obtenían avales en los congresos y se renovaba la confianza política en «los rehenes». Para el fin se ocultaba la protesta de las mujeres, que también fueron rehenes, o las recientes campañas de «la locura» de Sendic.
Solo una voz solitaria, alertaba que no podía ser así (sin saber «todo», porque le cabían las generales de la ley, para todos los detenidos, capucha y aislamiento, dentro de la unidad represora) era la voz de Ricardo Perdomo. «Yo soy Rufo y no me entrego» hacía oír su voz. (1)
Pero bastaba para presos viejos, particularmente los que habían estado en el penal de Punta de Rieles y conocían de memoria viva, aquel proceso fermental de discusión entre militantes, de igual a igual, proceso que después, el «oficialismo» de entonces siquitrilló durante largos años en el Penal de Libertad.
Allí retomaron «el control oficial» como antes lo habían hecho en el Penal de Puntas Carretas. Fue un proceso nuevo, porque no estaban las antiguas «vacas sagradas» y su rol lo retomaron los epígonos, curiosamente uno de ellos, Eduardo Bonomi, es hoy Ministro del Interior, el garrote oficial del gobierno democrático, representativo y progresista, después de haber tenido sus veleidades de caudillo «de la tendencia proletaria»
Ignoramos lo que pasó entre «las presas» femeninas, porque «el género» quiebra el machismo tradicional del MLN-T viejo, e introduce esa cuota de cordura y sentido común que es privilegio exclusivo de las actoras femeninas. Pero algunos atisbos existen del proceso, en los pocos libros donde las mujeres se han expresado. En los testimonios de Jessy Macchi, Alba Antúnez, Angela «la negra» Alvarez y otras presas.
Esta introducción -quizás demasiado larga, pero necesaria- es para establecer un «marco de referencias» que tiene como objeto el análisis de un nuevo libro -el cuarto- de Rolando Sasso (R. Sasso de ahora en adelante) «Tupamaros: la Derrota (de Pando a la caída de Sendic)», 285 páginas, editorial Fin de Siglo.
R. Sasso, puede incluirse sin duda, dentro de la corriente «oficial». «Oficial» pero «actualizada». Aclaremos el concepto.
La extensa lista de autores, con la que comenzamos estas líneas, tiene una característica propia: aparece inicialmente en 1985 (liberación de los presos) y sigue las vicisitudes y vericuetos políticos del Frente Amplio. El Frente, a través de sus sucesivas modificaciones (de nombre y programáticas) fue corriéndose de la izquierda al centro-izquierda. El proceso estuvo precedido (desde 1985 al 2004) por casi 19 años de hegemonía política blanqui-colorada. Álvaro Rico, ha bosquejado sociológicamente (no historiado) este proceso en un libro: «Como nos domina la clase gobernante» cuyo subtítulo revelador es: «Orden político y obediencia social en la democracia postdictadura» (1985-2005)» 208 páginas, editorial Trilce.
Es un libro fundamental para comprender el período si prescindimos de las tiradas «doctas» del autor, que son típicas en nuestra intelectualidad con aspiraciones a hacer la «carrera universitaria». Es -salvando esas limitaciones- una referencia necesaria y obligada.
El «corrimiento» hacia el «centro-izquierda» estuvo acompañada en el viejo MLN-T también por movimientos hacia la escala «de la derecha». Fue un proceso desgarrador, que llevó a divisiones insoslayables: primero con Raul Sendic Antonaccio, después con algún dirigente «histórico» (Jorge Manera Lluvera), finalmente con el núcleo duro y viejo de «la base» y la militancia. El «goteo» masivo de la militancia, fue su manifestación más evidente.
El personaje en el cual se personaliza todo el período, cristaliza en la figura de EFH, acompañado por una figura «histórica» (Julio Marenales) y un «referente» en ascenso (José «Pepe» Mujica). El «proceso» tuvo su correlato organizativo, que tenía por finalidad reducir, al máximo posible, los riesgos de una escisión. Existía por un lado un MLN-de pacotilla (Julio Marenales) y un MPP (Movimiento de Participación Popular) «donde se ponían los huevos» y se forjaba el viraje reformista (EFH como ideólogo y Mujica como co-conductor). En el fondo ocultaba dos cosas: una unidad para expulsar y reducir críticos y díscolos y, una lucha velada por el poder.
Así llegamos al año 2004. Desde el 2004 al 2009, ese equilibrio se rompe: el MPP se transforma en Eme-Pepismo» (Bonomi, Agazzi, la «Tronca» Topolansky y otros). EFH, que resiste este desplazamiento (al que lo condenan las bases) se parapeta primero, en el «grupo parlamentario», luego apelará a la escisión y formará entonces, el CAP-L (Corriente de Acción y Pensamiento – Libertad)
La historia posterior de EFH, «el mariscal de las derrotas» es conocida. Seguirá «barranca abajo», de renunciamiento en renunciamiento, hasta cumplir el ciclo final de su liquidación política a la cual arrastrará a sus seguidores y acólitos.
El proceso político general, sin embargo, consagró a este Eme-Pepismo, como la fuerza política principal del Frente Amplio. Y éste proceso, a la vez, generó una nueva base social, electoral principalmente, y como correlato un nuevo «oficialismo». En ese nuevo «oficialismo» se enrola nuestro autor R. Sasso, dentro de la relativa «autonomía» que concede el papel «intelectual».
¿Qué características nuevas, tiene este «neo-oficialismo»? ¿Cuáles son sus rasgos fundamentales? ¿Qué mensaje (o «relato») impulsan?
Todas estas preguntas, pueden reducirse y explicarse con un viejo aforismo popular y una frase del relator deportivo Alberto Kessman: «No hay mal que por bien no venga», y «es lo que hay, valor».
El primer presupuesto (el aforismo popular) puede seguirse en la argumentación final del último libro de R. Sasso (ver pág. 222 a 223 de la edición mencionada) en las palabras de una epígona establecida, la «Tronca» Topolansky y, certificarse, en la cita del mismísimo «Pepe» a una revista brasilera -cita del 2013- de que sigue siendo un «tupamaro».
Menudo trabajo intelectual el del autor!!. Porque para llegar al mismo debe prescindir de otras declaraciones del mismo Mujica en sentido contrario, que son múltiples y conocidas por todos.
Es el privilegio de un autor seleccionar sus citas, trabajo que implica silenciar unas y realzar otras. Pero en el caso de Mujica y su equipo más inmediato y cercano, sus referencias y declaraciones, masivamente, apuntan en un sentido inequívoco: el capitalismo es preferible al socialismo. Y en el caso uruguayo, esto implica el capitalismo dependiente, y la política internacional cipaya del neo-batllismo.
O sea la completa y total negación del MLN-Tupamaros fundacional, primigenio. En boca de Raúl Sendic Antonaccio esas mistificaciones jamás podrían mencionarse. Y por eso deben señalarse las palabras del testimonio principal -en el último libro de R. Sasso- de Alberto «el Loco» Iglesias. «(No me arrepiento) aunque no milito en el MLN de ahora por muchas cosas, como tampoco milito en el MPP, porque ninguno de los dos son las cosas por las que nosotros empezamos a pelear. Yo creo que los principios nuestros no se han respetado. Para mí el MLN que está en el gobierno no sirve. Para mí esto no es el verdadero MLN, se ha tergiversado lo que era». (página 221).
El «neo-oficialismo», entonces, juega para las nuevas masas electorales, masas que en la derrota de 1972 estaban ausentes, la balconeaban o, ni siquiera habían nacido. Esas nuevas multitudes, ignoran demasiado y tienen hacia el (recuerdo o mito?) del viejo MLN-Tupamaros nociones, vagas, sentimentales y difusas. Están también los otros, los trepadores y oportunistas, los que siempre buscan «palenque a dónde ir a rascarse».
La relativa bonanza económica de los últimos diez años, luego de la situación crítica del 2002, con toda su extensión de «crecimiento» que no es «desarrollo» ha tenido efectos sobre una parte de esas capas y clases que componen el nuevo electorado, pero no sobre la totalidad de los excluidos, de los miserables y de los desocupados. Solo una parte, educada, culta, graduada, se ha visto favorecida por la bonanza que languidece al compás de la crisis mundial. Los que con un título profesional, se ganaban la vida en changas ocasionales (taxistas, y otros servicios) han podido ser integrado en los elencos de la nueva clientela electoral frentista. Para los demás, que ahora se llaman eufemísticamente, «el núcleo duro» de la marginación y la pobreza, no ha habido cambios. Siguen pelechando el mal comer en los tachos de la basura capitalina, en los asentamientos de techos de lata y de cartón que, en vez de disminuir, crecen.
Eso es un fenómeno indiscutible y la mayor señal de nuestro subdesarrollo básico, fundamental, sin «país de primera» y otras bobadas «oficialistas». A todas esas carencias hay que sumarle, la desesperación que lleva a la criminalidad y, la droga, que ayuda. Todas ellas están presentes -como efectos- en el «problema de la seguridad» con la que la vieja oposición burguesa -que la creo y la fomentó- se llena la boca en los debates públicos.
Es aquí que entra en juego el segundo componente de la pregunta inicial, la frase del «mariscal» Alberto Kessman: «Es lo que hay, valor».
El Sr. Mujica, al comienzo de su mandato, expresaba su reformismo declarado con una frase que no tenía desperdicio: «Solo aspiraba a que sus negritos tuvieran un plato más de guiso en la mesa». ¿Y qué pasa, decíamos nosotros, si a los «negritos» no les gusta, solamente, el guiso? ¿Qué pasa si «los negritos» quieren trabajo decente, decentemente remunerado, y después se compran para comer, lo que ellos quieran, con sus jornales ganados a fuerza de trabajo?
El «neo-oficialismo» no tiene respuesta para tamaña osadía «de los negritos». Pero hace sus libros con citas repetidas, de las palabras programáticas y de documentos que niegan rotundamente este conformismo inducido de ahora.
¿Entonces, en qué quedamos?
-Quedamos o, mejor dicho, llegamos a la conclusión, que el «neo-oficialismo» de ahora, se parece como una gota de agua a la otra, al «viejo» oficialismo. Uds. los «negritos militantes» o los «negritos paupérrimos, pasivizados y clientelizados» de ahora, deben hacer lo mismo: agachar la cabeza y seguir las directivas de «las grandes mentes», depende de vuestra «humildad», de vuestra «modestia» que algún día se abran para Uds. las puertas del «reino de los cielos». Taitunga, taratai tunga… y, toda «la vieja» milonga.
El «neo-oficialismo» es la expresión de los que están satisfechos, integrados y prósperos, como el «viejo oficialismo» era la expresión de «los negritos mimosos» que en el «aparato», cebaban mate, estaban «acomodados» y llevaban intrigas y cuentos de la base a la cúspide de la pirámide, para que las «vacas sagradas» fueran libres y soberanos, mientras los demás eran esclavos de sus subjetivismos y caprichos.
Así nos fue, por tanto «verticalismo» y «aparatismo» ciego y, bastantes -de los que más recordamos- pagaron con su vida, todos los desatinos, subjetivismos y caprichos de los denominados «jefes» y su cohorte de «coaptados».
Señaladas estas cuestiones -son todas básicas- para centrar las diferencias y las discrepancias actuales, con todas las variables del «oficialismo», «viejas» o «nuevas», vayamos también a lo estrictamente histórico de la obra en cuestión.
Dijimos -al comienzo- que la bibliografía «histórica» salvo alguna excepción solo está en los primero pasos de la real tarea histórica. En sus balbuceos elementales. La anécdota, la cronología histórica, los participantes reales en los hechos, son solo un primer esfuerzo. Lo central está más allá. La Historia, es algo más que una mera colección de anécdotas y sucesos.
Está ausente, por ejemplo el cotejo con la estadística, que introdujo Eduardo Rey Tristán, (2) factor fundamental que permite explicar «la violencia popular» que no la ejercieron solamente los distintos FER, o las CAT-silvestres. (3) Fue aquella una violencia popular, juvenil y masiva que apuntaba hacia una revolución social verdadera.
Está ausente, también la combatividad fabril y obrera, que apuntaba a lo mismo.
Está ausente, el análisis de las carencias en la línea de masas, que se pretendió contemplar con algunas frases del Documento N° 4 ( «jugar la carta de masas»,» tejer la telaraña MLN-Pueblo») y, después, con la Columna 70 (la denominada «política», vaya ironía, si se tiene en cuenta que personajes la dirigían) y, el 26 de Marzo.
Está ausente el análisis de la «violencia de derechas» la que preconizaba (fijémonos en el eufemismo) «métodos sicológicos radicales» y en la que estaban implicados hombres de las más altas jerarquías políticas como Acosta y Lara.(4) Se sigue considerando el «14 de abril» como» una trampa» en la que «caímos» cuando en realidad fue un problema mucho más serio y complejo.
Cuando las masas «estaban», los jefes «se borraban» o traicionaban
En aquel momento el «viejo» MLN-Tupamaros dormía el sueño de los justos, arrebujado en la manta de la autosatisfacción. «Éramos, indestructibles» se repetía una y otra vez, como un sonsonete adormecedor y falso.
Todas esas carencias y fallas, se vieron después en la derrota de 1972 y, en la Huelga General de 1973, en forma manifiesta: no teníamos dirigentes políticos, sindicales y/o estudiantiles capaces de orientar un rumbo, utilizar las armas que había o las nuevas que estaban disponibles en Buenos. Aires, sacar un documento orientador y, desarrollar con la gente que combatía y peleaba masivamente, un rumbo revolucionario. Cuando las «masas» estaban, nosotros o, mejor dicho nuestros «jefes» de entonces «no estaban», se «borraban» o traicionaban expresamente el despliegue de iniciativa popular. Todos, desde el chanta de Víctor Semproni, los «renunciantes», hasta los «proletarios» y revolucionarios de Andrés Cultelli. Todos.
Un avance significativo, sería reconocer que el viejo MLN-Tupamaros y particularmente su núcleo dirigente nunca tuvo una política sindical y de masas, digna de su nombre, no promovió internamente y creó los organismos necesarios para que los dirigentes que el movimiento sindical y estudiantil promocionara, tuvieran un espacio de discusión y propuesta. No fomentó tampoco, dentro de su dirección y entre la militancia, el estudio de las variables que la lucha de clases conlleva, la Huelga General, la insurrección y otras situaciones y, como situarse ante las mismas. Reconocer hoy que se «descremaba» al movimiento estudiantil y al obrero, es…repetir una cuestión vieja, que muchas veces fue señalada desde dentro de filas.
Hay algo más, que también es importante: un cambio de línea, una rectificación de curso, no es una bagatela, que se soluciona con dos frases de un documento, la formación de una nueva columna y la creación de un movimiento legal de masas.
Un cambio de línea, es una rectificación que implica cosas más importantes y muy serias. Tomemos un ejemplo que ayudará a comprender la problemática: cuando dentro del Partido Comunista uruguayo, se procede al «golpe interno» que catapulta del poder a Eugenio Gómez para instalar la nueva dirección (Rodney Arismendi, Enrique Pastorino, José Luis Massera) el proceso de cambio toma un periodo de tiempo que supera los 10 años.
Sustituir una línea por otra no es acto, es un proceso. Se trata de establecer «la autoridad moral» de un nuevo (o «viejo») equipo dirigente, convencer a la base de su justeza, encontrar los nuevos agentes capaces de orientar el cambio en la base, maniobrar a los oportunistas que creen que se trata solo de «un cambio de chaqueta» y, finalmente, comprobar en la práctica que el nuevo curso funciona. Menuda cuestión, que no puede banalizarse. Y eso en un partido más vertical y burocratizado que lo que nunca llegó a estar la estructura del viejo MLN-Tupamaros. R. Sasso debería reflexionar seriamente, sobre todas estas cuestiones, los bemoles y dificultades que encierra. Es hora, en los análisis históricos, de terminar con la retórica facilista y el voluntarismo y empezar a pensar con seriedad, analizando cada palabra que se escribe. EFH, era «un diletante» que todo lo solucionaba con una frase de su «piquito de oro»
Todas estas carencias -se sigue, constatemos, sin análisis de las mismas, sin autocrítica- fueron analizadas brillantemente por Jorge Torres, en la segunda parte de su libro fermental «Con la derrota en la mira», R. Sasso, que lo menciona en uno de sus libros (Tupamaros, los comienzos), las ignora en esta última obra. ¿Hasta cuándo vamos a silenciar a los críticos?
¿Y con qué sustituye la cuestión? – La sustituye con una frase de Mario Benedetti, con respecto a «ceder» en el 26 de Marzo ante «las presiones» del «aparato».
Las sustituye también, con una referencia de Julio Marenales «a que no fue más enérgico» (justo él, nuestro «Orlando Furioso») en cierta reunión del Estado Mayor (vaya dios a saber cuál y cuando) sobre el tema de lo que implicaba «la guerra».
La sustituye finalmente, con un intento de balance de David Cámpora (ecléctico, como todo lo que hace) que cayó sin disparar un tiro con EFH y, después, (fue lo más grave, aún) iba a descompartimentar compañeros presos en la leonera del cuartel de La Paloma, para que colaboraran con la «tarea» de los «ilícitos económicos». Leonardo Haberkorn (5) ha tratado al detalle, lo que implicaba caer en La Paloma (zapatitos lustrados, camisa impecable) a leer la lista de los «convocados» sin importarles cuatro carajos, lo que habían eludido -hasta ese momento- en la tortura y los interrogatorios y «deschavar» así ante los oficiales y los milicos, todo lo que habían conseguido escabullir, por un apego estricto a las reglas de la compartimentación y la clandestinidad, además del coraje personal.
Porque el «neo-oficialismo» implica, también, todas estas cosas. «Ponerle vaselina» a las afirmaciones mentirosas y falsas de las «historias» del «viejo» oficialismo de EFH, donde esas cosas «ni se mencionaban»
R. Sasso, «come de la mano» de las viejas mentiras «oficiales», las renueva y las «retoca». Al mejor estilo Lampedussa. Lo hace, como esfuerzo intelectual de renovar el mito y la leyenda para las nuevas generaciones que, de lo que menos precisan es, justamente, de la mitología, el sentimentalismo y la evocación. Inclusive incluye «parte» del mito del «comandante» Facundo, mito que en mala hora formuló, lamentablemente, Walter Pernas. Maria Elia Topolansky tiene el acierto de señalárselo, en su último libro y R. Sasso tiene la hidalguía, por lo menos, de publicarla y referirse a la misma en la presentación del libro, texto que leyó.
Y…la paramos,…por el momento…por acá. Falta desollar el tema del «segundo frente» aspecto central del Plan Tatú. Sobre el mismo señalemos algunas cuestiones básicas: se habrá planificado mucho en el Penal de Punta Carretas pero,…cuando se puso en práctica…en 6 meses estaba liquidado.
Es también tiempo -éste el actual- de que empecemos a considerar las cosas en perspectiva. Sin tomar partido por «los viejos» o por los «militaristas». Samuel Blixen (6) señala bien que hay actitudes de los primeros, «que confunden» si es cierto que una «lucha interna» estaba planteada entre dos equipos o más. Modernamente, deberíamos dejar de lado las simpatías y las banderías, para ver los problemas subordinados a la tarea central de organizar una revolución en el Uruguay. Es decir, el origen mismo de las preocupaciones que llevaron a plantearse a un grupo de hombres, el cambio de actitud con el resto de la izquierda del país
Toda esta temática abriría caminos nuevos, replantearía muchas interrogantes, nos sacaría de las banderías y veríamos a todos los hombres reales, los «jefes», en sus carencias y limitaciones fundamentales así como en sus aciertos. Sean estos grandes o pocos.
Notas de Correspondencia de Prensa
1) Respuesta de Raúl Sendic al verse cercado por las fuerzas militares y policiales que, luego de un tiroteo y herirlo gravemente, lo detuvieron en la madrugada del 1° de setiembre de 1972.
2) Eduardo Rey Tristán, «A la vuelta de la esquina. La izquierda revolucionaria uruguaya 1955-1973» (Editorial Fin de Siglo).
3) Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y Comando de Apoyo Tupamaros (CAT).
4) Armando Acosta y Lara, Ministro del Interior en el gobierno de Juan María Bordaberry, fue ejecutado el 14 de abril de 1972 por la Columna 15 del MLN-T.
5) Se refiere al libro «Milicos y Tupas» (Editorial Fin de Siglo). Haberkorn también es autor de «Historias Tupamaras. Nuevos testimonios sobre los mitos del MLN» (Editorial Fin de Siglo), un obra rigurosa e imprescindible, sobre todo, al estar basada en testimonios de tupamaros que fueron protagonistas centrales en los años de lucha armada.
6) Periodista. Ex miembro del MLN-T. Autor de una biografía sobre el líder histórico de los tupamaros: «Sendic» (Editorial Trilce).